miércoles, 2 de diciembre de 2009
EL ENCIERRO DE CUÉLLAR
EL ENCIERRO DE CUÉLLAR
“COMO CORRER TOROS SE HACE DE USO Y DE COSTUMBRE”
Son las ocho de la mañana del último domingo del mes de agosto, en los corrales del río Cega numerosas personas se concentran atraídas por un denominador común, el toro.
Mujeres y hombres con pañuelo al cuello y jinetes sobre caballos que resoplan nubes de bruma, el sol empieza a despuntar entre los pinos y los niños y mayores terminan de encontrar el mejor lugar desde el que otear mejor la suelta. Hora exacta donde se juntan los que madrugan y los trasnochadores, los más valientes a cuerpo limpio, sin barrera que los proteja, el relente de la noche con la cochura plantada, los toros atentos a la algarabía que les inquieta, y los bueyes, sabios, organizan la manada,...
Se abren las puertas de los corrales y se inicia el primer paso del gran ceremonial que cada año los cuellaranos nos empeñamos en rememorar, los encierros de toros bravos. Como si las religiones animalistas y agrarias, de los primeros tiempos de nuestra era pervivieran en el corazón de esta villa apasionada por un culto acérrimo al toro bravo. Aviso, estoy hablando de sensaciones, del alma, del corazón, porque sobre todas las cosas los cuellaranos aman al toro, cada uno a su manera, el corredor más avezado, el mirón del balcón más alto, los asiduos de las talanqueras, el jinete más cobarde y el que los espera en el embudo o en la plaza.
Cuellar es villa mudéjar de altas torres con sus ábsides de filigrana en ladrillo y señorial Castillo Palacio de los Alburquerque, mascarón de proa de su doble recinto amurallado, lleno de ejemplos de la convivencia de las tres culturas del medievo.
Tierra de pinares, mar de pinares, por donde los toros navegan acompañados tras la suelta por numerosos caballos guiados por manos sabias de jinetes que emulan a guardas y vaqueros de otros tiempos.
El encierro transcurre a partir de aquí con quietud y serenidad, solos toros y caballos en las arenas del pinar. El gentío que hoy en día quiere vivirlo todo, abandona rápidamente los corrales para situarse a la salida del pinar unos, y en los cerros, otros, desde donde poder contemplar el paso de la manada. Pero los más, se encuentran desde la alborada en la calle, esperando la venida del encierro, porque los encierros de Cuéllar son en la calle. El traslado del ganado hasta la villa es un paso necesario que se repite como antaño, pero con el fin preciso de introducir el encierro por las calles. Mientras miles de personas se acomodan en la talanqueras, tendidos y balcones, otras muchas danzan sin cesar los tradicionales bailes de rueda, y cantan y bailan las seguidillas hechas jota del “A por Ellos”, la más popular de todas.
Rompe el encierro a campo abierto, abandonando el pinar por los estrechos pasos de “El Botiller”, o “Las Máquinas”. Es uno de los momentos de mayor expectación al finalizar el tramo más complicado y donde existe la mayor probabilidad de escape de algún toro, que busca refugio en los pimpollares o en la cercana ribera. Es el paso de la oscuridad a la luz, el final de lo desconocido.
Estamos en el descansadero, y mientras los toros rastrojean los escasos gavilleros se toma el bollo y el aguardiente, acompañando a la charla desde el caballo. Que si ese toro colorao es muy caballista, que vaya con el apretón de aquel veleto,...
El gentío que se agolpa en el recorrido urbano del encierro es multicolor, las dulzainas y las orquestas de las peñas vienen y van constantemente. Los corredores ya saben cuantos toros han pasado el pinar, si hay alguno que se queda rezagado o que despunta, hay tiempo para el último comentario y a situarse en los lugares de costumbre.
El encierro avanza por los rastrojos y perdidos, sorteando el regadío hasta asomarse por el último cerro desde el que desciende el camino de “El Terrero”. Los bueyes olfatean la proximidad del pueblo y empiezan a distinguirse los tejados y las torres.
