INSTITUTO DE LA CULTURA TRADICIONAL
Este mes que termina mañana se cumple el V centenario de la introducción
de la tauromaquia en la isla de Cuba de la mano de un caballero
cuellarano, Diego Velázquez. Se trata de una efeméride muy importante
que dice mucho sobre las costumbres y el carácter segoviano, que habría
pasado desapercibida si no hubiera sido por la iniciativa y los
esfuerzos por resaltarla de la “Asociación Encierros de Cuéllar”.
Hace ahora 500 años, no mucho después de que se redactara en la villa
de Cuellarana la primera ordenanza reguladora de encierros documentada,
Diego Velázquez de Cuéllar,
que había llegado a América en el segundo viaje de Colón, introdujo los
usos y costumbres del juego de los toros en el Nuevo Mundo. Así lo
narra fray Bartolomé de las Casas en su famosa “Historia de las Indias”,
en el capítulo LXXXI de su libro III. Se trata de una noticia de
excepcional interés para la historia de la tauromaquia: la celebración
“el día del Corpus Christi… que es el cuarto día después del domingo de
la Santísima Trinidad”, del año 1514. de la lidia “de un toro o toros”.
Sabemos, gracias a la detallada información del futuro prelado de
Chiapas, que aquel acontecimiento se desarrolló el jueves 24 de mayo. Y
el lugar no pudo ser otro que el de la ciudad de Nuestra Señora de la
Asunción, primera población de Cuba, fundada en las inmediaciones de
Baracoa, en la región de Maisi, probablemente en el Puerto de las
Palmas, junto a la bahía de Guantánamo, en la costa nororiental más
próxima a la isla hermana de La Española (Santo Domingo). Aunque también
hay estudiosos que sitúan ese primer contacto con la tauromaquia al año
siguiente, 1515, y en la villa de Santiago de Cuba.
La nueva población, que había sido erigida por decisión de Diego
Velázquez, en nombre del virrey Diego Colón, hijo del Almirante, se
convirtió en sede episcopal, la primera de América. Muchos de los nuevos
colonos, que De las Casas fijará en número de trescientos, procederían
de la metrópoli, de modo que no sería difícil imaginar en sus filas a
algún que otro arrojado cuellarano en búsqueda de mejores condiciones de
vida.
Deberá recordarse que el 7 de octubre de 1493, el almirante Cristóbal
Colón capitaneó su segundo viaje desde la península con una flota de 17
naves y mil quinientas personas. Además, llevó ya al Nuevo mundo, una
gran variedad de animales, entre ellos becerros -para facilitar su
transporte- con sus correspondientes mayorales que, en poco tiempo,
crearon las primeras ganaderías y favorecieron la temprana afición a la
tauromaquia. Pedro José Guiteras afirma en su obra “Historia de la Isla
de Cuba”, que la primera corrida de toros oficial, con autoridad
gubernativa, se celebró en el año 1539.
Con todos estos antecedentes no parece muy aventurado imaginar a Diego
Velázquez propiciando unos festejos taurinos en las nuevas tierras
indianas, bajo su personal administración, que fueran semejantes a
aquellos de los que en su condición de caballero cuellarano, habría
disfrutado en su juventud en el solar castellano de sus antepasados.
Se carece de datos sobre como debieron desarrollarse aquellos
protofestejos taurinos. Todo hace suponer que se ajustaron en mucho a lo
que por aquellas fechas, era ya tradicional en la metrópoli. Un coso
trazado mediante empalizadas o carros de madera, presidido por las
autoridades, y con las suertes habituales, a pie y a caballo: cortes,
salto de la garrocha, enlace del toro…
Lo cuenta en su crónica “Historia de las Indias”, el dominico fray
Bartolomé de las Casas. Sin lugar para la duda, la introducción de la
tauromaquia en América se debió a un cuellarano y no a los portugueses,
como se ha repetido tantas veces pero sin contraste documental alguno.
Precisamente, la “Asociación Encierros de Cuéllar”,
lleva casi 20 años buscando respuestas a las preguntas de cómo se
produjo aquella transculturación, de qué manera cruzaron el Atlántico
las tradiciones taurinas de la península. Las capeas y toros de fuego y,
naturalmente, los encierros que tanto abundan por Suramérica. Ahora,
tras muchos desvelos, contactos y consultas empiezan a conocerse estos
hechos. Con toda probabilidad, el grupo de cuellaranos que viajaron ya
en las primeras expediciones de Colón, en 1493, llevaron consigo
tempranamente sus creencias y costumbres. No podría ser de otra forma.
No obstante hay muchas más incógnitas a las que debe encontrarse
respuesta ¿Qué motivos llevaban a personas de toda condición a correr
toros por las calles a principios del siglo XII? El próximo año Cuéllar
conmemorará el VIII centenario de la prohibición de correr encierros a
los clérigos, bajo pena de excomunión, ¿Qué poderoso motivo hace que, a
pesar de los grandes cambios sociales y estructurales que han traído el
paso de los siglos, los cuellaranos perpetúen, como en ningún otro
sitio, el rito del toro?
fuente: http://www.eladelantado.com
domingo, 29 de junio de 2014
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