Ganadería Toros de Joaquín Núñez del Cubillo. Bien presentados excepto el tercero. De variado juego, destacando el cuarto al que se le dio la vuelta al ruedo. Por orden de salida pesaron 470, 475, 460, 465, 485 y 485 también.
Cartel Morante de la Puebla, de fucsia y oro; estocada algo desprendida, una oreja. Pinchazo, estocada trasera, ovación. Estocada, dos orejas. José María Manzanares. De lirio y oro con cabos blancos. Estocada, ovación. Estocada recibiendo dos orejas y rabo. Pinchazo y estocada, una oreja. Sobresaliente de espada, Antonio José Blanco.
Cuadrillas Tarde de banderilleros con excelentes pares de Juan José Trujillo, Ruiz Blázquez y Curro Javier que saludó por dos veces al bregar magníficamente en el sexto.
Incidencias Lleno. Presidió Rafael Carrero, asesorado por Ventura Núñez, Venturita. Al final del festejo salieron a hombros los dos matadores por la puerta grande.
En la penúltima de abono llegó el delirio. Los que apostaron desde el principio por este festejo sabían con lo que se iban a encontrar. La gran puerta del arte fue para Morante y Manzanares. Tarde para el recuerdo donde dos toreros de contrastes distintos volvieron loco al personal. Hubo bastantes pasajes artísticos que necesitarían más espacio, por lo vivido por un lado por Morante, torero con pellizco, aduendado y barroco, con reminiscencias de toreo antiguo; y por el otro, Manzanares, profundo, con mucha pureza y clase. Y para que la tarde completara el éxito un toro bravo y repetidor que supo lucirlo el alicantino.
Los dos espadas se entregaron desde principio al final. Tampoco hay que olvidar a los subalternos, donde hubo excelentes pares y la forma de colocar en suerte y llevarlo a una mano de Curro Javier que levantó al público por su forma de llevar el toro a punta de capote.
La tarde comenzó con un toreo a la verónica de Morante. Tomó una vara y quizás se quedó algo crudo. Morante siguió toreando con el capote al delantal muy templado, con aires de pepeluisista, encendiendo la candela.
El inicio de la faena de muleta con trincherazos y serie de derechazos, con pase de pecho vaciándose, tuvo eco. Cuando probó al toro con la zurda protestaba, tenía motor y se vino arriba. Unos ayudados por altos postreros para rematar una faena compuestita.
En su segundo, justo de trapío, empujó en varas y hubo nuevamente verónicas rematadas con medias belmontinas. En los medios se llevó al toro y aunque tomó las de Villadiego, lo fue mimando, dándole aire y confianza, no sin antes dejar buenos trazos con la diestra. Al toro le faltó casta y se vino a menos.
Con el quinto, de nuevo volvió a apretarse en chicuelinas y formó el alboroto con las banderillas, dejando tres pares, saliendo andando y el tercero al quiebro y a dos palmos del toro. El público puesto en pié le tocaba las palmas por bulerías. Comenzó su faena como si estuviera empezando, en muletazos por alto, rodilla en tierra. El toro vino a menos sacándole uno a uno los muletazos.
Evidentemente, Manzanares está en un estado de gracia increíble. De su primero no hubo mucho que contar, punteaba, se paraba y además resultó molesto. Remataba los muletazos echando la cabeza arriba.
Manzanares muy bien colocado siempre pudo sacarle lo poco bueno que tenía, pero la apoteósis llegó con el quinto. Después de torearlo a la verónica y en chicuelinas apretadas, metiendo los riñones, el toro empujó en varas. Manzanares supo administrar bien las series con una faena cumbre, poderosa y profunda. El toro repetía por ambos pitones y de nuevo las palmas por bulerías se volvieron a escuchar. La belleza del toreo en toda su dimensión fue el exponente de un torero que hizo levantar a la gente y emocionar y conmover al público. La fiesta necesita el espectáculo de ayer. En el último, que picó muy bien Barroso, lo enmarcó con la diestra pero rebañaba por el otro lado, no había que confiarse aunque se hiciera el despistado. Los derechazos cerrando con el doble pase de pecho, tuvieron ese sabor de hondura. Cuajó otra excelente faena paseando otra oreja. Al final, el que más y el que menos salió toreando y dándose la enhorabuena.
vivajerez.es
Cartel Morante de la Puebla, de fucsia y oro; estocada algo desprendida, una oreja. Pinchazo, estocada trasera, ovación. Estocada, dos orejas. José María Manzanares. De lirio y oro con cabos blancos. Estocada, ovación. Estocada recibiendo dos orejas y rabo. Pinchazo y estocada, una oreja. Sobresaliente de espada, Antonio José Blanco.
