Tanto y tanto como se está “largando” en el letargo invernal y que poco
novedoso encuentro de cuanto con verdad se habla o leo de toros, crisis
incluida.
En el futbol, cada aficionado asume el papel de crítico de jugadores,
entrenadores, directivas…y en la barra
del bar regatea y mete sus goles imparables para llevar a su equipo a la
salvación, al menos. Sin embargo, en los toros, pese a compórtanos igual, nadie
se atreve a dar con la solución para el momento actual que atraviesa la Fiesta.
El motivo es que la afición taurina no es tan vehemente como la del
balompié y sabe que los “favores” con que cuentan aquellos clubs no llegan a
nuestros ruedos en los que practicar y difundir arte está gravado, perseguido y
mal visto por los enclenques políticos que dicen estar con nosotros. ¡Mentira!
Hemos de conformarnos, y menos mal,
con que, ante el maltrato que el propio Gobierno nos dispensa a través de su
Ministerio de Asuntos Exteriores para no incluir la publicidad de la
Tauromaquia a través de la “Marca España”, (incumpliendo el compromiso
adquirido de protegerla y fomentarla) con que un grupo empresarial, del que
ignoramos datos jurídicos o mercantiles, compuesto por el mejicano Alberto Bailleres,
el francés Simón Casas y hasta un español, José Cutiño, se hayan unido bajo el
nombre de “Fusión Internacional por la Tauromaquia" para promocionar los toros en la tierra de la
madre que los parió, se inventó la susodicha e incluso para promocionarnos en
el extranjero.
Por mi parte,
bien venidos sean pero, por deformación profesional siempre sospecho y me
gustaría tener una mejor, más completa y sobre todo, trasparente información al
respecto, aunque insisto, bien venido sean todas las iniciativas que nazcan
ante la orfandad en que nos han dejado nuestro tutores, léase Gobierno.
Nuestro
“Joselito” (José Miguel Arroyo) del siglo XX, medalla de Oro
al Mérito en las Bellas Artes, en
manifestaciones recientes, elogia a sus colegas, pero solo a los que están a la cabeza del escalafón y bajo
el auspicio de las “cuadras ganadoras”. No sé lo que opinaría sobre el particular su sempiterno apoderado Enrique Martín Arranz, aunque me temo que no le gustará nada eso de los apoderamientos
masivos que se cargan, como las fabricas, la mano de obra artesana.
El “Sector” está preocupado, en peligro, por lo que a todos nos atañe, pero ¿cuántas
veces se han reunido con los clientes y les han escuchado?. ¿De qué forma
piensan llevar gente nueva a las plazas de toros? ¿Se percatan que para ver una
ganadería, simplemente verla en su hábitat, hay que pagar un valor añadido al
ganadero además de los consabidos gastos que supone un desplazamiento? ¿Se
creen que los nuevos aficionados están deseosos de presenciar las lidias
monótonas y faltas de emoción de los que se fueron y pueden volver, como Paquirri, el Soro, Espartaco…, si lo que nos gusta son lidias con sellos
distintos, nuevas o incluso de antaño, como las de “Frascuelo”, por ejemplo.
Particularmente a mí, que le presidí varias tardes en el Coso de Pignatelli
de Zaragoza, me encantaría su retorno si aún conserva la verdad de su toreo e incluso la del
José Tomás triunfador de las Ventas, sin
escatimar su arte y valor a dos o tres actuaciones en plazas de menor entidad,
a cambio de acabar con el papel porque ellos no han visto que la Fiesta por
excelencia es posible practicando el toreo variado, autentico, pasándose los toros-toros
por donde se trasmite emoción. No, no me gusta que cierto empresario dijese con
ligereza, aunque con verdad, que “Paquirri, Espartaco y Joselito me
arreglaban un par de carteles”.
Le recuerdo que existen matadores de toros que están dispuesto a lo que
haga falta, con tal de torear e incluso, lamentablemente pagando y a ellos
también nos gustaría verlos, al fin y al cabo son más cercanos a nosotros, mas
del pueblo que los “intocables” del escalafón que se apuntan hasta a las plazas
de talanqueras.
En cuanto a los toros a lidiar sigo opinando que en la variedad está el
gusto y que las figuras, como siempre lo hicieron, han de mostrar y demostrar su poderío ante
los mejores y estos se encuentran en todas las camadas, incluidas las mal
llamadas toristas, alternándolos para conseguir otro de los retos actuales, la
supervivencia ganadera.
El aficionado no mira las cuentas de los toreros, apoderados, ganaderos o
empresarios…, desean que ganen el dinero preciso para su supervivencia pero
aquellos si han de velar por la economía de sus posibles clientes si de verdad
lo que pretenden con estas fusiones es el resurgir taurino, pero por favor, pactado con dignidad y no solo a base de los débiles.
Me consta que existe una nueva ilusión juvenil que desea una renovación de
la tauromaquia para adaptarla a los tiempos actuales, pese a la también necesaria presencia y
existencia de los mal llamados “talibanes” (puristas). Disfruto cada vez que
les escucho, llámense aficionados prácticos o no, poco amigos del asociacionismo
a la antigua usanza, es decir de las peñas, sino de la práctica, del estudio y
disfrute de la tauromaquia escrita, pintada, oída o visualizada, a falta incluso de otros
festejos taurinos.
Buscan el resurgir y no a base de tragedias ni de fenómenos como “El
Cordobés”, (¡ojalá surgiera otro igual!) que no lo conocieron y quieren ser
escuchados para lograr y disfrutar de su despertar taurino aunque lo primero
que precisan es que los empresarios, les conozcan, escuchen, convoquen y
piensen, ante todo, que no son oposición y que están a favor de lo que se está
cociendo. Pero ellos son el futuro y tienen sus ideas.
Fernando S. Gª Terrel
Zaragoza, 18 de enero de 2014
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