Una de estas torres, la del Homenaje en el Castillo alberga los archivos de la Casa de Alburquerque, el Municipal y el de la Comunidad de Villa y Tierra Antigua de Cuéllar. Todos ellos salpicados de documentos que atestiguan la antigüedad de nuestros encierros, hoy declarados de interés turístico. “Los más antiguos de España” reza el lema de los carteles anunciadores, lo que suscita numerosas controversias con otros municipios por aquello del que más.
Escritos que desde el siglo XIII recogen prohibiciones, nombramientos, contratos de compra venta de toros, alquiler de balcones, celebraciones por nacimientos, bodas o victorias, ordenanzas al respecto, etc.
El año 1999 se conmemoró el V Centenario de la Ordenanza de 1499, dada por D. Francisco Fernández de la Cueva, II Duque de Alburquerque, y que así reza:
Ley XVII: que por el daño que fe hizieren con
los toros quando fe encierra non aya manqua-
dras ni otra pena.
Muchas vezes acaefce quando fe encierran toros enfta villa que fin culpa de los que los que los traen fe faze daño en panes o viñas: o otras cofas por los dichos toros o por lo ganados que con ellos vienen hordenamos que quando lo tal acaefciere non fe fagan manquadras a los dichos toros ni a los ganados que con ellos vinieren ni fe lieve otra pena alguna a los que los truxeren.
Fecho éla mi villa d cuellar a diez y nueve dias del mef d enero: año del nacimiento d nueftro falvador ihefu de mill i qtro cientos i noventa i nueve años.
Estos escritos formarán parte del Centro Documental que se está creando dentro del Centro de Interpretación de los Encierros, uno de nuestros emblemáticos productos turísticos.
El embudo constituye las puertas de la ciudad, el paso de lo salvaje a lo civilizado. Las miles de personas que desbordan las escasas talanqueras de esta zona, ocupan tejados, paredes, postes telefónicos y los cerros próximos del Castilviejo. Aparece el encierro y el murmullo pasa a ser expectante, los vaqueros controlan la manada arropándola, y los bueyes sabedores de lo que se viene encima empujan sobre las grupas de los caballos para romper al galope. Mientras, los toros protagonistas y desconocedores se aprietan contra los mansos.
Ahora el griterío es ensordecedor, los caballistas de punta se apartan, los de cola se aprietan, y la manada sin darse cuenta desemboca en el adoquín. La noticia corre más que lo toros, y en pocos segundos ya se sabe en la plaza que el encierro está en la calle.
Los corredores ya ubicados en su lugares de costumbre esperan inquietos, vislumbran los astados tras un río de gente que les precede y en consonancia a la colocación de la manada inician su carrera pausada entre los más noveles, dejándose llegar los toros para situarse lo más cerca de ellos, en un intento de que el toro se fije y ser capaz de llevarlo, de aguantarlo unos metros. La cabeza funciona muy deprisa, avisando del toro que te adelanta o del que pega un arreón, del corredor que se aparta o del inconsciente que se cruza. Son décimas de segundos y todo transcurre muy deprisa, pero aún cuando la carrera no haya sido buena, las sensaciones vividas son insuperables.
Del mismo modo las sienten los que ocupan las talanqueras y los balcones, y es que en Cuéllar, el encierro marca el principio y final de cada año, de cada cosecha que se recoge y la que se ha de sembrar. Es el sacrificio ceremonial que realiza esta villa para renacer año a año. Cuando el pregonero grita desde el balcón consistorial a los vecinos reunidos a concejo “A por Ellos”, se abre la puerta, se inicia el rito.
Finalizado el encierro en la Plaza de Toros que hasta hace cuarenta años era la Plaza Mayor, se inician las probadillas que consisten en torear a cuerpo limpio o con capa a cada uno de los toros que han participado en el encierro.
