NUEVO OPUS DE TIERRAS TAURINAS
Las ganaderías de Alcurrucén, Carriquiri y el Conde de la
Maza representan la riqueza del encaste Núñez tanto como la propia casa
madre... o quizás más, puesto que, mientras ésta se encuentra en un
compás de espera en busca de un trapío conforme a los tiempos actuales,
las primeras han seguido un camino distinto que les ha permitido lidiar
con regularidad en plazas de primera.
Tres ganaderías, sin embargo, muy diferentes entre ellas, lo que
también da fe de la riqueza de un encaste cuya hora triunfal no tardará
en llegar. De la Vía Augusta tomada por los hermanos Lozano hasta el
lado oscuro de la fuerza encarnado por la ganadería del Conde de la
Maza, el viaje emprendido en este opus a través de las tierras taurinas
de Morón, Córdoba, Trujillo, Navalmoral y Toledo, pasa también por
Olivenza, donde, gracias a la ganadería de Carriquiri, se puede
comprobar que el romanticismo–factor crucial en las raíces de la Fiesta–
perdura, aunque de forma testimonial, igual que el nombre de la rosa.
Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus: de la rosa de los
orígenes únicamente queda su nombre y nosotros tan sólo conservamos de
ella nombres vacíos…
LOS ESTABLOS AUGEOS
La riqueza de un encaste no se mide en el número de cabezas
que posee, sino en las posibilidades que ofrece a sus criadores. Y de
la misma manera que el de Domecq permite elegir una dirección u otra
para criar un toro más encastado o más dócil, gustos aparte, el de Núñez
también brinda esa posibilidad. Qué duda cabe que, entre la casa madre y
la ganadería del Conde de la Maza, por ejemplo, existen tantos matices
diferenciales que hasta podríamos decir que no se parecen en nada. Las
dos, sin embargo, proceden de la misma mezcla original cuya génesis fue
estudiada en el opus 19 aunque, en la segunda vacada, intervinieron
otras fuentes que, en realidad, ya fluían cuando Carlos Núñez Manso creó
la suya a partir de Manuel Rincón, Mora Figueroa y el Marques de
Villamarta. Una vez más, se cumple aquí el viejo dicho de que los toros
se parecen a los hombres que los crían. Por tanto, en este opus, se da
la palabra a tres ganaderos muy distintos, cuyas ganaderías son ahora
mismo tan representativas de la riqueza del encaste Núñez como la propia
casa madre... o quizás más, puesto que mientras ésta se encuentra en un
compás de espera en busca de un trapío conforme a los tiempos actuales,
las otras, gracias a que han seguido otros caminos, lidian con
regularidad en plazas de primera categoría. Entre ellas, hay que
destacar, por supuesto, la trayectoria de Alcurrucén que, sin depender
jamás de las imposiciones de los toreros, ha conseguido estar, temporada
tras temporada, en Madrid, Sevilla, Bilbao, Valencia o Pamplona... así
como en diez o doce cosos más, siendo una de las vacadas que más lidia
todos los años. Obviamente, nadie ha regalado esta situación
privilegiada a los hermanos Lozano, quienes han tenido que demostrar un
indudable talento ganadero, así como una habilidad mercantil de sobra
evidenciada en sus otras facetas profesionales.
La ganadería de Carriquiri, que Antonio Briones fundó hace un
cuarto de siglo a partir de un núcleo salido de Los Derramaderos y
absorbido poco a poco por distintas aportaciones de Alcurrucén, es hoy
una extensión de esta última. E igual que en aquélla, la inmensa mayoría
de las reses que se crían provienen de la rama de Manuel Rincón. En
cuánto a la de Villamarta, más presente en los orígenes de Carriquiri a
través de un hijo de Ringoalto, se encuentra cada día más absorbida por
la de Rincón, aunque en Alcurrucén subsisten distintas reatas que
perpetúan sus nombres. Tal vez, donde más huella ha dejado el encaste
Villamarta ha sido en la ganadería del Conde de la Maza, gracias a la
aportación de vacas y sementales procedentes de la vacada de los
hermanos Berrocal, quienes poseían uno de los hatos más bravos salido de
Los Derramaderos cuando el conde y su familia instalaron una parte de
éste en Los Arenales. Evidentemente, a estas tres ganaderías se podrían
haber añadido muchas otras nacidas también de esta misma estirpe: de
postín o más modestos, afortunadamente, son numerosos los ganaderos que
siguen apostando por el encaste Nuñez, a pesar del bache comercial que
atraviesa en las ferias y del lamentable desinterés de las figuras hacia
él.
Tiempo habrá en los opus sucesivos para visitarlas todas, dando a
cada una el espacio necesario para contar su historia, y a sus
ganaderos la posibilidad de expresar sus inquietudes y sus sueños, igual
que se ha intentado en la presente obra con los hermanos Lozano,
Antonio Briones y Leopoldo Sainz de la Maza. Ojalá las palabras tan
claras y apasionadas de los tres animen a sus compañeros a salirse del
habitual discurso “políticamente correcto” que tanto daño hace a la
imagen de la Fiesta. Envuelta en una crisis económica brutal y con su
propia existencia amenazada por un nacionalismo cínico, ésta necesita,
más que nunca, librarse de sus propias derivas. La crisis, por la ruina
que acarrea a todos los estamentos del mundo taurino, debe ayudar a
romper el modelo actual. Y puesto que en este opus se habla a menudo de
mitología e historia, no resultaría descabellado desear que, igual que
los ríos Alfeo y Peneo que Hércules desvió de su cauce natural para
limpiar los establos de Augías, un torrente de pasión y generosidad
arrase de una vez todas las metástasis de este cáncer voraz que gangrena
la Fiesta, hasta llevarse por delante las estrategias mercantiles
indignas de su dimensión cultural, que explican, en parte, la mala
imagen que hoy padece. La Vía Augusta del toreo, es decir, la que lleva
de la nada a la cumbre, sólo podrá ser restaurada si, entre todos,
sabemos mandar de una vez al vertedero todos los detritos que la
obstruyen e impiden contemplar el gran yacimiento de su grandeza,
obstruido, desafortunadamente, por el barro viscoso de una codicia
brutal.