“El Chicha”, “Cascorro” y Jesús Martín, eran los
banderilleros que acompañaban a “El Gallego” en la novillada que nos relata
Camilo José Cela en su sabroso cuento: “El Gallego y su cuadrilla”, que
viera la luz allá por el final de la mitad del siglo pasado. Lástima que la
novillada era sin picadores; por ello no podemos equiparar lo realizado por “El
Gallego” y lo que acontece con Javier Castaño y su cuadrilla. Pero hay símiles
en los que podemos refocilarnos.
Los banderilleros de “El Gallego” animaban a su matador a no hacer caso de lo
que el público pueblerino le exigía: “No haga caso, D. Camilo; que se arrime
su padre”, le decían cuando toreaba alejándose del novillo cuanto podía. Los
de Castaño, sacando la cabeza por la tronera del burladero, baja, muy baja,
para que sus voces parezcan que provienen del tendido, jalean los mantazos y
pases hacia fuera de su matador, como si fueran lances o naturales del gran
Manolo Bienvenida; como diciendo al matador que vale con eso, que no se arrime
más. Pena.
A diferencia de “El Gallego”, Castaño ha fundamentado su carrera en la lucha
contra ganaderías difíciles. Valor, entrega y cierta habilidad que, unida a su
natural bonhomía, eran bien recibidas por los aficionados que prefieren la
lidia a la danza. Tampoco los “Chicha”, “Cascorro” y Martín se parecen a Galán,
Adalid y Fernando Sánchez; aquellos peones, resabiados por los años, no
aspiraban más que a conservar la integridad del matador por si le sobrevenían
más actuaciones. Éstos, jóvenes, preparados y con ambiciones, ponen su labor a
disposición de Castaño para aumentar su caché con una preparación
mercadotécnica que quizás invento su apoderado, sagaz, de luenga experiencia
familiar en eso de situar la verdad en lo más alto de la consideración popular;
aunque se aleje a veces de la que anhela la verdadera afición.
Alabar con tesón las capacidades y entrega de la cuadrilla de Javier Castaño es
de justicia; el sobrevalorarla sin reparos, es ingenuidad culposa. Exactamente
igual sucede con las actuaciones del matador; por mucho que se empeñen David y
Fernando en jalearlo desde la tronera, e insistan a pesar de que algunos
afeamos desde el tendido sus voces estentóreas (lo hicimos en Bilbao en su
última actuación), el entendimiento entre toro y matador no se producirá con
esos decibelios. Castaño torea cada vez más separado; se echa los toros cada
vez más hacia fuera; persiste en su lidia fuera de los terrenos que pide el cornúpeto;
mata cada vez peor; y no se le ve con la frescura y el descaro con que antes se
enfrentaba, de verdad, a alimañas a las que pocos quieren medirse.
Tres orejas cortó en Castellón este año; mi impresión es que no mereció
ninguna. El toreo que exhibió fue superficial, ayuno de estética, mando y
pureza. Su cuadrilla, con esa ilusión con la que lidian, deleitó al respetable;
sin duda merecen atención y apoyo. De ella se deriva la cantidad de contratos
que el apoderado ha conseguido; no por la actitud del matador, cada vez más
oscuro, más tapado…; aunque siga manteniendo su valor. Madrid asistió
satisfecho a un entusiasmo general regalado por la lidia de Marcos Galán, y las
banderillas de David Adalid y Fernando Sánchez; también por la Suerte de Varas que ofreció
Plácido Sandoval “Tito de Sandoval”; de éste hablaremos luego. Los tres
banderilleros merecieron una distinción especial por su entrega emocionante; el
par de Fernando Sánchez fue magnífico. La vuelta al ruedo fue consecuencia de
los valores que deben ornar a todas las actuaciones sinceras y entregadas. La
cumbre de San Isidro 2013 fue esa actuación de la cuadrilla de Castaño, aunque
matizarla puede ser obligado para equilibrar el entusiasmo desmedido.
“Tito de Sandoval”, manejó el caballo con torería y buena monta; se gustó y
gustó al respetable. A mi manera de ver, debió cambiar los terrenos al ver la
renuencia que el burel presentaba a entrar en suerte en el tendido 8. Optó por
mover cutio el caballo, lo que gustó al público por lo torera que resulta esa
estampa del cite ortodoxo. Luego las varas cayeron traseras, y eso no lo
apreció el respetable; que puede seguir siéndolo aún ignaro. Castaño nos
ofreció una de sus virtudes más innatas: su generosidad para con el toro. Lucir
al toro sólo lo hacen los toreros que derrochan afición; tal que Castaño. Lo
hacía Esplá, viejo sabedor de que poniendo al respetable a su favor, su juicio
posterior sería más benévolo. Lucir al caballo toreando sobre él, lo hace muy
requetebién “Tito de Sandoval”; ahora debe esmerarse en poner la puya en el
morrillo; en observar bien las tendencias y terrenos del toro; y realizar el
resto como él sabe: con su verdad y con su torería.
Los banderilleros del leones de Cistierna, son dignos de alabanza; pero deben
pulirse algo más en los cites evitando las posturas demasiado forzadas; han de
perfeccionar el momento de la salida con torería; y han de jalear menos a su
matador. Tienen una afición y un valor magníficos; y debemos recordar que se están
enfrentando en la mayor parte de sus actuaciones a toros encastados, no a
ovejitas luceras. Los picadores de Castaño, “Tito” y Fernando Sánchez, deben ir
poco a poco mejorando la colocación de los puyazos, el temple con el palo, la
largada del burel tras el encuentro. Tienen los cinco de la cuadrilla
cualidades que debemos alentar; entrega que hemos de agradecer; y pequeños
defectos que debemos denunciar; la tolerancia es la puerta de la indolencia.
Juan Ruiz, apoderado de Castaño, debe insistir en pulir los defectos que hemos
señalado. La longevidad de su obra depende de esas mejoras a las que ha de
someter a la cuadrilla. Hay talentos suficientes para desarrollar una
tauromaquia ilusionante. Castaño debe insistir en su toreo de antes de la lluvia
actual de contratos; debe mejorar su forma de entrar a matar; ahora lo está
haciendo muy mal. Adalid y Fernando Sánchez deben intentar mostrarse más
naturales; también más tranquilos en las troneras… “Tito” y Fernando, ya lo
hemos dicho, han de colocar los puyazos en su sitio: el morrillo; y largar al
toro pronto tras el encuentro, que no se rompa en el caballo; que sea templado
midiendo su poder con las fuerzas de los brazos que sostienen la vara.
Muchos premios ha recibido la cuadrilla de Castaño; muchos más de los que
recibiera la de “El Gallego” del cuento de D. Camilo. Tan justos los premios de
la actual cuadrilla como los reproches que público y alcalde dedicaron a la de
D. Camilo, que así se llamaba el aprendiz de torero apodado “El Gallego”. En
estos tiempos de medianías y carencias en la exhibición de las virtudes
toreras, y en las de otros ámbitos, es justo que ensalcemos a los que pretenden
hacer las cosas bien. Destacamos, enjuiciamos y, con atrevimiento criticamos,
convencidos de que esa crítica puede ser beneficiosa para nuestra Fiesta
Nacional; y para ellos, modestos otrora…
José Mª Moreno Bermejo
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