lunes, 24 de junio de 2013

José Antonio Campuzano ya esta en casa recuperándose.



foto larazon.es

Los toros que nos comemos


Este año se lidiarán menos de mil corridas por primera vez en España


Hizo honor a su nombre: 'Acosador'. Un toro cinqueño, al límite legal de la edad para la lidia, que fue sacrificado en la plaza de tientas de la finca Linejo, que regenta Juan Ignacio Pérez Tabernero y que ocupa una hermosa dehesa a 30 kilómetros de Salamanca. El ojo clínico del ganadero, que cría bajo el hierro de Montalvo, apuntó en su libro de notas que 'Acosador' era un astado «pronto, algo violento, pero con fuerza, que tiene muchos pases. Un toro franco». Se enfrentó a él y le dio muerte de una certera estocada el diestro madrileño Rodolfo Núñez 'Carpetano' (Villamanta, 1974). Llevaba siete años sin mirar cara a cara a un morlaco por una lesión de espalda. «Ha sido tanto tiempo sin torear que me parece un milagro. Y este toro hubiera sido un animal importante en cualquier feria». Además de las sensaciones y los buenos pases de muleta, 'Carpetano' se llevó de recuerdo un topetazo en el pecho cuando entró a matar. Si no hubiera estado bien afeitado, como es de rigor cuando se torea a puerta cerrada, podía haber sido mucho peor. La normativa exige control veterinario, pero no es obligatoria la presencia de un médico. La tarde casi privada de toros se completó con la lidia de 'Bracero', de cuatro años y muy justito de fuerzas, del que se encargó otro diestro con más sueños que fortuna, el francés Marc Serrano. Unos días antes, Miguel Ángel Perera, la cara del éxito de la fiesta, mató allí mismo otros tres 'Montalvos'.

En esta jornada de mediados de junio en el campo charro, 'Acosador' y 'Carpetano' cruzaron sus fuerzas en una danza ritual que podría ser una metáfora de la realidad de la fiesta nacional. Por un lado, un animal noble, un 'atleta' de las dehesas al que las circunstancias (una lesión en un cuarto trasero) han impedido el noble destino para el que fue criado con mimo durante cinco años. Por el otro, un torero con planta y hechuras dispuesto a superarse a sí mismo a la menor oportunidad. En el caso del astado, el ganadero ha tenido que invertir 5.000 euros, aunque con la lidia a puerta cerrada -'Carpetano' pagó 800 euros por ponerse en forma- y la venta de la carne al peso recuperará no mucho más del 20% de lo que costó criarlo. Un toro bravo como 'Acosador' necesita siete kilos de pienso y tres de paja cada día, que suman algo más de tres euros para empezar. Y después hay que añadir jornales de operarios, veterinarios, seguros... «Están matando la gallina de los huevos de oro y a lo mejor a la vuelta de un tiempo se van a quedar sin material», reflexiona Pérez Tabernero. En esa queja sin destinatario directo hay que introducir hoy a las empresas gestoras de los festejos taurinos y a los grandes toreros, acomodados a lidiar animales previsibles, cada vez con menor variedad y riesgo por la limitación de los encastes. Y eso que a Pérez Tabernero no le va tan mal. Sus astados, con el inconfundible hierro Montalvo del doble círculo concéntrico, están comprometidos este año en ocho corridas en plazas importantes. Y esos más de cincuenta buenos toros «son suficientes para aguantar el tirón», remata el ganadero.

Pero su caso no es habitual. Ahora que la temporada empieza a coger velocidad de crucero, los nubarrones oscurecen la brillante estampa de tantos morlacos trotando libres por alguna de las más de 1.300 ganaderías repartidas por la península. Todas las previsiones del sector indican que bajará por primera vez en la historia de las mil corridas (el año pasado superó este umbral psicológico por apenas 10 'carteles'). En todo caso, muy lejos de las 2.174 que se celebraron en 2007, el año a partir del cual en España todo parece crepuscular. También en la tauromaquia, en la que cualquiera de sus aspectos se eleva a la categoría de arte. No solo la labor del torero en la plaza sino la de los ganaderos, hasta hace no mucho alquimistas en busca de la excelencia de la raza de lidia, tan endémica en España como el oso panda en los bosques de bambú chinos.

