MÚSICA-Va por Usted-Rocío Jurado-Letra-Antonio Burgos.
Rebuscando entre mis post del blog encontré esta joya en el armario, con fecha añeja,martes 13 de enero del 2009, jamas imagine una aventura tan larga........ Hoy hacen 33 años de la faena en el coso venteño del maestro Ortega Cano, que nos recuerda Joaquin Vidal.
"VA POR USTED"
Va por Usted “TORERO”
Ayer cuando iba de recogida a mis aposentos, sonó en el CD del coche la copla de Rocío Jurado “Va por usted”, y me vino a la mente ese pedazo de torero que me impacto en mis años de juventud, siendo uno de los culpables para encandilarme al maravilloso arte de la tauromaquia.
En cuantas tertulias de barra, defendí y comente a varios amigos mas jóvenes, que José Ortega Cano, estuvo unos años en torero. Juro que yo lo vi.¡¡¡ que recuerdos!!!……..la faena al toro de Martínez Benavides, la corrida de la Beneficencia, mano a mano con Cesar Rincón, tantas veces repetida, mañana tarde y noche por la televisión, como el gran acontecimiento taurino de la época……..no tuve la suerte de ver la faena de indulto al toro Belador.
He defendido al diestro de Cartagena (que casi se queda en frutero de San Sebastián de los Reyes) por que es el torero, si se le puede considera en activo después de tantas idas y venidas, qué mas duro le han dado los toros, gravísimas cogidas al borde de la muerte y muchos meses en cama. Las Ventas en 1979, la de Zaragoza en 1987 y Cartagena de Indias (Colombia) en 1995, siendo a partir de entonces el declive de su carrera, el querer y no poder. Ortega Cano se despedirá “con bronca” en las madrileña plaza de las Ventas en la Feria de Otoño, 1998, lidiando en solitario seis toros de Núñez del Cubillo.
Ha sido difícil conseguir información grafica, para el montaje de este bonito pasodoble,letra de Antonio Burgos que canta Rocío Jurado, es curioso, hay más documentación con la tonadillera, programas de baile, marujeo, etc.……..que del arte de Cúchares.
Una crónica de Joaquín Vidal, buenísima, son los comienzos de entrar rotundamente Ortega Cano en la afición de Madrid.
Y ES DE CARTAGENA
Plaza: Las Ventas, Madrid
Terna: Ortega Cano, Tomás Campuzano, "Yiyo"
Toros: Ramón Sánchez; Martínez Benavides
Fecha: 25 de mayo de 1985
Cómo toreó Ortega Cano al cuarto toro. ¡Cómo lo toreó! Cualquiera que estuviese en la plaza y no conociera la biografía del torero, habría jurado que es de Ronda y se llama Cayetano. Y no: es de Cartagena y se llama José. ¿Hay arte taurino en Cartagena? En Cartagena, está demostrado, hay tanto arte taurino como les falta a ciertos toreros sevillanos, que parecen oriundos del norte de Noruega.
El arte de torear es, también, como lo creó Ortega Cano ayer en el cuarto toro. Está convenido por ahí, naturalmente entre taurinos, que el arte sólo es "de pellizco", según definen muy gráficamente de Despeñaperros para abajo, y como la creación del diestro cartagenero no recogía esta característica, a lo mejor le ponen en entredicho.
Pero el arte no admite dogmatismos ni conoce límites. El arte es una creación libre y en toreo puede abarcar desde la sutilidad del lance alado a la solemnidad abacial de un muleteo hondo. Caramba qué cosas puede abarcar el arte taurino. Y si vale, es necesario añadir que de todo ello hubo en el toreo de Ortega Cano al cuarto toro de ayer.
Era un toro de una vez, con trapío, muy serio y agresivo de pitones, además poderoso. Es decir, un toro importante. Llegó noble y encastado al último tercio y admitía faena, como luego se vio, pero había que hacérsela. Había que plantearla en el terreno preciso y cogerle el ritmo, que es el temple del toreo. El terreno lo fijó Ortega Cano en los medios y el ritmo fue suyo en cuanto le embarcó en una tanda de redondos, de asombrosa ejecución.
La plaza ya se desbordaba en entusiasmo cuando Ortega Cano cuajó esos redondos y loquita la volvió al recrear el toreó al natural en su versión más pura. ¿Loquito estaba el público? Pues más fuera de sí lo puso el artista cartagenero con los muletazos con que devolvió el toro al tercio, y allí, con otra serie de redondos, cruzándose en el cite, parando en el embroque; mandando en el semicírculo del viaje, vaciando detrás de la cadera para ligar, apenas sin solución de continuidad, el siguiente muletazo, que aún era mejor. Después, se dobló por bajo a dos manos y ese toreo también fue de alta escuela.
