El neurocientífico y bioquímico malagueño Antonio Alcalá ha hecho un estudio sobre el comportamiento del cerebro de los matadores de toros.
¿Qué se cuece en el interior de la mente de un torero?
¿Cómo influye el miedo en su vida? ¿Un diestro se comporta de manera
distinta a cualquier persona por el mero hecho de serlo? El
neurocientífico y bioquímico Antonio Alcalá Malavé ha tratado de arrojar
luz a estas y otras cuestiones que se centran directamente en el poder
de la mente de aquellos que, desafiando al temor, se juegan cada tarde
la vida delante de un animal bravo de 500 kilos.
Precisamente el miedo es uno de los aspectos
fundamentales a considerar a la hora de estudiar la psique del matador
de toros. De manera resumida, el cerebro del torero se deja moldear por
el pavor desde su etapa como novillero, siendo esa sensación la que
convierte su mente en genuina y diferente cuando toma la alternativa y,
más aún, cuando lleva varios años ejerciendo su profesión. En este
sentido, el doctor Antonio Alcalá diferencia entre novillero, torero y
supertorero (un equivalente a figura consagrada del toreo).
Entre las dos primeras etapas existe un abismo y hay
muchos novilleros que después de años intentando tomar la alternativa se
quedan en el camino, cambian el oro por la plata o directamente
abandonan la profesión. «Esto no es casualidad -explica tajante el
doctor Alcalá- porque la mente del novillero está sometida a una
tremenda presión por parte del miedo que le hace retorcer la química del
cerebro y eso mismo, a su vez, le hace retorcer el modo de
funcionamiento de las neuronas».
Es decir, según sus estudios, la sensación de miedo
influye en el comportamiento de las neuronas generando una presión que a
veces el novillero no es capaz de superar y abandona la profesión. «El
torero es una persona que ha pasado lo que se denomina el punto de no
retorno biológico, ha traspasado totalmente el umbral del miedo y ha
dejado que este moldee su cerebro», comenta Alcalá.
De esta manera, y de manera resumida, el miedo
modificaría el cerebro del torero convirtiéndolo en uno totalmente
distinto al de resto de humanos.
«Desde un punto de vista anatómico ya no es como el de
una personal normal, pero tampoco desde el punto de vista químico,
biológico o físico», determina el doctor, que compara el cerebro del
torero con el de un paracaidista, un samurái, un médium o un faquir,
personas que 'coquetean' permanentemente con la muerte. ¿Cuál es la
diferencia entre cualquiera de ellos y un matador de toros?. Muy
sencillo, el torero aparte de dominar el miedo, es capaz de crear arte
activando una zona del cerebro muy específica que hace que su lucha con
el miedo y con la muerte exprese arte en cada uno de sus movimientos.
Todo ello conlleva, según Antonio Alcalá, una preparación
psicológica que comienza en la infancia. En su etapa como becerristas
inician su dominación del miedo, pero hasta que no toman la alternativa
no logran vencerlo totalmente. «El torero se siente poderoso porque ha
sido superior al temor y al pánico pero a la vez se ve esclavo del
efecto colateral que ha hecho esta sensación en su cerebro y en su
biología», asevera el doctor que hace hincapié en la necesidad de estar
en contacto con el toro como parte vital de su existencia.
Según narra, su mente se ha moldeado con el miedo y ha
creado un biotipo personal específico, especial e impecable, que es la
mente del torero. «Eso es lo que he pretendido descubrir con mi
estudio», relata.
En concreto ha analizado la influencia de la dopamina,
norepinefrina y serotonina, sustancias que todos los seres humanos
tienen en su cerebro pero que en el de los toreros aparecen en mayor
cantidad, teniendo como consecuencia una repercusión directa en su forma
de ser.
«El miedo transforma esas sustancias que son
neurotransmisores que pertenecen a la química cerebral. Influyen en
pensamientos pero el pavor trastoca todas esas sustancias o se segregan
en menor cantidad, como el caso de la vasopresina, o en mayor cantidad
como la serotonima o la dopamina», apostilla el facultativo.
La presencia de estos componentes también genera efectos
colaterales. En el caso de la menor generación de vasopresina, este
hecho delimita la capacidad que tiene una persona de quedarse tranquilo
con una pareja o buscar más. «Esa zona queda alterada en el torero y
lucha contra ello pues es una consecuencia directa de su profesión. Está
más predispuesto a la infidelidad, pero siempre sexual, nunca
emocional», comenta Antonio Alcalá.
El neurocientífico y bioquímico va un paso más allá y
destaca el paso de un torero a una figura del toreo, pues estos últimos
«utilizan la energía del universo para torear y en su vida diaria. Es
decir, manejan conceptos de las leyes de física cuántica sin saberlo.
