¡Cobarde! grita un cobarde
y un valiente palidece.
La afrenta ciega la tarde
y el instante, enorme, crece.
El cuerno esta vez no marra.
Tunde, penetra, desgarra
algo compacto y que pesa.
Y hay un grito que se ahoga
y una mueca que interroga
y una sangre que no cesa.
Cumbre
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