martes, 21 de febrero de 2012

La estremecedora fragilidad del ser



Por:  
 Es periodista de EL PAÍS. Desde 2006 escribe reportajes en El País Semanal. Durante la adolescencia sufrió un shock leyendo la biografía de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte y persiguió a Curro Romero y a Rafael de Paula hasta que ambos se cortaron la coleta. Desde entonces no persigue a nadie. Tampoco ha vuelto a ver torear tan despacio.


PaulaMarisa
Rafael de Paula, parando los relojes de Las Ventas en 1987. Foto: Marisa Flórez 

Mientras contemplaba la imponente cabeza de toro del personalísimo bazar de Eduardo Arroyo que exhibe estos días el madrileño Círculo de Bellas Artes, sobrevolaron mi memoria unas declaraciones de este pintor que tuve la fortuna de recoger hace dos años cuando elaboraba un perfil sobre Morante de la Puebla para El País Semanal. "Lo que me gusta de Morante es su fragilidad. Un torero no tiene que ser un atleta. La dificultad convierte al torero en algo sublime". Arroyo llegó a esta conclusión tras varios minutos de charla en los que, ante su manifiesta pasión pugilística (además de por el toreo con enjundia), traté de disuadirle sobre si Morante, acaso el último exponente de la magia en los ruedos, podría representar una suerte de Cassius Clay de la lidia. Arroyo tardó poco en responder: "Más bien se me asemejaría a un Sugar Ray Robinson, al que tuve la suerte de ver ya viejo en París cuando hacía su última tournée. Sobrecogía verlo evolucionar en el ring.
Sports Illustrated
Sugar Ray Robinson en sus últimos combates 



Morante, bordando el toreo de capa en Las Ventas. 21 de mayo de 2009.
Tiene razón Arroyo cuando habla de la dificultad del torero en el camino hacia lo sublime. Acaso se trata de la misma estremecedora fragilidad del ser que convertía en turbador espectáculo presenciar a Paula, Romero, y Antoñete durante sus últimos días en el ruedo. Vestidos de torear, luciendo barrigas prominentes y el rostro acartonado cuales Sugar Ray Robinson subiendo al ring en su última tournée, estos tres hombres dejaron la impronta del toreo añejo, sabio e inevitablemente asentado que llega en el otoño de la vida. Por qué quisieron seguir toreando en público (probablemente en privado nunca se deja de torear) a edades en las que otros no son capaces de abrocharse los zapatos es algo que solo ellos saben. ¿Pasión, narcisismo, dinero, simple locura? Quizá fuera esa denodada atracción por la muerte de la que hablaba Norman Mailer: "Lo mismo vale para el santo, el torero y el amante. El denominador común de todos ellos es su ardiente conciencia del presente, exactamente esa conciencia incandescente que las posibilidades ínsitas de la muerte han abierto para ellos. Una profunda desesperación late en la condición que permite permanecer en la vida tan solo abrazando la muerte, pero su recompensa es el conocimiento de que lo que acontece en cada instante del electrizante presente es bueno o malo para ellos, bueno o malo para su causa, su amor, su acción, su necesidad".
Poco importan las razones. Lo que importa es lo que dejaron escrito en el ocaso de su existencia torera. Paula fue en sus últimos días de matador un hombre sin rodillas, y por extensión sin piernas. Un torero gitano que embrujaba la música callada que José Bergamín supo escuchar en sus lances. Cerca de los cincuenta años, con tres decenios de alternativa, Paula paró los relojes de Las Ventas la tarde del 28 de septiembre de 1987, momento que recoge la fotografía de Marisa Flórez en el encabezamiento de esta entrada. Y siguió y siguió como un Keith Richards reticente a bajar del escenario. Para el recuerdo queda la tarde del 5 de junio de 1997 en Aranjuez. Ya sin piernas y casi sin cuerpo, Paula recitó con el capote su sentimiento, inspiración y locura. Él mismo intentaba explicar con su intrincado verbo su concepción del arte: "Cuando la inspiración no llega, técnicamente estoy perdío".