Faena grande la de Ortega Cano; faena concebida e interpretada con autoridad y categoría propias de una figura del toreo. Sólo le quedaba coronarla con la estocada por el hoyo de las agujas, según mandan los cánones, y eso fue lo que faltó, qué lástima torero, porque el estoque entró bajo y tendido. Era el momento de disimular y disimulamos todos. La obra artística, con tanta grandeza concebida, no podía des- merecer por un error mecánico de última hora. La oreja estaba ganada y el diestro cartagenero dio la vuelta al ruedo bajo un auténtico clamor. El público se rompía las manos de aplaudir.
Parecía mentira que ese torero fuera el mismo que le había dados pases mediocres al primer torillo de la tarde. La inspiración es así de caprichosa. 0 quizá se trataba de que ese torillo, insignificante e inválido, no le inspiraba la torería. Hasta con las banderillas estuvo mejor en el toro serio que en el de risa. El toro primero, en efecto, había sido de risa, y así salieron otros. En todo lo que llevamos de feria, no habían salido por los chiqueros tantos tullidos. Con ellos estuvieron muy vulgares Tomás Campuzano y Yiyo, que seguramente también son oriundos del norte de Noruega. Tuvieron que aparecer los sobreros, cojos y todo, para que volviera la seriedad a la plaza. El primer sobrero derribó a un caballo, le sacó las tripas y lo mató. El segundo sobrero derribó también, y El Pimpi, que es el contratista de la cuadra, le echó una bronca al picador, que se había pegado una costalada de abrigo. Porrazo y encima gritos; hay días en que debiera uno quedarse en la cama.
Amostazada la afición con tanto cojo, la que ocupa el tendido del 7 había protestado ese segundo sobrero, que salió acalambrado. Y como después exhibió fortaleza y dio juego, la masa que ocupa el tendido 6 emprendió una pelea dialéctica con los vecinos. El 6 contra el 7, qué situación. Los del 6 voceaban mortificantes frases a los del 7, con intolerables acusaciones a sus ancestros, en tanto los del 7 les respondían «ignorantes», que en una plaza de toros es gravísima acusación, la peor de todas, y hasta puede provocar duelos en el campo del honor. El guirigay subía de tono y por los altos del 8 surgieron otros beligerantes espectadores, que se ponían del lado de los del 6. Sitiados los del 7, braceaban en todas direcciones y les faltaban palabras para replicar a tanto chillón.
Pero en esto se iluminó el ruedo y surgió la faena cumbre de un artista genial, y en cuanto empezó a crearla, ya estaban todos de acuerdo. El toreo puro obró el prodigio de llevar la concordia al acalorado tendido, y cuando acabó la corrida los antes enemigos irreconciliables pegaban la hebra y se daban tabaco. Naturalmente, la afición sesuda ilustraba con datos a la desinformada: «Que sí, le juro a usted, por mis hijos, que es de Cartagena, ¿qué quiere que yo le haga?».
Ayer cuando iba de recogida a mis aposentos, sonó en el CD del coche la copla de Rocío Jurado “Va por usted”, y me vino a la mente ese pedazo de torero que me impacto en mis años de juventud, siendo uno de los culpables para encandilarme al maravilloso arte de la tauromaquia.
En cuantas tertulias de barra, defendí y comente a varios amigos mas jóvenes, que José Ortega Cano, estuvo unos años en torero. Juro que yo lo vi.¡¡¡ que recuerdos!!!……..la faena al toro de Martínez Benavides, la corrida de la Beneficencia, mano a mano con Cesar Rincón, tantas veces repetida, mañana tarde y noche por la televisión, como el gran acontecimiento taurino de la época……..no tuve la suerte de ver la faena de indulto al toro Belador.
He defendido al diestro de Cartagena (que casi se queda en frutero de San Sebastián de los Reyes) por que es el torero, si se le puede considera en activo después de tantas idas y venidas, qué mas duro le han dado los toros, gravísimas cogidas al borde de la muerte y muchos meses en cama. Las Ventas en 1979, la de Zaragoza en 1987 y Cartagena de Indias (Colombia) en 1995, siendo a partir de entonces el declive de su carrera, el querer y no poder. Ortega Cano se despedirá “con bronca” en las madrileña plaza de las Ventas en la Feria de Otoño, 1998, lidiando en solitario seis toros de Núñez del Cubillo.
Ha sido difícil conseguir información grafica, para el montaje de este bonito pasodoble,letra de Antonio Burgos que canta Rocío Jurado, es curioso, hay más documentación con la tonadillera, programas de baile, marujeo, etc.……..que del arte de Cúchares.
Una crónica de Joaquín Vidal, buenísima, son los comienzos de entrar rotundamente Ortega Cano en la afición de Madrid.
Y ES DE CARTAGENA
Plaza: Las Ventas, Madrid
Terna: Ortega Cano, Tomás Campuzano, "Yiyo"
Toros: Ramón Sánchez; Martínez Benavides
Fecha: 25 de mayo de 1985
Cómo toreó Ortega Cano al cuarto toro. ¡Cómo lo toreó! Cualquiera que estuviese en la plaza y no conociera la biografía del torero, habría jurado que es de Ronda y se llama Cayetano. Y no: es de Cartagena y se llama José. ¿Hay arte taurino en Cartagena? En Cartagena, está demostrado, hay tanto arte taurino como les falta a ciertos toreros sevillanos, que parecen oriundos del norte de Noruega.
