3.000 carteles taurinos en los que se combinan arte y tradición han empapelado la ciudad desde 1831
El término 'tradición' acompaña actualmente a muchas actividades culturales. Sin embargo, algunas de esas tradiciones no vienen de tan lejos. La ofrenda fallera data de 1941, y los periódicos comenzaron a contársela a los valencianos cuando LAS PROVINCIAS llevaba más de 70 años en los quioscos. Cuando Teodoro Llorente fundó este diario en 1866, hacía ya tres décadas largas que los carteles taurinos salpicaban Valencia. La Diputación recopila casi 3.000 de esos carteles en un libro que se presentará el jueves en un acto protagonizado por Paola Dominguín (hija de torero y autora del cartel de la Feria de Fallas 2012), el matador alicantino Luis Francisco Esplá y el poeta valenciano Carlos Marzal. Abrir el libro supone desatar un compendio de tradición: toros, historia y evolución estética de un modo de comunicarse.
'Carteles Taurinos. Plaza de Toros de Valencia.1831-2010' arranca avisando de que, entre el 5 y el 7 de septiembre de 1831, «se correrán 27 toros (9 en cada tarde)». Otra de aquellas primeras láminas informaba de que asistir a la fiesta costaba dos reales, «las puertas se abrirán a la una y la función principiará a las dos y media», además de señalar que «para mayor lucimiento, habrá música militar», y se anunciaba que «se matará a lo último un toro con perros de presa».
Los carteles pioneros apenas lucían adornos. Todo letra. A partir de 1840 aparecen los primeros dibujos; diez años después empiezan a representarse momentos de la Lidia; a finales del siglo XIX, la forma se impone al fondo y el grafismo le gana la partida a la letra. Los carteles se colorean, aún no demasiado. Los carteles eran la prueba de los gastos pagados por el Hospital General, que organizaba corridas en Valencia desde mediados del siglo XVII y que, para justificar sus cuentas, almacenaba la cartelería.
El cartel de la extraordinaria a beneficio de la Asociación de la Prensa emplea varios tipos de letra, la más llamativa es igual que la de una conocida marca de refrescante y chisposa bebida de cola. Aquel 6 de abril de 1905 se picaron, banderillaron y fueron muertos a estoque «ocho hermosos toros» por parte de Segurita, Gallito, Dauder y Chiquito de Begoña. La corrida, amenizada por seis bandas, empezó a las tres y cuarto tras pagarse por las localidades entre un duro y una peseta. La información social y artística sobre Valencia se enriquece a medida en que se repasan las láminas.
La cultura taurina se caracteriza por «su fidelidad a la tradición, por ello no necesita crear nuevos iconos visuales, sólo con el paso al siglo XXI aparecen nuevas formas de interpretar las escenas y los símbolos de este mundo», señala la introducción del catálogo que edita la Diputación.
«Cuando presentamos el cartel de 2000, que encargamos a Mariscal, se nos querían comer. Era muy rompedor. Ahora, todo el mundo se pelea para que diseñadores como Mariscal compongan sus carteles (Valdés firma este año el de la Feria de Sevilla), pero entonces se armó una buena polémica», recuerda el actual coordinador de los museos de la Diputación, Antonio Lis.
Con la llegada del siglo XX se modernizaron los sistemas de impresión, y valencianos como Ferrer de Olga, Mirabet u Ortega se lucían con una cartelería colorida. Desde entonces y hasta 1940 se considera que las láminas taurinas vivieron su edad de oro, elaboradas por pintores como Ruano Llopis, Cantó o Palau, estampas minuciosas, muchas presididas por mujeres de bandera, tocadas por mantillas bordadas. Aquella estética se repitió una y otra vez, en cientos y cientos de carteles taurinos en Valencia.
Ha predominado el neoclásico, el estilo imperio y un tardo barroco que se prolongó hasta bien entrado el siglo pasado. En los 80, hace 30 años, siguiendo la estela de la modernidad que revolucionó la estética la cultura española, los carteles se alborotaron: Arroyo primero, Mariscal después.
A partir de la pasada década, el diseño de la cartelería se enriquece brutalmente, lo cual renueva y obliga a revisitar el catálogo de arteles taurinos que custodia el Archivo General de la Diputación, ya que el anterior repaso de estas láminas databa de una edición realizada en 1993, y desde entonces ha llovido mucho y se ha renovado completamente la estética del lenguaje de la cartelería taurina.
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