viernes, 25 de noviembre de 2016

Jesús Mª Gómez Martín en La Asociación El Toro de Madrid



Dejó dicho Lord Brummel que la verdadera elegancia consiste en cruzar una plaza y que nadie se vuelva a mirarte. Seguro que estaba pensando en el invitado de Casa Patas. Atildado y expectante, sobriamente vestido de traje gris marengo, todavía con un moreno austral que no llega a bronceado de solárium, se presentó Jesús Mª Gómez Martín en La Asociación El Toro de Madrid. El leve desasosiego que se le intuía cuando se sentó frente a los presentes no se vio alterado por la entrada en la sala de Nacho Lloret. Al final, discreto y conciliador, Jesús  reconoció que presidentes y la nueva empresa estaban condenados a entenderse.
Jesús en sus intervenciones vocaliza para que se le entienda, proyecta una mesura diplomática, acostumbrado como está a achicar agua constantemente en ese océano a la deriva que a veces son las redes sociales -con una exposición mediática a veces mal entendida-, donde se le piden cuentas a todas horas, como si fuese el fiscal de todos los palcos de España. Con los la lección aprendida intentó guardar la ropa y mojarse poco. Sin elusiones, con una inspirada y fina semántica, supo fajarse el presidente.
El pulso firme que mantuvo su primera tarde, no regalando una oreja de autobús a Juan Carlos Carballo, la tarde de los cristales rotos de Cazarratas con sus banderillas negras y todo, la miurada que cerraba San Isidro, el mano a mano de Curro Díaz y Garrido en Otoño... las once tardes del presidente en el palco venteño (se omiten las de rejones, que ya en la tertulia alguien las contó también) bien valdrían de banda sonora del año 2016 en Madrid.
Enarca la mirada sorprendido cuando se le dice que ha el que devuelve al palco de la primera plaza del mundo la seriedad y exigencia. Para evitar sonrojarse enseguida toma la palabra, y desgrana cómo se metió en este mundo loco de los toros. Las corridas por televisión, en blanco y negro, con su abuelo las tardes de merienda (“cuando no había vergüenza por ver toros  en la tele”), cómo saltó de la carrera de Filología Hispánica a las oposiciones de la Policía, los inicios en el callejón de Las Ventas como delegado gubernativo, los momentos inolvidables entonces, como la despedida del maestro Esplá... y el broche final que da sentido a todo lo que ha llevado hasta aquí: “He descubierto lo que soy. Soy aficionado. Como vosotros. Y os he conocido a través de redes sociales. Intentando romper esa imagen estereotipada e injusta del presi, lejana e inaccesible. De ahí lo de interactuar con vosotros”).

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