No podemos los aficionados, qué más quisiéramos, manifestarnos de otra manera. Solo basta un ligero análisis de las combinaciones de toros y toreros de este año y de la birria de cartel que ocupa la cuota progresista de los conservadores maestrantes.
La crítica taurina sevillana, incapaz de decir las cosas por su nombre destaca en el cartel solo el color y pare usted de criticar.
Y los toros. Nos ofrecen un año más otro empacho negativo de sangre domecq, salvo las excepciones de Torrestrella, Fuente Ymbro, Victorino y Miura. Ya conocemos el percal. Toro previsible con exceso de nobleza y escasez de fuerza. Suerte de varas desaparecida y simulada en un reglamento que tipifica los puyazos como “entradas al caballo”. La autoridad complaciente se relame y consiente. Hay que colaborar. La Fiesta de la emoción y la sensación de riesgo pueden esperar. Pero mientras los santa colomas y otros encastes desaparecen.
Y los toreros. Mandan las figuras y sus sesudos mentores. Demasiadas tardes para ellos con competencia cero. Adaptación y peleas de despacho para conseguir quien mata el encierro más potable. El que se deje. ¡Vaya expresión!.
Que trabajo hubiera costado ofrecer al aficionado menos tardes de las presuntas figuras y que en esos carteles ocupara un puesto toreros como Ureña, Del Álamo, Rafaelillo y por supuesto matadores de esta tierra que por sus actuaciones anteriores se lo ganaron a pulso. Ahí tenemos a Salvador Cortés, Nazaré, Esaú Fernández, Oliva Soto etc. Pero claro estos arrean y bien. No convienen.
Se imponen los monopolios y los poderes establecidos que tanto daño hacen a la Fiesta. Ese vino de “tetrabrik” barato y desconocida calidad se bebe en despachos salmantinos con la complacencia y el visto bueno de advenedizos testamentarios sevillanos.
Tragamos en Sevilla. Los monopolios ganan.
Sevilla, 22 de febrero de 2018.