Durante los primeros años del nuevo siglo no había capital y pueblo importante que no redoblara su apuesta por entrar en el mapa taurino. Ahora se imponen las 'vacas flacas'. El cartel de la Feria de Sevilla 2013 quitó cinco corridas; Alicante, Salamanca y Vitoria, tres cada una, Bilbao; Santander y Valladolid, dos. Y estas últimas aguantan por el dinero que ponen sus Ayuntamientos. Y qué decir del avance de la 'mancha' prohibicionista por la 'piel de toro' geográfica. Andalucía, las dos Castillas y Madrid concentran tres de cada cuatro festejos (77% del total). Cataluña y Canarias son las únicas que prohíben las corridas por ley, pero ya son 88 los municipios españoles con voto en contra. En Euskadi, los gobiernos de Bildu arrinconan a la afición en San Sebastián o Sopuerta (Vizcaya). Las únicas noticias positivas llegaron en Carranza, donde el 'sí' a la fiesta se impuso por referéndum. Y eso que el partido con más poder, el PP, es muy protaurino. De hecho, su mayoría absoluta derrotará el próximo martes la iniciativa de los nacionalistas del BNG para declarar a Galicia libre de corridas.

Ahora que esta 'burbuja' también pincha, en las más de medio millón de hectáreas destinadas a criar reses, miles de cabezas trastean camino de ninguna parte. Porque el matadero, destino seguro para muchas de ellas, es «más doloroso y triste que 'ninguna parte'», reconoce Lidia Martín, portavoz de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, que agrupa al 90% de las ganaderías importantes. Una de ellas es la de Antonio Bañuelos, desde cuya finca burgalesa ya sabe lo que es tomar la 'alternativa' en Madrid. Reconoce que «desde ese 2007 se han celebrado 4.000 festejos menos. Y hay 25.000 toros en el campo sin salida. Animales que comen, se pelean, cumplen la edad perecedera y hay que darles salida para que no provoquen más pérdidas».



El catedrático de Producción Animal en la Universidad Pública de Navarra, Antonio Purroy, organiza unas jornadas de reflexión sobre el ganado de lidia en las que reúne a expertos para que traten de mirar más allá del límite del cercado. No le parece normal que el número de ganaderías haya «aumentado de 875 a unas 1.150 en algo más de 20 años» (las estadísticas hablan de al menos un par de centenares más). Y, entre todas ellas, han creado una inflación de vacas madres en un proceso de «arribistas sociales, sin conocimiento ni afición en este negocio a los que se suma la ambición de los ganaderos de siempre», denuncia este amante de la raza y de la fiesta que se pregunta «si no será buena esta crisis para poner las cosas en su sitio». En especial entre los ganaderos, «el eslabón más importante del 'cotarro' taurino y el toro de lidia, su núcleo central».

Entre esos 'eslabones', Javier Cabrera es el 'correo'. Recorre el país con sus camiones llevando y trayendo estos animales desde las fincas a cualquiera de sus destinos. «Te dirán lo contrario o que es un hecho puntual pero, hoy día, cualquier ganadero ¡cualquiera! -remarca- está matando toros en el matadero». No da nombres, ni cita hierros, porque es casi tabú hablar de ellos y, como el resto, ama y respeta la cría, pero desde su experiencia repartida entre fincas, tentaderos, plazas, festejos populares o, directamente, los mataderos, lanza un temor: «Tal vez los grandes aguanten bien pero, dentro de un par de años, a lo mejor habrá déficit de toros».

En todo caso, estos ganaderos tienen un espejo cercano: los caballos de pura raza. La moda y el atisbo de negocio infló la cabaña por encima de las 200.000 cabezas. El año pasado se sacrificaron 73.473. En España no hay costumbre de comer carne equina, pero se exporta a Italia y Francia. Y un pura raza ha pasado de costar no menos de 10.000 euros a liquidarse por unos mil.


