lunes, 18 de enero de 2016

VÍA DE LA PLATA - NUEVO OPUS DE TIERRAS TAURINAS


VÍA DE LA PLATA
La Fiesta corre peligro : los profundos cambios que reclama gran parte de la sociedad española tras las Elecciones Generales del 20-D, acabarán con todo aquello que millones de ciudadanos llaman peyorativamente «de la casta», a la que culpan de su infortunio.

¿ Sabrá el sector taurino explicar a las nuevas generaciones que la Fiesta, lejos de una tradición anticuada, es la única representación moderna de todas las aspiraciones humanas, así como el último gran mito ? De momento, los ganaderos soportan la responsabilidad del futuro, preservando un patrimonio genético único que han mantenido durante siglos.

En este opus visitamos a siete de ellos, ubicados cerca de la Vía de la Plata, de Gerena al Castillo de las Guardas : El Parralejo, Toros de la Plata, Sampedro, Osborne, Aguadulce, Soto de la Fuente y Albaserrada. Casi todos lo pasan regular o mal, pero ninguno se queja. Todos se las ingenian para sacar adelante su tesoro más preciado : el futuro de sus toros y de la Fiesta.

LA GUERRA DE LOS MUNDOS
Tras Queramos o no, ya nada será igual: los profundos cambios que reclama gran parte de la sociedad española tras las Elecciones Generales del 20-D, acabarán con todo aquello que millones de ciudadanos llaman peyorativamente “de la casta”, a la que culpan de su infortunio. Las fuerzas emergentes hablan de la “vieja” y la “nueva” política para maquillar lo que se oculta detrás de esta revolución silenciosa manifestada en las urnas. La realidad, sin embargo, es más sencilla: igual que en la Francia de 1789, los “caninos” se han rebelado contra los “pudientes” con el fin de abolir sus privilegios, sin enterarse de que, en realidad, otra casta los utiliza como muñecos. Que ésta vaya vestida de morado (Podemos) o de naranja (Ciudadanos) resulta secundario: lo único que pretende la nueva generación de políticos es desplazar a rojos y azules para ocupar su puesto, aunque conlleve la ingobernabilidad de España y la pérdida de muchas de sus señas de identidad. La Fiesta es una de ellas. Quizás la más simbólica… y por ello, la que corre más peligro. Frente a este acoso brutal de varios ayuntamientos “reformistas” que han materializado sus amenazas, el mundo taurino, como de costumbre, ha reaccionado mal y tarde. En vez de unirse hace años cuando esta ola contraria empezó a tomar vuelo en Cataluña, ha esperado para comprobar si las aguas volvían solas a su cauce y si todo seguía más o menos igual. Cuando se ha comprobado que no, el sector taurino está actuando a la defensiva, aguardando los ataques para reaccionar. No obstante, para defenderse mejor, debería lanzar una ofensiva general, tomando iniciativas.
La primera decisión tendría que ser política, haciendo entender a los “reformistas” más responsables que muchos de los “caninos” que ahora defienden son aficionados. Los amantes de la Tauromaquia no pertenecen exclusivamente a una clase privilegiada. Muy al contrario, sus valores son comunes a toda la escala social, como se explicó en el opus precedente. Instrumentalizar la Fiesta para fomentar el odio entre dos sectores de la población -ricos y pobres- es un grave error político, además de un rasgo común de todos los totalitarismos.
La segunda iniciativa debería encargarse de restablecer la verdad. A partir de un ambicioso proyecto cultural, habría que restaurar la imagen de la Fiesta, presentándola como la última reserva de culturas milenarias donde se ensalzan los valores humanos más preciados. En todas las civilizaciones mediterráneas, enfrentarse al toro era la misión de los hombres más fuertes y valerosos, como sigue sucediendo hoy. Desgraciadamente, la Fiesta se ha convertido en el blanco de aquellos que, utilizando la demagogia más hueca, pretenden conseguir el apoyo del pueblo, explicando que, para cambiar el