El sol empieza a picar en lo alto y es hora de refugiarse en las bodegas y limonadas, o en cualquiera de los buenos fogones de la villa. En las horas tempranas de la suelta se empezaron a encender los hornos de leña que acogen ese lechazo churro que solo en estas tierras se come. Son días de tencas, patillas y manillas, caracoles, cangrejos, empanada, escabechados, frutos de la huerta y asado, todo de por aquí acompañado de vinos de La Ribera y de Toro. El Florida, San Francisco, El Rincón, San Basilio, El Corral, Chaplin, Chavida o El Henar son centros gastronómicos de cocinas pulcras y exquisitas con cualquier paladar.
Si Cuéllar es afamada por sus encierros de toros bravos, no lo es menos por su Feria Taurina, que comienza el último domingo de agosto y se compone de dos corridas de toros, otra de rejones y dos novilladas con picadores, cartelada con ganaderías de toros serios y toreros de campanillas, no juntos, claro.
Aquí se vive el toro, hay asociaciones de caballistas, de corredores y defensores del encierro, de toreros, de peñas y taurinas. El encierro es el tema más debatido, todos los vecinos se sienten implicados y todos opinan al respecto. El encierro y los toros no los ha inventado nadie, ya existían, y todas las teorías históricas, religiosas, culturales y folklóricas que manifiestan interpretaciones sobre su origen, no han conseguido explicar todavía, porque siguen existiendo personas en el año dos mil que corren delante de toros bravos.
EL ENCIERRO DE CUÉLLAR. ORIGEN
La relación de Cuéllar con el toro es bien conocida y sus orígenes se remontan allende los tiempos en que los caballeros corrían toros como práctica cinegética o los alanceaban para festejar nacimientos de alcurnia, fiestas religiosas, visitas de grandes señores, o como preparación para la guerra, en villas fronterizas de la extremadura castellana como la nuestra. Sin embargo, lo que en la mayoría de las ciudades eran juegos de toros exclusivos de la nobleza, en Cuéllar se hacen populares permitiéndose la participación de los vecinos en el hecho de encerrar al toro. No sabemos si debido al origen de algunos de los colonos de la villa, o por prerrogativa, quizá de todo un poco, la realidad documental nos muestra que desde el siglo XVI la participación directa del pueblo es general en las fiestas de toros.La celebración de fiestas religiosas era uno de los motivos principales para correr toros en la villa, así lo corroboran diversos documentos mediante los que se ordena al mayordomo del concejo que busque toros para correr el día del Corpus y el día de San Juan. También lo fueron las venidas del marqués de Cuéllar a la Villa o las de sus padres los duques de Alburquerque; así el viernes 10 de marzo de 1536 el regimiento de la villa acuerda correr un toro para celebrar la llegada de Francisco Fernández de la Cueva, primer marqués de Cuéllar, y que diez años más tarde reafirmaría las ordenanzas de 1499 sobre el hecho de encerrar toros en la villa de Cuéllar.
El hecho de que los juegos de toros se hicieran populares y que su disfrute fuera para los vecinos de la villa, lo demuestran documentos por los que se acuerda que toros que se corrieron y no mataron se capen y se vendan. También acuerdos como el del viernes 28 de julio de 1559, por los que se encomienda al procurador de la villa que averigüe el estado del toro que se soltó el día del Corpus. El hecho de que los toros no se maten e incluso que se utilicen en más de una ocasión debe significar su uso popular, ya que la intervención de los caballeros siempre significaba cuando menos el alanceamiento del toro, lo que acabaría con la vida del animal, siendo sino desjarretado por los mayorales venatorios.
Cuéllar y su relación con el toro es una manifestación más de los juegos de toros de aquellos tiempos.
Parece bastante claro que desde el siglo XIII las fiestas de toros se convierten definitivamente en espectáculo dejando atrás su trayectoria religiosa. Desde aquí hasta finales del XVIII, cuando aparecen las primeras ganaderías de toros bravos, es decir cuando comienzan a seleccionarse reses exclusivamente para el espectáculo, la fiesta de toros en Cuéllar mantiene el encierro como festejo popular y se tienen referencia de contrataciones de toreros para dar muerte a las reses en algunas ocasiones, creemos que siempre en consecuencia con los avatares de cada tiempo, es decir, con el monedero municipal.