Aparte de ser personas muy especiales, tienen una mente paranormal, con
dotes de médium porque son capaces de tener premonición, anticipación,
pueden soñar con cosas que van a suceder, logran poner la energía del
universo a su favor e incluso rezan de una manera especial para que el
toro no los coja».
Pensamiento positivo
Todas estas cuestiones explicarían para Antonio Alcalá la
'facilidad' que tienen los matadores de toros para recuperarse en
tiempo récord de sus cornadas. «Aplican de manera directa las leyes de
física cuántica y saben exactamente cómo se tienen que sanar y lo hacen
con el pensamiento, pensando y viviendo en positivo. No es que el torero
esté hecho de otra pasta o sus tejidos cicatricen antes, pero los
diestros saben que después de una cogida se van a curar muy rápido. Lo
piensan y lo viven así y eso les hace recuperarse antes. Está
científicamente demostrado que sucede».
¿Cómo ven a los toreros?
«El torero es un hombre con un lenguaje corporal
impecable, seguro de sí mismo, que no teme al sexo opuesto, se sale con
la suya y no negocia ante el riesgo», se apunta en el estudio. Eso hace
que cualquier persona perciba que está ante un ser especial cuando se
encuentra con un matador de toros, tanto que hombres y mujeres son
conscientes de que están frente a un hombre y una mente que no es
normal.
Antonio Alcalá aún no ha consultado los resultados de su
estudio con ningún profesional de la tauromaquia. Aún así, estima que su
trabajo ayudará a que el torero sea mejor entendido por el público, no
solo por los aficionados, sino por cualquier persona que conozca esa
mente especial, su poder y sus peculiares reacciones.
Y todo ello surgió casi por casualidad. Antonio Alcalá es
íntimo amigo del pintor Andrés Mérida, un artista que se dedica a
reflejar escenas relacionadas con la tauromaquia con una visión de la
misma muy particular.
«Hubo un acto en Málaga y Andrés Mérida me pidió que
habláramos de ciencia y toros. Pero yo no tengo ni idea, así que se me
ocurrió hablar de la mente del torero. Aquello gustó mucho y la
consecuencia de aquella conferencia fue que muchos aficionados me
pidieron un libro», recuerda el facultativo.
Comenzó a reunirse con el pintor, y mientras el
neurocientífico y bioquímico investigaba en profundidad cómo podía ser
la mente de un torero en cuanto a química, matemática, biología,
anatomía y física cuántica, Andrés Mérida iba plasmando sobre un lienzo
las conclusiones a las que llegaba Antonio Alcalá. Este es el germen de
una historia que concluyó con una conferencia en la plaza de toros de
Las Ventas y aparición en numerosos medios de comunicación.
Entre los tipos de estudios científicos, Alcalá ha
decidido buscar información y documentarse para apoyar sus conclusiones
bibliográficamente. Es decir, no ha cogido a ningún grupo de toreros
para preguntarle sus impresiones, ni ha comparado sus
electrocardiogramas o encefalogramas con el de personas de cualquier
otra profesión.
«He hecho una labor muy potente de observación de los
movimientos de un torero en la plaza, de cómo salen en las fotos, del
lenguaje verbal y no verbal que tiene un matador de toros y he
investigado y me he nutrido de lo que es la química del miedo», defiende
Antonio Alcalá, que define la química cerebral como aquella ciencia que
estudia las sustancias existentes en el cerebro, que permiten a la
persona pensar, respirar, tener memoria o mantener una conversación,
entre otros aspectos. Es decir, todas las funciones cerebrales habidas y
por haber están ancladas en la química cerebral.
Las Ventas acogió las conclusiones de su estudio en una
conferencia y ahora su intención es recoger toda la información y sus
conclusiones en un libro, aunque no se plantea retomar investigaciones
relacionadas con el mundo del toro.
«Mi campo de investigación es otro», subraya Alcalá, que
indica que su única intención fue unir la ciencia al arte de manos de
Andrés Mérida, con el objetivo de defender la fiesta y aportar su grano
de arena para ello.
Siga o no con sus estudios sobre la mente de aquellos que
se ponen delante del toro, esta investigación está levantando polémica,
entre quienes tachan sus conclusiones de falta de rigor científico o
los que destacan la falta de profundidad en el mismo.
Sea como fuere, es uno de los primeros trabajos que se
acerca a los matadores de toros y trata de arrojar luz sobre cómo ven y
cómo viven con una profesión en la que se juegan la vida cada día.
Ahora serán los profesionales del toreo los que
determinen si están de acuerdo o no con sus teorías. De momento, ninguno
se ha pronunciado ni a favor... ni en contra.
hoy.es
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