En el matadero

Al igual que Rajoy anuncia que 2013 es el año de la recuperación, también en el toro confían en que la situación cambie tras un 2012 considerado «el verdadero 'annus horribilis' por la cantidad de excedente que acabó en el matadero», resume la portavoz de la Agrupación Española de Ganaderos de Reses Bravas, Charo Gómez. Y, en este duro ajuste, se multiplica el riesgo de que al menos 40 hierros clásicos que ya no tienen vacas reproductoras puedan perder por el camino algunos de los mejores encastes históricos. Lo sabe bien Mariano Cifuentes. Por su finca cacereña de Encina Hermosa ya no corretean sus toros. 2012 se llevó al matadero a sus 560 reses coquilla, herederas de la mezcla entre santacoloma y albaserrada, tan histórica como minoritaria. «Lo vi venir y me anticipé al declive, pero criar un toro para enviarlo al matadero es lo más triste que te puede pasar», lamenta.

En la tauromaquia también podría valer el dicho de que a veces las cosas se tienen que poner muy mal para que luego se pongan bien. Solo en el último año, el censo de esta raza única y española al cien por cien se ha reducido en casi 25.000 cabezas. Todavía es la segunda de la cabaña bovina con 212.000 ejemplares. Y aún tiene que encoger más debido a la enorme reducción de hembras reproductoras y machos: un 40% desde 2007. La Unión de Criadores solo herró en la última campaña 11.000 machos, una cifra muy lejos de los casi 20.000 a los que marcaban el lomo en los tiempos de la abundancia. En las previsiones de esta misma gran patronal calculan que sus ganaderos lidiarán a puerta cerrada o enviarán al matadero más de 2.000 toros solo en 2013.

Así que toca diversificar para sobrevivir. Más de la mitad de los ganaderos comparten en sus explotaciones la cría de toro con cerdo ibérico e incluso con ovino y hasta con visitas guiadas. Tal vez la cohabitación con el porcino ayude a superar que una carne tan ecológica tenga tan poco aprecio. Todavía. Del toro dicen los cocineros que se han introducido en el secreto de sus carnes prietas que «lo único que no se puede cocinar son los cuernos». Sin embargo, la realidad general es otra. «Hay salas de despiece que no lo quieren ni gratis», asegura Octavio Gonzalo, gerente de Dehesa Grande, una de las mayores comercializadoras cárnicas de España. Por un ejemplar como 'Acosador', de unos 560 kilos, no se pagaron más de 350 euros. «En canal da para hacer lotes y acabará en productos elaborados. No vale para filetes como el resto de bovinos», dice Gonzalo.

No todos piensan igual. La finca Valdellán (León) comercializa ya con éxito en lugares 'delicatessen' su cecina de toro no lidiado (encaste Santa Coloma). Es una apuesta de riesgo porque «el toro todavía manda en la plaza pero no en el plato», admite su administrador, Jesús Martínez, que lo equipara con el cerdo ibérico por sus canales «menos grasos, más saludables y con mejores efectos en la salud».

Desde diversos sectores se busca revalorizar esta carne con una marca de calidad. «Pero cada uno trabaja por su cuenta y el proyecto no avanza», lamenta Purroy. En todo caso, la 'sangría ganadera' continuará en los próximos años para depurar el sector. Como reflexiona el ganadero Bañuelos, «éste es un espectáculo de emociones, no de venta de carne». Aunque habrá que dar salida todavía a mucho filete antes de que el animal que salga por los toriles deje de estar dominado por sus medidas y recupere el bravío que se ha diluido. La plaza como destino natural y el plato como definitivo. La emoción de la lidia antes de dar paso al placer de la carne. Es el orden que reclaman los ganaderos que buscan nuevos horizontes. Para que estos 'atletas' de cuatro patas no dejen de ser los señores de las dehesas.

