El mundo taurino está muy relacionado con el de la gastronomía. No hay torero, apoderado, empresario o aficionado que no guste de un buen vino y de una mejor comida
TONI PÉREZ
El rito de comer es parte de la liturgia de una gran tarde de toros. Una buena comida, con una tertulia con copa de brandy y habano se hacen casi indispensables. No es menos cierto que lagastronomía alrededor de la tauromaquia siempre peca de clasicona e incluso algo rancia, con el vino bien maderizado y viejo, carne siempre antes que pescado, guisos contundentes o arroces de peso. El aficionado al toro, en general, es comiente y esto explica algunos fenómenos, como es el hecho que después de una opípara comida que termina a las cuatro de la tarde, se pueda estar merendando abundantemente a las siete.
En Alicante la merienda en la plaza toma carta de naturaleza y se convierte en un capitulo más de la tarde de lidia, pues dura casi lo que un toro. Posiblemente sea la merienda más larga de las plazas españolas, a veces pasa los veinte minutos. Los aficionados acuden a la plaza con cestos repletos de comida para que, a la muerte del tercer toro, abrir y desplegar la paraeta para la merienda. Los productos que se consumen son variopintos, aunque hay uno que es el más generalizado, la tradicional «coca amb tonyina». Esta empanada alicantina por excelencia, no sólo es la oferta más extendida por toda la plaza, sin duda es el más singular y sabrosa. Esta coca, elaborada a partir de una masa aromatizada ligeramente con anís y pimentón dulce, tiene un relleno de cebolla y atún de «zorra», también denominado de aijada, que representa la mediterraneidad y el alicantinismo más auténtico, culinariamente hablando. Salazón, piñones, aceite de oliva, todo ingredientes de la terreta.
Una vez despachada la coca, el festín puede continuar por diferentes caminos. Minibocadillos de un buen jamón, quizás sea lo siguiente en popularidad, empanadillas de pisto, bocadillos de lomo y toda clase de embutidos y quesos. Hasta croquetas se pueden ver en el coso. Cerveza y vino son las bebidas generalizadas, alguna botella de vino bueno incluso. Todo ello acompañado deaceitunas, patatas y encurtidos. La gente, por lo general, comparte e intercambia con los vecinos de asiento sus manjares, por lo que se termina convirtiendo la plaza en una verdadera fiesta gastronómica. El ambiente huele a coca y vino, y si la corrida además marcha por buen camino, la merienda supone un momento de gloria añadido.
La merienda en la Plaza de Alicante es conocida en toda España, incluso hay que advertir a matadores que pisan por primera vez de que no se sorprendan del despliegue que ven en las gradas y que, lejos de ser una distracción aparente sobre la lidia, es un motivo de involucrarse mejor y disfrutar aún más del festejo.
En tiempos de mayor bonanza, hace pocos años, incluso algunas marcas comerciales organizaban esta merienda para sus invitados con azafatas y servicio de catering. Desde luego a un alicantino no le saben igual los toros sin merienda. ¡Qué siga la fiesta!
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