mundo, es suficiente votar a su favor. Con este tipo de mentiras, ya han arruinado a varios países -Venezuela, por ejemplo- y, sobre todo, han dañado a unas generaciones que creyeron que todo estaba al alcance de la mano sin tener que ganarlo con “el sudor de su frente”. Ésta es la gran verdad que los toreros pueden enseñar al mundo: un hombre valiente puede conseguirlo todo, absolutamente todo, mediante su propio esfuerzo. En cambio, aquel que cree en el maná distribuido por el Estado del Bienestar se quedará sin nada. Desde este punto de vista, la Tauromaquia constituye una gran escuela de vida cuyas enseñanzas deben compartirse con la sociedad antes de que el mentiroso buenismo universal acabe con todo.
¿Sabrá el sector taurino lanzarse en esta tarea fundamental, consistente en explicar a las nuevas generaciones que la Fiesta, lejos de una tradición anticuada, es la única representación moderna de todas las aspiraciones humanas, así como el último gran mito? En Francia, esta tarea hercúlea ha comenzado a través del Museo Itinerante de las Tauromaquias Universales, mientras que en España se intentará hacer lo mismo, si se encuentran los apoyos necesarios para ponerla en marcha. De lo contrario, se aguantará hasta donde se pueda.
Aguantar es, precisamente, lo que hacen los ganaderos, siempre en la primera línea de fuego. Antes que los empresarios y los toreros, ellos sufren los estragos de la crisis, manteniendo unas explotaciones en un mercado que se ha reducido, provocando la caída de sus ingresos hasta generar pérdidas. Son ellos quienes soportan la responsabilidad del futuro, preservando un patrimonio genético único que han mantenido durante siglos. En este opus visitamos a siete ganaderos ubicados cerca de la Vía de la Plata, de Gerena al Castillo de las Guardas: El Parralejo, Toros de la Plata, Sampedro, Osborne, Aguadulce, Soto de la Fuente y Albaserrada. Casi todos lo pasan regular o mal, pero ninguno se queja. Todos se las ingenian para sacar adelante su tesoro más preciado: el futuro de sus toros y de la Fiesta. Los padres ven con cierta inquietud el porvenir que se adivina para sus hijos quienes, muy probablemente, nunca alcanzarán el nivel de vida de ellos o de sus abuelos. Y los mayores temen, por supuesto, que cualquier día, si la situación no mejora, la quiebra les alcance. En cualquier otra actividad, la gran mayoría hubiera tirado la toalla antes de llegar a una situación insostenible, invirtiendo su patrimonio en un negocio menos peligroso.
Este valor también debe destacarse para entender la equivocación de aquellos que quieren hacer negocio con esta nueva “guerra de los mundos”. Como bien dice Fernando Sampedro hijo, decidido a seguir con la ganadería que su padre heredó de sus tíos-abuelos, “el país de las mil maravillas se acabó. Yo, hasta viajo con las corridas a todas partes. Hago de mayoral, cuido de los toros en los corrales y aprendo mucho hablando con los viejos mayorales de otras fincas. Cuando escucho a ciertos políticos que quieren acabar con nosotros, me gustaría preguntarles qué derecho tienen para impedir que alguien se gane la vida trabajando. Es más: a mí me gustaría que el de Podemos, que tan mal habla de nosotros, viniera aquí, a currar conmigo una semana, cargando sacos, echando pienso, arreglando vallas, curando un cochino o asistiendo a un parto. No ha trabajado tanto en toda su vida ni piensa hacerlo”. Quizás Pablo Iglesias se conforme con eliminar las subvenciones a favor de la Tauromaquia en los ayuntamientos donde las haya, pensando que así el espectáculo se ahogará sin poder señalarle a él como responsable directo. Y en esto se equivoca: mientras exista una sola plaza donde el hombre pueda medirse frente al toro, el Mito sobrevivirá, así como la esperanza de demostrar su grandeza ante el resto de la Humanidad.

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