miércoles, 28 de agosto de 2013

NUEVO OPUS DE TIERRAS TAURINAS



ADOLFO, ESCOLAR...
la huella de Saltillo


Si bien la huella de Saltillo puede seguirse perfectamente en las ganaderías contemporáneas, su origen continúa siendo un misterio. Una teoría, que aquí presentamos, ve en este encaste el fruto de una mezcla rara: casta navarra y Vistahermosa. Los primeros hubieran sido traídos de Lesaca por Picavea (ver opus 2), cuyo hijo, probablemente, habría cruzado este hato familiar con lo que entonces consideraba lo mejor de la región de Utrera. Sea como fuere, habrá que esperar a que esta teoría algo novedosa -e iconoclasta- sea confirmada, o rechazada, por la ciencia, puesto que en ningún libro o registro, revisados hasta la fecha, se ha podido encontrar prueba de semejante cruce. Lo que sí se ha comprobado de manera científica, gracias a los estudios llevados a cabo por el profesor Cañón y Julio Fernández para la UCTL, es que, de todos los encastes modernos, el único que posee un capital genético distinto al resto es el de Saltillo: en su ADN, se encuentra el famoso haplotipo H3, perteneciente al haplogrupo Y1 (ver opus 18), cuyo origen debe buscarse en el norte de Europa, mientras que no existe en los demás encastes, ya que todos poseen el genotipo oriundo del bos africano y conocido como el haplogrupo Y2.

Si Tierras Taurinas tuviera los recursos necesarios, hace tiempo hubiéramos financiado una investigación científica, consistente en comparar el ADN del antiguo Betizu -aquel predecesor de la casta Navarra que todavía existe en estado asilvestrado y más o menos salvaje en el Pirineo- con el de cualquier ganadería donde se ha encontrado el haplotipo..... Esto permitiría demostrar, de manera bastante fiable, si el toro de Saltillo es, o no, el punto de encuentro entre dos mundos: el Uro venido del norte y el Bos Africano llegado desde el sur, aunque obviamente, ambos poseen un origen común. ¿Por qué buscar entonces una contestación a este enigma? Por pura satisfacción intelectual. A fin de cuentas, los Saltillos modernos no embestirán mejor ni peor si descubrimos cuál es su origen exacto.
Sin embargo, en una época en la que la tauromaquia es reivindicada como cultura, nuestra obligación es contemplarla en toda su complejidad, y destapar las zonas oscuras que todavía persisten. Algo que hicimos, por ejemplo, tratando precisamente el encaste Saltillo, mostrando cómo había influido en la evolución de Pablo Romero. Algo que siguen negando los actuales propietarios de Partido de Resina, quienes, por supuesto, no vivían cuando la cruza se produjo en absoluto secreto. El que sí vivía, y lo contó siempre, fue El Gallo, al que Felipe de Pablo Romero y Llorente le pidió retentar toda la ganadería de Saltillo que acababa de heredar su hermana por parte de su difunto marido, el segundo Marqués. Y el “Divino Calvo” recordaba que, después de esta retienta, treinta vacas y cuatro machos de Saltillo habían sido soltados por el Marqués en la marisma de Partido de Resina, donde tenía sus propias vacas. Quedan en Sevilla testigos de la tertulia frecuentada por El Gallo, que recuerdan haberle escuchado contar esta historia.
Centrándonos en lo de Saltillo, la pregunta que debe plantearse es si, hoy en día, queda en el mundo alguna reata -o ganadería- absolutamente pura de este encaste. En teoría, cuando la viuda del Marqués efectuó la venta a Félix Moreno Ardanuy, éste se llevó lo de Saltillo puro y no lo mezcló jamás. En teoría también, cuando años antes el Conde de Santa Coloma le compró al marqués de Saltillo parte de su ganadería, mezcló lo que le gustaba con sus Ybarras, y dejó a su hermano, el Marqués de Albaserrada, las reses que menos le interesaban, pero que, siempre hipotéticamente, provenían todas de lo puro de Saltillo. En manos de José Bueno es poco probable que se produjera algún cruce, pero sí lo hubo cuando su viuda, Juliana Calvo, se hizo cargo de la ganadería, y le compró a Joaquín Buendía un importante lote de vacas para completar una piara mermada desde que uno de los sobrinos, Bernardo Escudero, se llevara la mitad a Galapagar. Es bastante probable que éstas fueran fruto de la cruza llevada a cabo primero por el Conde de Santa Coloma, y luego profundizada por Buendía. Por tanto, en lo puro Saltillo de los antiguos Albaserradas, entró la sangre de Ybarra. Victorino Martín Andrés, que sigue siendo el referente del encaste, desde que se hizo con los Albaserradas, siempre evitó aclarar este asunto, pero su sobrino Adolfo Martín Escudero lo tiene muy claro. Si en las dos ganaderías familiares persisten, por supuesto, reatas puras de Saltillo, existen otras donde la sangre Ybarra está muy presente, y cualquier aficionado puede distinguir, entre los toros que se lidian, los que tiran más hacia un lado o hacia otro, sobre todo cuando asoman en el ruedo unos animales que, perfectamente, podrían haber llevado el hierro de Buendía, tanto por sus hechuras como por esa bravura, más profunda, que demuestran en el caballo.
Este detalle nos invita a considerar si, tal y como lo decía el Conde de Santa Coloma, “lo bueno es Saltillo, lo bravo es Ybarra”. Por bueno, el Conde entendía que el toro de Saltillo poseía una forma de embestir única, con ese famoso ratoneo muy humillado que todavía conservan muchos toros, y esa nobleza viva que le permite caminar detrás de la muleta mientras el torero se la deja pegada al hocico. Algo que en México se ve muy a menudo, aunque allí también la sangre Buendía está muy presente en lo de Saltillo. Y por bravo, el Conde entendía, por supuesto, lo que cualquier aficionado puede comprobar hoy en el encaste Ybarra-Parladé cuando no se le suaviza en demasía: una bravura, a veces ruda, un empuje total a la hora de embestir, y una potencia superior a la de cualquier toro de Saltillo, la cual se explica, también en parte, por su volumen superior. No en vano, en tiempos de Guerrita y más adelante, los toreros  buscaban los “mosquitos” de Saltillo, alabando sus “suaves embestidas”, en comparación con el ímpetu, a veces más arisco, de los que procedían de Ybarra.

