Quiso ser torero antes que pintor. Llegó hace once años a Madrid. Se apuntó a la Escuela de Tauromaquia y se dio cuenta de que la espada y la muleta no le daban de comer, entonces, «eché mano de los pinceles», dice el colombiano Diego Ramos.


Ramos dice inspirarse en la literatura, la música y la fotografía. Cuando empieza a pintar sólo cree en el impulso, luego, da rienda suelta a su arte.
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