Cuadrillas Tarde de banderilleros con excelentes pares de Juan José Trujillo, Ruiz Blázquez y Curro Javier que saludó por dos veces al bregar magníficamente en el sexto.
Incidencias Lleno. Presidió Rafael Carrero, asesorado por Ventura Núñez, Venturita. Al final del festejo salieron a hombros los dos matadores por la puerta grande.
En la penúltima de abono llegó el delirio. Los que apostaron desde el principio por este festejo sabían con lo que se iban a encontrar. La gran puerta del arte fue para Morante y Manzanares. Tarde para el recuerdo donde dos toreros de contrastes distintos volvieron loco al personal. Hubo bastantes pasajes artísticos que necesitarían más espacio, por lo vivido por un lado por Morante, torero con pellizco, aduendado y barroco, con reminiscencias de toreo antiguo; y por el otro, Manzanares, profundo, con mucha pureza y clase. Y para que la tarde completara el éxito un toro bravo y repetidor que supo lucirlo el alicantino.
Los dos espadas se entregaron desde principio al final. Tampoco hay que olvidar a los subalternos, donde hubo excelentes pares y la forma de colocar en suerte y llevarlo a una mano de Curro Javier que levantó al público por su forma de llevar el toro a punta de capote.
La tarde comenzó con un toreo a la verónica de Morante. Tomó una vara y quizás se quedó algo crudo. Morante siguió toreando con el capote al delantal muy templado, con aires de pepeluisista, encendiendo la candela.
El inicio de la faena de muleta con trincherazos y serie de derechazos, con pase de pecho vaciándose, tuvo eco. Cuando probó al toro con la zurda protestaba, tenía motor y se vino arriba. Unos ayudados por altos postreros para rematar una faena compuestita.
En su segundo, justo de trapío, empujó en varas y hubo nuevamente verónicas rematadas con medias belmontinas. En los medios se llevó al toro y aunque tomó las de Villadiego, lo fue mimando, dándole aire y confianza, no sin antes dejar buenos trazos con la diestra. Al toro le faltó casta y se vino a menos.
Con el quinto, de nuevo volvió a apretarse en chicuelinas y formó el alboroto con las banderillas, dejando tres pares, saliendo andando y el tercero al quiebro y a dos palmos del toro. El público puesto en pié le tocaba las palmas por bulerías. Comenzó su faena como si estuviera empezando, en muletazos por alto, rodilla en tierra. El toro vino a menos sacándole uno a uno los muletazos.
Evidentemente, Manzanares está en un estado de gracia increíble. De su primero no hubo mucho que contar, punteaba, se paraba y además resultó molesto. Remataba los muletazos echando la cabeza arriba.
Manzanares muy bien colocado siempre pudo sacarle lo poco bueno que tenía, pero la apoteósis llegó con el quinto. Después de torearlo a la verónica y en chicuelinas apretadas, metiendo los riñones, el toro empujó en varas. Manzanares supo administrar bien las series con una faena cumbre, poderosa y profunda. El toro repetía por ambos pitones y de nuevo las palmas por bulerías se volvieron a escuchar. La belleza del toreo en toda su dimensión fue el exponente de un torero que hizo levantar a la gente y emocionar y conmover al público. La fiesta necesita el espectáculo de ayer. En el último, que picó muy bien Barroso, lo enmarcó con la diestra pero rebañaba por el otro lado, no había que confiarse aunque se hiciera el despistado. Los derechazos cerrando con el doble pase de pecho, tuvieron ese sabor de hondura. Cuajó otra excelente faena paseando otra oreja. Al final, el que más y el que menos salió toreando y dándose la enhorabuena.
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