"TOREROS FLAMENCOS"

Otros nombres, importantísimos en la génesis del flamenco, podemos añadir a los de estas dos importantes familias, el de Enrique Jiménez, "el Mellizo", no­villero, banderillero, y puntillero, y como hemos visto emparentado con los Or­tega, al casarse con una sobrina de Enrique "el Gordo" pero sobre todo creador de la Malagueña de su nombre, de los Tientos y posiblemente de las saetas y de las Alegrías tal como las conocemos y el de Francisco Fernández, "Curro Dul­ce", compañero del anterior, en el matadero, en la plaza y en el cante, cuya des­cendencia entronca también con los Ortega, pues se casa con Rufina Ezpeleta, y su hija Rufina Fernández Ezpeleta se casará con José Ortega "el Águila", en­gendrando a Manuel "el del bulto" padre de Manolo Caracol, y primo hermano de Joselito.
Ni Enrique "el Mellizo", ni sus hijos, ambos matarifes, puntilleros y grandes cantaores, dejaron su cante grabado. Su transmisión hasta nuestros días se reali­zo
a través de D. Antonio Chacón, y de Manuel Torre, ambos de Jerez, de los tres hermanos Pavón: Arturo, Tomás y Pastora "la Niña de los Peines", todos de Sevilla y sobre todo de Aurelio Selles, novillero en su juventud tanto en Espa­ña como en Cuba, con el nombre de "Rabailla," y cantaor profesional, creador de la llamada Escuela de Cádiz.
La crítica moderna acepta que el flamenco surge del "agitanamiento" de los cantes andaluces, cuando el romanticismo puso de moda al gitano.
Serán los autores de Saí­netes, entre los que destacan el gaditano González del Castillo y el madrileño don Ramón de la Cruz, los que se hagan eco de estas costumbres, las fijen, dán­doles popularidad y ayuden a generalizar palabras del corto léxico gitano.
El propio nombre de flamenco aparece por primera vez en un saínete "El tío Conejo", en 1830. En otro, "el Tío Caniyitas", de 1849, se representa el mercado gaditano, entonces en San Juan de Dios, y los vendedores cantan el pregón del Mlrabrás.
Pepe-Hillo . Vivió largas temporadas en Cádiz donde toreó desde 1775. Llegó a firmar un contrato para torear 82 corridas seguidas en la ciudad.

No es el gitano nómada, ni el de fragua, ni el que trabaja en humildes oficios el que se pone de moda, el que es motivo de admiración y por ello de imita­ción, sino el que acompaña a toreros y picadores formando parte de sus cua­drillas o toreando ellos mismos. Son los gitanos que frecuentan el matadero; puntilleros, banderilleros, picadores o incluso matadores como José Díaz Gualipia Bartolomé y José Ximénez.

Nombres como Manuel José,"él Muerto", José Díaz, "la Mosca", o estos Monge ci­tados, son los que atraen al movimiento prerromántico. A ellos se unirán sin solución de continuidad Juan de Dios, tío José "el Granaino", Enrique "el Gordo" y su copiosa descendencia, Enrique Jiménez, "el Mellizo", Curro Dulce o Aurelio Selles, entre otros, todos durante la época creadora de cantes y de estilos, es decir durante su génesis.

Serán los "hombres de bronce", los "mozos cruos", los que en sus fiestas des­pués de las corridas o en los rumbosos bautizos en que participan, o en ta­bernas y colmaos alrededor de los mataderos, van agitanando el cante anda­luz y creando el flamenco con aportaciones personales, que producirán esa enorme variedad de palos.

No es una casualidad que docenas de pinturas y grabados del siglo XIX presen­ten estas fiestas flamencas en las que casi nunca faltan toreros entre sus com­ponentes, en lo que coinciden con las dos fiestas contadas por Estébanez Cal­derón y con la madrileña del salón Vensano.

En esta génesis, que se prolonga durante todo el siglo XIX, tienen una enorme importancia los gitanos y los "gachos" del barrio de Santa María, primer asen­tamiento gitano de España, donde estos se integran perfectamente con la po­blación autóctona y por ello aparecen muy mezclados racialmente con otros andaluces, y entre estos gaditanos muy especialmente estas dos prodigiosas fa­milias los Díaz y los Ortegas. Dos familias enlazadas, cuajadas de artistas del toreo y del cante y unidas a media docena de apellidos señeros, los Fernández, Jiménez, Monge, Ezpeleta...