domingo, 15 de agosto de 2010

Cacerías y juegos de toros en la Antigüedad ( José María Blázquez Martínez)

PARTE II
TOROS CONTRA ELEFANTES

Se conocen algunas particularidades de las luchas contra los toros en la arena de los anfiteatros. El modo de matarlos, generalmente, como se ha indicado, era traspasarlos con la lanza, aunque también se utilizaba la espada corta y para la defensa el escudo. Para enfurecerlos se les quemaba la piel con antorchas (Marc. Spect. XIX 1), o los taurocentae, citados en alguna inscripción, los provocaban con arponcillos. A veces se colocaba un maniquí de paja (homo faenus) contra el que descargaban los animales sus primeras acometidas y que volteaban por el aire. A estos peleles atacados por los toros alude Marcial varias veces. En su libro sobre los Espectáculos (XIX) describe bien la actuación de los toros en los anfiteatros:

 Un toro que, aguzado por el fuego, acababa de cornear y lanzar por los suelos unos maniquíes, corriendo de un lado a otro del circo, cayó al fin bajo la acometida de un cuerpo más poderoso, creyendo que un elefante era también ligero maniquí para arrojarlo al aire.

Una moneda confirma la afirmación de Marcial. Representa la lucha de un toro contra un elefante. También Marcial en este mismo libro (IX) alude a la lucha de un rinoceronte con un toro al que levantó como si fuera un pelele. En el dístilo de Areobindus se representa uno de estos peleles de los que habla Marcial; o redes a las que se refieren las actas de los mártires, con un hombre dentro, atacado por un oso. En una segunda pieza sesenta a un hombre, que salta sobre una pértiga delante de un oso, juego que también se debió hacer con los toros, como en las plazas de España hace siglos.
En estos mismos dístilos un oso ataca a hombres colgados de cestos, que suben y bajan esquivando las acometidas de los osos. Algo parecido debe ser también el juego con los toros. En la época en que Marcial vivía en Roma, eran frecuentes estos espectáculos de toros, pues el poeta los cita varias veces en sus obras (Marc. Spect. IX. 4; XXII,6; Epigr. II.43.6). Los maniquíes están representados probablemente en los dípticos consulares, lo que prueba que en el Bajo Imperio se utilizaban todavía. La composición de un mosaico encontrado en Reims era también una escena de anfiteatro, en ella participaban gladiadores y bestiarii. Los animales que intervenían eran un oso, un toro en actitud de acometer, dos ciervos y un jabalí, éste con un trozo de lanza clavada y derribado ya. Una serie de realistas pinturas de los combates de toros en el anfiteatro tiene el grupo de mosaicos excavados en las proximidades de S. Sabina, en el Aventino, en el año 1711, hoy conservados en el Vaticano. En uno de ellos un ombre sobre un camello saca fuera de la arena a un león atado por una cuerda, donde un toro acaba de acometer a un compañero que cabalga un elefante. En otro mosaico un jinete persigue a un toro que huye. Estos mosaicos, a juzgar por la tésera, se fechan en época de Adriano.
Sobre un cipo pintado de Thina, Túnez, un toro lanza por alto a un bestiarius, escena que debía repetirse frecuentemente en las arenas de los anfiteatros. En el mosaico con escenas de anfiteatro de Zliten, datado en época de Vespasiano, un toro cornea en el aire a un bestiarius que se defendía, como en un relieve de Asia Menor, con un escudo cóncavo y con un látigo. En otra escena un toro ataca a un león. En un mosaico del siglo III en una villa de Pafos, en Chipre, se representa a un hombre defendiéndose con una lanza de las acometidas de un toro. La escena se ha interpretado como una cacería, pero en el anfiteatro era igual.
Dos leones devoran un jabalí (mosaico del siglo II. Museo de El Djem)

Un hombre clava una lanza a un toro sobre una piedra grabada hallada en Béziers, que posiblemente describe una lucha en el anfiteatro. La representación más importante en este aspecto es un mosaico de Silin, a 15 km de Leptis Magna, en Libia. Un toro ha lanzado al aire a dos personas, que caen de cabeza como dos peleles; un hombre arrastra a otro, que camina de rodillas para arrojarlo al toro. El hombre lleva el vestido propio de los esclavos. Un segundo varón con túnica dirige la operación detrás del toro con un cayado. Se ha interpretado como el salto sobre el toro o la taurocatapsia, con dudas, pero es más fácil que sea una escena de circo.
CRISTIANOS ARROJADOS A TOROS
En las actas de los mártires cristianos se leen varias veces relatos de mártires arrojados a los toros en el anfiteatro. En el año 177, en el anfiteatro de Lyon, según la carta de las iglesias de Lyon y Viena, conservada por Eusebio, en su Historia Eclesiástica, obra redactada en época de Constantino, Blandina, «después de los azotes, tras las dentelladas de las fieras, tras la silla de hierro al rojo vivo, fue finalmente encerrada en una red y soltaron contra ella un toro bravo, que la lanzó varias veces a lo alto. Mas ella no se daba ya cuenta de nada de lo que se le hacía...
En el año 202, durante la persecución del emperador Septimio Severo, fueron sacrificados en el norte de África las santas Perpetua, Felicidad y sus compañeros procedentes de Thuburbo Minus. La descripción del martirio se conoce por el escrito de Tertuliano, que dice así: Mas contra las mujeres preparó el diablo una vaca bravísima, comprada expresamente, contra la costumbre, emulando aún en la fiereza, el sexo de ellas. Así pues, desnudadas y envueltas en redes, eran llevadas al espectáculo. El pueblo sintió horror al contemplar a la una, joven delicada, y a la otra recién parida, con los pechos destilando leche. Las retiraron, pues, y las vistieron de unas túnicas. La primera en ser lanzada en alto fue Perpetua, que cayó de espaldas...
Durante la Gran Persecución de Diocleciano (303-311), las más sangrienta de todas, el historiador de este suceso, Eusebio, contemporáneo de los acontecimientos que narra, escribe al referirse a los mártires de Tiro en Palestina: Inmediatamente después de los azotes seguían el combate con las fieras carniceras, y allí era de ver las arremetidas de los leopardos, de osos de diferentes especies y jabalíes y toros enfurecidos por hierros candentes.
Los juegos de anfiteatro en los que participaban toros eran también de otro tipo, como indica una terracota procedente de África, hoy conservada en el Museo del Louvre: un cebú lleva sobre sus lomos una mujer desnuda condenada a ser expuesta a las fieras (damnatio ad bestias) con las manos atadas a la espalda, el cebú se ha arrodillado y un felino ha saltado sobre la cruz y se dispone a morder el cuello de su víctima. El venator se ha acurrucado entre el cuello del animal y el escudo circular en espera del momento propicio para atacar a la fiera.


SIGUE

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