—Pues pasó de esta manera. «Rafaé»
—que altenaba con su hermano «Joselito»— había toreado a su toro con una
gracia y una elegancia que había dejado roncos de dar gritos de alegría a los
espectadores. Cuando llegó la hora de matar, e! «Gallo», muy ceremonioso, se
quitó la montera, hizo una flexión frente al palco presidencial, y brindó.
Luego, brindó a uu amigo; despues brindó «por las mujeres
de bandera».... Con paso firme y sereno, «Rafaé» se fué al centro de la Plaza,
giró con la montera en la mano y blindó por «el sol», por «la sombra» y por los
«buenos aficionaos de Seviya». En la Plaza no se oía una mosca. E1 público
contenía el aliento. Veinte mil ojos estaban clavados en la testa brillante
del gitano. Se esperaba la faena cumbre. En un rincón de la Plaza bufaba el
toro, *«. entretenido por la cuadrilla del «Gallo». Todavía le faltaba un
brindis. Un torero amigo suyo estaba en el tendido. El «Gallo» le tiró la
montera, diciéndole:
—Brindo
por el torero «honrao», porque se coma lo que ha ganao...
Y el «Gallo», acabados los brindis, en
vez de irse al toro, se acercó a su hermano «Joselito» diciéndole:
—Ya he «brindao», José; ahora, mátalo tú.
Julio Romano del semanario El Ruedo
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