Se dice que el joven Felipe IV sólo tenía tres cosas en la cabeza: caza, comedias y mujeres. Sobra la primera de ellas, la caza, no sólo era una afición, sino que parece ser que era casi una obsesión y en más de una ocasión arriesgó su vida detrás de algún jabalí, hasta conseguir darle muerte. También parece que en varias ocasiones, estando presente en una corrida de toros y viendo la torpeza de los diestros para matar al astado a lanzazos, el rey no dudaba en echar el pie a la arena. Y con un arcabuz, no con una lanza, disparaba al toro acabando con el sufrimiento de toro y recibiendo un sin número de aplausos y vítores por ello.
viernes, 16 de octubre de 2009
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