El arte de torear es, también, como lo creó Ortega Cano ayer en el cuarto toro. Está convenido por ahí, naturalmente entre taurinos, que el arte sólo es "de pellizco", según definen muy gráficamente de Despeñaperros para abajo, y como la creación del diestro cartagenero no recogía esta característica, a lo mejor le ponen en entredicho.
Pero el arte no admite dogmatismos ni conoce límites. El arte es una creación libre y en toreo puede abarcar desde la sutilidad del lance alado a la solemnidad abacial de un muleteo hondo. Caramba qué cosas puede abarcar el arte taurino. Y si vale, es necesario añadir que de todo ello hubo en el toreo de Ortega Cano al cuarto toro de ayer.
Era un toro de una vez, con trapío, muy serio y agresivo de pitones, además poderoso. Es decir, un toro importante. Llegó noble y encastado al último tercio y admitía faena, como luego se vio, pero había que hacérsela. Había que plantearla en el terreno preciso y cogerle el ritmo, que es el temple del toreo. El terreno lo fijó Ortega Cano en los medios y el ritmo fue suyo en cuanto le embarcó en una tanda de redondos, de asombrosa ejecución.
La plaza ya se desbordaba en entusiasmo cuando Ortega Cano cuajó esos redondos y loquita la volvió al recrear el toreó al natural en su versión más pura. ¿Loquito estaba el público? Pues más fuera de sí lo puso el artista cartagenero con los muletazos con que devolvió el toro al tercio, y allí, con otra serie de redondos, cruzándose en el cite, parando en el embroque; mandando en el semicírculo del viaje, vaciando detrás de la cadera para ligar, apenas sin solución de continuidad, el siguiente muletazo, que aún era mejor. Después, se dobló por bajo a dos manos y ese toreo también fue de alta escuela.
Faena grande la de Ortega Cano; faena concebida e interpretada con autoridad y categoría propias de una figura del toreo. Sólo le quedaba coronarla con la estocada por el hoyo de las agujas, según mandan los cánones, y eso fue lo que faltó, qué lástima torero, porque el estoque entró bajo y tendido. Era el momento de disimular y disimulamos todos. La obra artística, con tanta grandeza concebida, no podía des- merecer por un error mecánico de última hora. La oreja estaba ganada y el diestro cartagenero dio la vuelta al ruedo bajo un auténtico clamor. El público se rompía las manos de aplaudir.
Parecía mentira que ese torero fuera el mismo que le había dados pases mediocres al primer torillo de la tarde. La inspiración es así de caprichosa. 0 quizá se trataba de que ese torillo, insignificante e inválido, no le inspiraba la torería. Hasta con las banderillas estuvo mejor en el toro serio que en el de risa. El toro primero, en efecto, había sido de risa, y así salieron otros. En todo lo que llevamos de feria, no habían salido por los chiqueros tantos tullidos. Con ellos estuvieron muy vulgares Tomás Campuzano y Yiyo, que seguramente también son oriundos del norte de Noruega. Tuvieron que aparecer los sobreros, cojos y todo, para que volviera la seriedad a la plaza. El primer sobrero derribó a un caballo, le sacó las tripas y lo mató. El segundo sobrero derribó también, y El Pimpi, que es el contratista de la cuadra, le echó una bronca al picador, que se había pegado una costalada de abrigo. Porrazo y encima gritos; hay días en que debiera uno quedarse en la cama.
Amostazada la afición con tanto cojo, la que ocupa el tendido del 7 había protestado ese segundo sobrero, que salió acalambrado. Y como después exhibió fortaleza y dio juego, la masa que ocupa el tendido 6 emprendió una pelea dialéctica con los vecinos. El 6 contra el 7, qué situación. Los del 6 voceaban mortificantes frases a los del 7, con intolerables acusaciones a sus ancestros, en tanto los del 7 les respondían «ignorantes», que en una plaza de toros es gravísima acusación, la peor de todas, y hasta puede provocar duelos en el campo del honor. El guirigay subía de tono y por los altos del 8 surgieron otros beligerantes espectadores, que se ponían del lado de los del 6. Sitiados los del 7, braceaban en todas direcciones y les faltaban palabras para replicar a tanto chillón.
Pero en esto se iluminó el ruedo y surgió la faena cumbre de un artista genial, y en cuanto empezó a crearla, ya estaban todos de acuerdo. El toreo puro obró el prodigio de llevar la concordia al acalorado tendido, y cuando acabó la corrida los antes enemigos irreconciliables pegaban la hebra y se daban tabaco. Naturalmente, la afición sesuda ilustraba con datos a la desinformada: «Que sí, le juro a usted, por mis hijos, que es de Cartagena, ¿qué quiere que yo le haga?».
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