fuente: lasprovincias.es

NUEVO OPUS DE TIERRAS TAURINAS - DEDICADO A URQUIJO




URQUIJO : EL ASTRO OSCURO

Belmonte rompió con el toreo móvil del siglo XIX justo cuando España se lanzaba a la carrera de la industrialización. Como gran visionario que era, Juan Manuel Urquijo Ussía acompañó esta doble evolución: financiando a la industria a través del banco que creó junto a sus hermanos y cultivando en sus Murubes una bravura apta para el toreo puro que empezaba a despuntar. Veinte años más tarde, Manolete profundizó la lógica belmontina, dándole la espalda a uno de los dogmas fundadores del toreo: situarse de perfil en vez de frente, una “herejía” que le permitió realizar un toreo más estoico que nunca, verdadero espejo donde la España de la postguerra le gustaba reconocerse.

Dominguín, y luego El Cordobés, se subieron a la brecha alargando los muletazos y ligándolos en un terreno cada vez más reducido, sistematizando el “descargar la suerte”, lo que acabó con otro de los credos constituyentes del toreo clásico a la vez que abría la vía del toreo contemporáneo, en el momento en que España, en plena reconstrucción, perseguía el modelo americano, que concedía ayudas a cambio de algunas bases militares estratégicas, bajo los acordes de la generación Los Beatles y la ola Ye-ye. Luego apareció Ojeda, que, en plena vorágine consumista, concentró todas las aportaciones anteriores dentro de un terreno minúsculo, lo que supuso un progreso en cuanto a la continuidad del toreo y su fuerza emocional. Que esta tauromaquia sin retorno produjera a uno de los diestros más iconoclastas y populares de la historia –Jesulín- tendría que habernos alertado de los peligros inherentes a cualquier genio cuyas enseñanzas son pervertidas. Coincidiendo con el auge de la tele-realidad, en la arena sólo podía corresponderle una caricatura del toreo por excelencia. Y aunque el mérito de Jesulín fue inmenso, y su valor indiscutible, de él sólo quedan una marioneta estúpida en los guiñoles de Canal Plus y el recuerdo de un torero bajándose los pantalones en prime time para mostrar sus cornadas.

El mismo exceso de sensacionalismo que destruyó todos los códigos de conducta en nuestra sociedad, desembocó en el mundo taurino en una inversión de sus valores fundamentales: en el toro, la bobaliconeria alocada ha sustituido a la bravura enclasada, mientras que la virtuosidad esforzada y avasalladora ha desterrado al elegante toreo puro, siendo, aquélla para éste, lo que la pornografía al erotismo.

Reivindicando el toreo ortodoxo, José Tomás hizo volcar la balanza del lado de un clasicismo bienvenido, realizado también por Morante con una carga artística superior. Un salto atrás hacia una mayor verdad, en un país sumergido en las mentiras de un crecimiento falaz que ahogó a España en la recesión. El Juli, como líder de su generación, se opone hoy a esta restauración tomasista, puesto que en su toreo el único objetivo consiste en encadenar muletazos sin preocuparse por la estética, ni la ortodoxia, ni por supuesto la elegancia, virtudes manifiestamente anticuadas en su opinión. Una filosofía que lo convierte, en la plaza, en un digno reflejo de los brokers insaciables de Wall Street, quienes crearon activos engañosos a partir de valores vacíos.

Si hacemos caso omiso al contexto, la capacidad técnica de los toreros de la “generación Juli” es digna de admirar, pero tenemos derecho a preguntarnos si resulta deseable que este toreo muy previsible - nunca se ha podido tanto con un toro tan escaso de poder- cree escuela, puesto que sólo es admisible cuando se realiza ante un adversario que imponga respeto. Porque, en caso contrario, si el rival peca de poca presencia o casta para encarnar el espejo indispensable donde este toreo eficaz pero sin gracia debe encontrar su reflejo para convencer, todo queda reducido a un ejercicio de virtuosidad desprovisto de significado y que, muchas veces, raya la vulgaridad. Algo que sucede a menudo cuando se ejecuta ante un oponente cuya clase exige al torero que interprete el toreo más puro.

