Esto no se acaba hasta que canta la gorda, que dicen en la ópera. Y la gorda era la de Cuadri. Y cantó. Joder que si cantó. Con sus cosillas, pero ayer la tarde sí que fue de toros. Sí, hombre, unos animales que crecen en las dehesas, algunos cerca de las bodegas, y otros bajo el ala de SEÑORES como Don Fernando Cuadri que todavía tienen la palabra “honestidad” marcadas con su hierro ganadero en el diccionario.
Y sí, existen. Yo los he visto. Dicen que ya no hay toros bravos, que el toreo moderno demanda un pasito adelante en cuanto a tipos y comportamientos, y un pasito atrás para poder alargar el pase (cuando lo correcto es acortarlo). Pues no. Resulta que la historia del toreo nunca ha sido por fascículos, ni por entregas. Es un todo, macizo y sin intermitencias. Modismos siempre los hubo, van y vienen. Pero negar la “conditio sine qua non” de que el toro bravo es juez y parte de esta trama es mirar para otro lado, ése donde aplauden los que vienen a nuestra plaza de higos a brevas, los de la ligereza de pañuelo que vienen esto como el que aterriza en un plató de Telecinco.
Sí, existen. Las ganaderías bravas existen. También las ganaderías alioli, mezcla de mucho y batiburrillo de nada.
Podemos polemizar si lo de ayer era bravo o mansos encubiertos, lo que no debe cegarnos, por poco estético que pueda parecer a algunos, es que lo de ayer tuvo emoción (cada uno que lo moteje a su placer), peligrosidad (nadie dijo que esto fuese fácil), poder (algunos mucho y otros faltaron a clase ese día) y entretenimiento (porque lo nuestro, en el fondo, tiene un gran poso de recreación). Y entradas al caballo, sin tenerles que mandar.
También hubo casta. No sabría decir aún si de la buena o de la mala, pero la hubo. Y eso es mandatario en un burel. Después ya veremos si además es bravo (tan subjetivo como calificar a un toro de esta guisa, a no todos nos camela lo mismo) o se raja en el primer capotazo.
Cuando el objetivo es claro la voluntad actúa. Así lo leyó Fandiño, Iván el Terrible, vasco, de los de “ahívalahostia Patxi”, que si ya había mojado dos veces en Mayo (goyesca y sustitución) no quiso irse del foro sin explicar a más de uno que entre no tocar pelo y llevarte una oreja hay todo un mundo de posibilidades retributivas, desde saludar en el callejón hasta dar una vuelta al ruedo que te pide la gente (no que te sueñas tú). Se llevó el mejor lote, y nosotros los mejores momentos de la tarde. Destacabilísimo el quinto de la tarde, el que más pelea dio en todos los tercios, el que más nos gustó.
“Cervato”, el tácito mejor toro de la Feria (al final ha sido “Arrestado” el premiado), después de ayer se quedó en “Cervatillo”, un Bambi de jardín de infancia.
El Fundi ayer estaba de asuntos pendientes. Se cogió un “Moscoso” para no tener que verle la cara a los del trabajo. Porque faena tuvo su lote, el que más guasa tenía de todos, broncos y peligrosos a más no poder (pero preferimos esto que nos los “jeanpierres” andaluces, no?).
Alberto Aguilar estuvo. Lo supimos porque sus “cuadris” se encargaron de decírnoslo ( “Aviador” planeó en el tercio de varas, tres vuelos realizó, no todos de larga distancia, aunque luego el aterrizaje en la muleta fuese forzoso), de enseñarnos cómo no se puede venir a esta plaza, con estos toros, en fase de pupilaje y adiestramiento. Se agradece, eso sí, que venga a estas durísimas corridas con las ganas que a otros les faltan.
Con buen rollo nos quedamos en este final de fiesta, esperando los bises de la Beneficiencia, sabiendo que en la cabaña brava hay todavía, por Tutatis, aldeas pobladas por irreductibles galos que resisten todavía, y siempre, al invasor (los peores los tenemos dentro de la plaza, parapetados con sábanas blancas que troquelan en forma de pañuelos cada vez que el G-10 desfila en Las Ventas, el del toro melifluo.
Salud y suerte.
Texto: Óscar
Fotos: Juanpasmo
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