La villa, a pesar de prohibiciones, pestes, guerras y similares circunstancias celebra cuando puede, aunque en fechas que se modifican según lo hacen las fiestas patronales encierros de toros, relegando a un segundo plano los festejos de muerte en la plaza mayor. Malos tiempos corren en España durante el siglo XIX y primera mitad del XX como para despilfarrar en toros en localidades como la nuestra, donde la guerra, el cólera o las malas cosechas dejan vacías arcas vecinales y municipales, por lo que los toros de muerte se dan en contadas excepciones, en contra del alquiler de vacas y y novillos para correrlos por las calles y plazas. Cuéllar no es una excepción, y así en 1902 cuando con motivo de la inauguración del primer alumbrado eléctrico se intenta organizar una novillada popular no cuaja el festejo por no disponer de fondos el consistorio. Sin embargo las celebraciones patronales no lo son sin toros, y cada año hasta los 50 se presupuestan el alquiler de 12/14 vacas y la compra de cuatro novillos de muerte, que se lidian en dos días de festejos y se corren junto a las vacas en los encierros.
Con el final de la década la plaza mayor, plaza de toros durante siglos deja paso a la actual de construcción en las afueras de la villa. La nueva plaza modifica el recorrido tradicional del encierro, pero sobre todo permite organizar festejos taurinos de mayor calado al disponer de las instalaciones adecuadas, y por primera vez se organizan corridas de toros. Todas las figuras del toreo y ganaderías de renombre, desde los años 60 hasta la actualidad han pasado por Cuéllar.
EL ENCIERRO DE CUÉLLAR. PARTICULARIDADES
- La permanencia en el tiempo incluso en épocas de penuria está documentada historicamente en los archivos municipales, ducales, parroquiales y los de la Comunidad de Villa y Tierra.
- La conservación de un aspecto fundamental del encierro, la posibilidad del escape de los toros en el traslado del campo al recinto urbano. La mayoría de los encierros, y sobre todo los de las grandes ciudades, han pasado a ser meros traslados de toros ya encerrados por un recorrido urbano. En Cuéllar la posibilidad de que algún toro se quede en el campo existe, y de hecho pasa de vez en cuando, formando parte de la propia idiosincrasia del encierro. No debemos olvidar que el encierro como lo conocemos hoy en día nace de la participación de la gente de la calle durante el encierro de las reses en los corrales de la plaza de toros, muchas veces incluso al abrigo de la noche.
- El encierro de Cuéllar ha recuperado su pureza desde que volvieron a correrse los mismos toros que han de lidiarse por la tarde, característica que se perdió durante cuarenta años en virtud de las exigencias de los taurinos(toreros, empresarios, apoderados,..)
- La selección del ganado esta muy documentada historicamente hasta finales del siglo XVIII, siendo necesaria entonces, hoy en día es realizada por el consistorio y peñas de forma testimonial, a pesar de que el contrato con la empresa adjudicataria de la organización obliga a presentar el número de toros necesario para elección por parte del Ayuntamiento.
EL ENCIERRO DE CUÉLLAR. DOCUMENTOS DE MAYOR INTERÉS
Como es de suponer, ochocientos años de historia documentada, a pesar de los incendios, los traslados y el pillaje nos han dejado numerosos documentos, hoy al alcance de cualquier estudioso del tema, que resultarían muy pesados de relatar, por lo que me ceñiré solamente a tres de mayor interés.
Año 1215.- Documento del Obispo Geraldo de Segovia (Archivo Parroquial de Cuéllar) , que en su punto quinto reza:
“En quinto lugar, que ningún clérigo juegue a los dados ni asista a los juegos de toros(lude uribus). Sea suspendido si así lo hiciera.”