De la misma manera que la tauromaquia de Belmonte era fruto del anarquismo, en la medida en que rechazaba todos los códigos establecidos, igual que Manolete encarnó el estoicismo de una sociedad malherida por la Guerra Civil, igual que El Cordobés acompañó la euforia de la reconstrucción en España a través del Plan Marshall, igual que Paco Ojeda rechazó los límites de lo posible justo cuando la sociedad de consumo emprendía una ciega marcha hacia el abismo, la tauromaquia del Juli parece ser el perfecto contrapunto a la de José Tomás:  éste último encarna un sobresalto místico y ético, mientras que el Juli simboliza la huida hacia delante de una sociedad ávida de emociones fuertes… El fin justifica los medios y el rito degenera en ocio. Por supuesto, aún es demasiado pronto para saber si este postmodernismo debe ser considerado como una regresión o una evolución. A menudo, no son sus contemporáneos quienes determinan el lugar que los toreros deben ocupar en la historia. Lo hará la posteridad, y jamás sabremos qué retendrá de esto que ahora algunos llaman súmmum y otros decadencia. De cualquier manera, la tentativa reformista ahí queda. Y en este contexto, ya que su bravura profunda y el ritmo lento de sus embestidas evidencian las carencias de cualquier tauromaquia que no sea la más pura, el toro enclasado no encuentra ya su sitio, puesto que se ha convertido, a su vez, en el espejo despiadado de una mediocridad banalizada que prefiere destruirlo antes que hacer examen de conciencia. Esta funesta involución explica el destino del encaste Urquijo: mientras que durante más de medio siglo irradió el toreo más profundo, hoy sólo es un astro oscuro condenado a brillar entre tinieblas, donde su luz zaína continúa, sin embargo, iluminando los sueños de quienes no se conforman con la actual realidad.

http://www.tierrastaurinas.com/editorial21.php

La Minotauromaquia y las Naturalezas muertas de Andrés García Ibáñez se expondrán en el Museo de Almería


Diez años después de que la serie “Venecia 2002-2003” se expusiese, del seis de mayo al seis de junio de 2003, en la desaparecida sala del Centro Cultural La General de Almería, Andrés García Ibáñez (Olula del Río, 1971) vuelve a la actualidad expositiva almeriense. Y retorna ahora, tras diez años de ausencia interrumpidos gracias a la estrecha colaboración establecida entre la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Almería, el Museo Casa Ibáñez de Olula del Río y el Centro de Arte Museo de Almería (CAMA), para exponer dos de sus últimas series pictóricas: “Naturalezas muertas” y “Minotauromaquía”.

LA “MINOTAUROMAQUIA” DE IBÁÑEZ


Revisión contemporánea del relato griego protagonizado por Teseo, Ariadna y el Minotauro, esta serie, en la que Ibáñez se muestra influenciado por las diversas suertes de la tauromaquia y el ritual de la minotauromaquia, el mito romántico del torero (y el enfrentamiento ancestral entre hombre y toro), la obra de Picasso y la música de Bizet y Falla, ha permitido al artista olulense crear, en palabras del comisario de la muestra, “una moderna fábula visual, de inesperado final, sobre el amor, la muerte y las pasiones humanas desbocadas”.

Un relato en el que, como recuerda Martín Robles, “siempre con el laberinto como fondo y trasfondo ideológico, por lo que éste tiene de interrelación con el hombre contemporáneo y los problema que lo asaltan, el artista va escenificando, cuadro a cuadro, las relaciones existentes entre los protagonistas absolutos del mito reinventado (Teseo, o el torero; Ariadna, o la doncella; y el Minotauro) y cómo todos sus encuentros y desencuentros siempre estarán presididos por el enfrentamiento entre la parte racional del hombre y la parte más instintiva del ser humano; la pugna entre los sentimientos y las pasiones”.

Una lucha que, como no podía ser de otra manera, derivará –por los excesos– en fatal desenlace: la derrota de la parte animal del hombre y la muerte de aquellos protagonistas que se dejaron llevar por las bajas pasiones y los instintos primarios.


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CARTEL FERIA DE VAUVERT