Antoñete, que estás en los cielos, también toreó siendo un viejo recio y altivo. Todo su parco verbo se convertía en literatura cuando sorteaba a las bestias con un simple trozo de tela en las manos. Antoñete desgranando naturales el 24 de junio de 1998, con 66 años y su mechón blanco reluciente, es simplemente un monumento a lo imposible, el milagro del toreo por encima incluso de la capacidad de respirar, prácticamente anulada por elfumeque como puede observarse hacia el final de este vídeo:
Si la imaginación propiciaba entonces soñar con carteles de toros, el cierre de una terna idílica lo rubricaba sin duda Curro Romero. Antoñete, Romero y Paula dibujaron juntos, de hecho, grandes páginas de la historia de la tauromaquia reciente en las postrimerías del siglo XX. Tan solo verles juntos hacer el paseíllo en Antequera en Agosto de 1999 representaba un desafío como pocos al paso del tiempo. Antoñete tenía entonces 67 años; Romero, 66; y Paula, 59.
Lo de Romero viejo, Faraón de Camas, fue simplemente Arte y Majestad, que cantabaCamarón. "¿Hasta cuándo seguirá Curro?", se preguntaba el respetable entre la incredulidad y el cachondeo. Y Curro solo callaba, toreando como los ángeles cuando le venía en gana. Curro desastroso y celestial, merecedor de la gloria y la bronca a partes iguales, contradictorio como la vida. Nunca tuvo miedo de tener miedo. "No me gusta la mediocridad, afortunadamente para mí", se excusaba el Faraón tras el bombardeo de almohadillas y broncas de mil pares de bemoles que seguían a cada uno de sus sonados petardos.
Curro, Paula y Antoñete, como tantos otros, llegaron a estremecer al público vestidos de torear dibujando formas imposibles, barriga hacia fuera, el paso torpe, pero el toreo profundo, viejo, imperfecto, natural, sabio, entonando una trágica melodía que recordaba a la de aquel demacrado Chet Baker dando tumbos por los escenarios de Europa y susurrando a la cámara de Bruce Weber la mejor manera de dejarse llevar. Como tantos otros mitos, Baker llegó a viejo contra todo pronóstico y sopló la trompeta hasta el final afrontando todo tipo de dificultades (como aprender de nuevo a embocar el instrumento tras perder la dentadura en una trifulca con un camello) que convertían su mera presencia en el escenario en un acto de belleza suprema. Romero, Paula y Antoñete también torearon hasta que la vergüenza torera o quién sabe si una luz racional les hizo decir basta para orfandad de los sedientos de la suerte cargada con naturalidad y empaque.
Los tres diestros se cortaron la coleta con el cambio de siglo. Pero hasta entonces, narraron en el ruedo sus propias leyendas a quien quisiera escucharlas. Dijeron lo mismo que los demás, pero de forma diferente. Más diferente aún si cabe cuando fueron viejos. ¿Veremos torear también a esas edades a los Morante, Tomás y Manzanares de hoy? De todos ellos quizá sea Morante quien, como apunta Eduardo Arroyo, con más intensidad transmite hoy esa fragilidad del ser que encauza la creación hacia lo sublime. Su compleja personalidad y su estudiada estética ya le hacen parecer hoy en la arena un torero viejo, de otro tiempo. Un día tuve la oportunidad de preguntarle qué significaba el duende para él. Respondió con voz baja en la dehesa Lo Alvaro, propiedad del difunto ganadero Juan Pedro Domecq, durante una desapacible tarde de aguacero. "Me gusta cómo hablabaGarcía Lorca del duende y del arte. El arte es pinturero, y el duende sale más de la tierra. No voy a decir que yo lo tenga, pero se tiene o no se tiene. A veces sale. Y a veces no".