S. XIV.- Documento de la Reina Doña Leonor sobre los encierros de toros en Cuéllar (Archivo Duque de Alburquerque):
“Costumbre inmemorial”
Año 1499.- Ordenanzas de la Villa. Primera Ordenanza Reguladora (documentada) de los encierros.(Archivo Municipal) :
“Por los daños que se producían en las tierras de labor(panes y viñas), cuando se encerraban toros, no se podían imponer penas a los ganados y las personas que los traían”.
EL ENCIERRO DE CUÉLLAR. ESTRUCTURA
1.LA SUELTA
A las 8:00 horas se suelta el encierro que se encuentra en los corrales del río Cega. Se pueden visitar las vísperas, descansando siempre dos encierros en las instalaciones.
La gente se agolpa en la puerta y alrededores sin protección física de ningún tipo, sencillamente se apartan cuando sale la manada a galope para encontrarse con los caballos que la intentaran parar lo antes posible.
2.EL PINAR
El encierro transcurre por un tramo de pinar de aproximadamente dos kilómetros, donde solo los caballos conducen la manada. Algunas personas hacen el recorrido a pié siempre atentos a algún pino por si acaso. Los vehículos están totalmente prohibidos, pudiendo situarse en zonas alejadas del recorrido. El final de este tramo lo constituyen hasta tres posible pasos sobre el arroyo Cerquilla, en los que debido a su estrechez se galopa la manada, dando paso a las tierras de labor.
3. EL DESCANSADERO
Una vez pasado el pinar y dependiendo de lo tranquilo que venga el encierro, se para a los toros en algún rastrojo, donde mientras los astados ramonean la paja, los de a caballo le dan al bollo y al aguardiente. Habitualmente no se mueve el encierro hasta diez/ quince minutos antes de las 9:30 horas, en las que romperá el encierro en la calle.
4.EL EMBUDO
En Cuéllar la zona que une el campo y la ciudad se la llama embudo, en virtud del estrechamiento que se produce cuando inician los toros la carrera por el adoquín. Es una zona muy vistosa donde los caballistas deben poner todo su celo para cerrar todos los huecos posibles por los que se pueda marchar algún toro, evitando los garrochazos y procurando que la manada no rompa a galopar hasta estar cercana a la calle, lo que contribuirá a que el encierro sea más vistoso y rápido por recorrido urbano. A pesar de ser una zona peligrosa se concentra mucha gente por la plasticidad de caballos y toros.
5.LA CALLE. RECORRIDO URBANO
Una vez que la manada está en la calle nos esperan 970 metros de emoción, que transcurrirán muy rápidos por la calle Resina, lugar donde se concentran menos corredores, y en general los de mayor experiencia. De la Plaza de los Coches a Las Parras constituyendo esta una subida donde se estrecha el recorrido y la manada suele tomar velocidad adelantándose los toros. Es el tramo más espectacular y peligroso por la concentración de corredores, la escasez de talanqueras y el paso de los astados. Estamos en el cruce y Paseo de San Francisco que junto con la Avenida de la Plaza de Toros muestran un perfil recto e incluso de ligero descenso, y donde la manada empieza a acusar el esfuerzo y disminuye el ritmo hasta desembocar en la Plaza de Toros. Es una zona muy concurrida de corredores, sobre todo los más jóvenes pudiendo realizarse vistosas carreras muy cerca de los toros.
EL ENCIERRO DE CUÉLLAR. DATOS DE INTERÉS
El primer encierro de cada año se corre el último domingo de agosto
Se celebran cinco encierros que se lidian por la tarde. El festejo de rejones se corre en puntas.
Declaración de Festejo Tradicional y de Interés Turístico
Organización con Empresa Taurina y Ayuntamiento en El Encierro
Vallado de hierro único y dotación sanitaria importante
Mil quinientos cuellaranos pertenecen a diferentes asociaciones vinculadas al Encierro de Cuéllar
Centro de Interpretación de los Encierros
En Cuéllar los niños juegan a los toros
Trabajo realizado y cedido por gentileza de Francisco Salamanca
Fuente:Javier Salamanca
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