La combinación de esta serie de caracteres explica parcialmente por qué las ganaderías procedentes de este cruce son consideradas, en la actualidad, como las más complicadas de lidiar. Cuando consiguió el equilibrio perfecto entre ambas, Joaquín Buendía ideó un toro que poseía a la vez una gran nobleza, una bravura profunda, así como un sentido evidente que hacía del Buendía un adversario nunca fácil. Cuando el “ratoneo” bueno desembocaba en listeza, no había quien parara los pies. Y si, encima, el Buendía sacaba bravura de su fondo Ybarra, cualquiera salía corriendo. Sabiendo esto, es fácil comprender que en las ganaderías de esta procedencia donde se ha buscado la casta, salen cada temporada algunos de los toros más complicados de la cabaña brava. Esto arroja luz sobre la pasión por los cárdenos -denominador común de las distintas ramas, aunque el pelo negro siempre caracterizó a los viejos saltillos-, compartida por muchos aficionados que ven en ellos una garantía de autenticidad.
Cualquier aficionado -que no espectador- puede percibir que, en las ganaderías contemporáneas donde confluyen las dos sangres de Saltillo e Ybarra, la mezcla produce toros cuyo comportamiento varía en función de la proporción de cada una. En lo de Moreno Silva, por ejemplo, donde lo puro Saltillo, heredado de su abuelo Félix Moreno Ardanuy, ha recibido el refuerzo de vacas oriundas de Buendía, el objetivo ha consistido en utilizar estas últimas para ampliar la ganadería, entonces mermada por la medidas sanitarias, a través de un cruce por absorción, con la intención de reencontrar la pureza de Saltillo. En Los Alijares, si bien Adolfo Martín no duda en confirmar la presencia de la sangre Ybarra, es también el fenotipo Saltillo el que se busca, cuyo prototipo podría ser el famoso cuarto toro lidiado por Antonio Ferrera en el último San Isidro. En cambio, en el Monte Valdetiétar, las hechuras de muchos de los toros de Pepe Escolar demuestran que las sangres Saltillo e Ybarra cohabitan en partes iguales, y que muchos de los toros lidiados hubieran podido llevar el hierro de Joaquín Buendía. No es de extrañar: si bien una parte de la ganadería de Escolar procede de la de Victorino, la otra proviene de la muy ybarreña ganadería que el maestro Paco Camino creó a partir de la de Buendía, y que en nuestros días sirve, exclusivamente, para refrescar a la mexicana de Xajay. Más misteriosa es la procedencia de los toros de Miguel Zaballos: sobre el papel, hoy día serían de los más puros Saltillos existentes en España, lo que también se ha conseguido apurando por absorción. Y para mostrar hasta qué punto las leyes de la genética son complejas, la experiencia llevada a cabo por la familia Granier en Francia, enseña que, a base de paciencia e intuición, el hombre es capaz de recrear un encaste próximo a la pureza con fuentes, sin embargo, alejadas de ella. Lo que permite entender que la huella de Saltillo continúa conservando sus secretos.


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