Antunes: "La estructura de la corrida de toros es perfecta para una novela"

El escritor portugués, a quien los toreros le parecen poetas, ha devorado todo lo escrito sobre Juan Belmonte y tantos otros

El escritor portugués Lobo Antunes EFE / Marta Pérez

Barcelona. (EFE) - António Lobo Antunes ha publicado en España su novela ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, con la que, explica, por fin ha encontrado el libro ideal para escribir con la estructura de la corrida de toros, que le parece algo más que un espectáculo.
Antunes se muestra como una gran conversador, pausado, afable y siempre cercano, que responde a las preguntas con nuevas preguntas. "Quería hacer un libro con la estructura de la corrida, porque me parece una estructura perfecta", señala el autor, al que los toros le produjeron fascinación desde la primera corrida, a la que asistió en Barcelona cuando tenía 6 años, para ver a Luis Miguel Dominguín.
"Creo que me impresionaron la sangre y los caballos, que aún no tenían protección", recuerda el autor luso, que ha devorado todo lo escrito sobre Juan Belmonte y tantos otros y a quien los toreros le parecen poetas.
Las páginas de ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? (Mondadori) están atravesadas por la simbología taurina; y el escritor recuerda que los toros forman parte del imaginario ibérico, hasta el punto de que lo que pasó en Barcelona -la prohibición de las corridas- ha tenido una gran repercusión en Portugal, porque también hay -dice- mucha gente en contra.
Antunes reflexiona que la corrida, más allá del espectáculo, tiene sus raíces en rituales paganos y pone el ejemplo de algunos pueblos fronterizos portugueses, donde la gente mata a los toros con cuchillos y, aunque está perseguido por la policía, se sigue haciendo.
El lírico título, observa, tiene su origen en el inicio de una canción de Navidad del siglo XIX. Son canciones, sostiene, hechas por poetas populares que no saben leer; viven cerca de la frontera española y jamás han visto el mar.
A partir de la estructura de la fiesta, el autor hilvana la historia de una familia de ganaderos en el momento en el que se intuye la muerte de la matriarca, ocasión que permite a Antunes describir algunos de los reflejos de la sordidez humana.
Antunes apenas recuerda ya casi nada de la novela, pues se publicó en Portugal en 2009 y, cuando termina un libro, se queda muy satisfecho, pero no lo lee nunca, comenta al respecto de esta paradoja: "Uno escribe los libros que le gustaría leer, pero no los lee, sólo los escribe".
Atribuye esta amnesia creativa a que desde entonces ha escrito ya cuatro libros más y, para escribir un libro tienes que olvidar el precedente, si no estás haciendo una secuela del mismo. "Mi miedo es siempre estar diciendo la misma cosa, haber perdido la capacidad de renovación", comenta.
El autor de El orden natural de las cosas no puede ocultar cierta sorpresa por la gran cantidad de libros que hay en las librerías: "Es difícil escribir y me sorprende que haya tantos libros y que estemos tan lejos de la edad de oro del siglo XIX, cuando había veinte genios, en Francia, en Rusia, en Inglaterra".
Su interés por la creación literaria ahonda sus raíces en el tiempo en que, a sus cuatro o cinco años, su madre le enseñó a leer, y se maravillaba cuando situaba una palabra tras otra.
Sorprende escuchar de alguien a quien la crítica siempre ha tildado de autor difícil y complejo que reivindique como influencia fundamental de su obra los cómics, los Mandrake y los Flash Gordon, que leía en su infancia. "Los escritores son en general mentirosos cuando citan a Homero, Joyce, Ovidio o Proust entre sus influencias. En realidad, para ellos fueron más importantes las lecturas de la infancia", repone.
Sin necesidad de que medie pregunta, aprovecha la ocasión Antunes para declarar su iberismo y, como su compatriota Jose Saramago, confiesa: "Aquí me siento como en casa. La mayor parte de los portugueses no sienten la separación entre dos países", y asegura que los portugueses votarían a favor en un referéndum por una república federal para la península ibérica.
Después de esta obra, publicó en su país Sobre los ríos que van, una novela que recoge su experiencia tras superar un cáncer, una enfermedad que le ha cambiado: "Después del cáncer, ya no miento y juego al póquer con las cartas boca arriba".
"Durante la escritura, hay momentos de gran plenitud y sólo por esos momentos ya vale la pena escribir", proclama el autor de Manual de inquisidores. Sólo soy Lobo Antunes -dice- cuando estoy escribiendo, y eso es lo que quedará para la posteridad.
http://www.lavanguardia.com/

Los toros de Partido de Resina dan juego en las calles de Ciudad Rodrigo

El tercer encierro discurrió sin incidentes y con buen número de corredores
Los toros de Partido de Resina dan juego en las calles de Ciudad Rodrigo
Un cortador en plena faena con uno de los astados del encierro. / S. G. R:
La ganadería de Partido de Resina, antiguos Pablo Romero, fue la seleccionada para protagonizar el tercero de los encierros del carnaval del toro de Ciudad Rodrigo. Hacia las 11:00 cuatro toros negros y dos cárdenos salían a las calles y no completarían su periplo hasta una hora y cuarto más tarde.
En un principio, la manada se mostró unida pero después comenzarían a emplazarse y ya en la zona del Registro, justo antes de encarar la calle Madrid para desembocar en el coso taurino, los animales irían pasando a cuentagotas. El momento de mayor tensión se vivió en las talanqueras de la zona de San Pelayo cuando uno de los morlacos consiguió levantar una de las agujas más de un metro y medio aunque, por suerte, la valla quedó en su sitio cuando el animal terminó la embestida. En la zona del Registro los cortes de los corredores fueron muy numerosos y ajustados para deleite de los espectadores que poblaban la zona a pesar de ser lunes. Una vez concluido el encierro, tres de los toros de Partido de Resina volvieron a salir al coso para participar en la capea donde se intercalaron los muletazos de los 'capas', con los cortes más que ceñidos de los corredores.
En cuanto a la enfermería, la jornada de ayer fue muy tranquila. Un hombre sufrió un puntazo en la pierna en el transcurso del encierro pero, tras recibir varios puntos, fue dado de alta. Otro varón fue alcanzado por uno de los animales cuando presenciaba el desencierro desde una talanquera.

Morante, El Juli y Manzanares lidiarán toros de Victoriano del Río en Arnedo


Los diestros Morante de la PueblaJulián López "El Juli" y José María Manzanares se enfrentarán a toros de Victoriano del Río el próximo 17 de marzo en Arnedo, según ha informado hoy la organización del festejo.

Los diestros Morante de la Puebla, Julián López "El Juli" y José María Manzanares se enfrentarán a toros de Victoriano del Río el próximo 17 de marzo en Arnedo, según ha informado hoy la organización del festejo.
La feria mantiene la estructura del ciclo del año pasado con una corrida de toros el 17 y la novillada sin caballos de la final de la XI edición del Zapato de Plata, que se desarrollará el domingo día 18 de marzo.
Para la final del XI Zapato de Plata se han contratado novillos de Giménez Indarte, que lidiarán Brandon Campos, Juan David Garzón y Álvaro Lorenzo
Por otra parte, el 16 de marzo los toreros Morante de la Puebla y "El Juli" entregarán los Zapatos de Oro a Alberto López Simón (ganador del trofeo en 2010) y Fernando Adrián (2011).
(Agencia EFE)