sábado, 29 de mayo de 2010

Madera de superviviente

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  • Navarro Talegón ensalza el proyecto de restauración, que ha permitido devolver al recinto «dignidad, encanto y fascinación»..

  • La decadencia de la ciudad en el siglo XIX fue clave para la conservación del coso de Toro, un hito de la arquitectura taurina
La decadencia de Toro en el siglo XIX permitió conservar la antigua plaza de toros de la ciudad, que se ha convertido «en un hito de excepcional interés testimonial» en la historia de la arquitectura taurina. Esta es una de las conclusiones a las que ha llegado el historiador José Navarro Talegón, que recientemente participó en el seminario 'Arte y Arquitectura en Toro' organizado por Proculto.
El salón de actos de la Casa de Cultura se quedó pequeño, seguramente por la expectación que suscita la próxima reapertura del antiguo coso taurino, el 18 de julio. Navarro Talegón explicó que la primera plaza de toros de la que tiene constancia fue construida por Pedro Ribera en Madrid, proyecto que «se ha perdido, aunque queda mucha documentación».
Este primer coso data del año 1737, era desmontable y de madera, y se instaló para tres corridas, de las que se obtuvo un beneficio de 100.000 reales, que fueron destinados a reconstruir un puente sobre el río Manzanares, paso necesario para que los fieles pudieran rendir culto a la imagen de San Isidro.
Con capacidad para 10.900 personas, la plaza sirvió de modelo a la que seis años más tarde se construyó también en Madrid, junto a la puerta de Alcalá, y que fue utilizada desde 1743 hasta 1749, año en el que Fernando VI ordena a Ventura Rodríguez que la restaure, «pero con aparejos duraderos», convirtiéndose así en el modelo del coso taurino de Toro.
Esta última, subrayó el historiador , «es un hito en la trayectoria de los cosos taurinos, pero no es el modelo». Sí es «un monumento singular y espejo de cómo eran los cosos de naturaleza similar que fueron suplantados por otros». La plaza de Toro guarda algunas similitudes con las plazas ochavadas,porque son edificios que «no desdicen del entorno, sino que se integran y no tienen fachada, por lo que no tienen nada que ver con las denominadas monumentales, como la de Las Ventas de Madrid».
De hecho, la de Toro «está implantada dentro de un antiguo corral de labranza y tiene aspecto de vieja corrala», indica Navarro Talegón. Al igual que el teatro Latorre y el salón de bailes colindante, el antiguo albero toresano fue promovido por el Hospital General de Nuestra Señora de las Angustias con el objetivo de recabar recursos económicos que pudieran potenciar el ejercicio de la beneficencia.

Conjunto insólito
Estos inmuebles, explicó Navarro Talegón, «componen un conjunto insólito e interesantísimo de arquitectura lúdica popular, ambientado, además, en una plaza coetánea que adquirió su configuración actual tras la desamortización de Mendizábal de 1835 y la consiguiente privatización y demolición del imponente convento de San Francisco el Grande».
La plaza de toros, prosiguió, se planteó sobre la parte posterior del solar que ocupó el antiguo palacio de los Bazán, reparado a comienzos del siglo XVIII, cuando pertenecía a la marquesa de Peñalba. Algunos «despojos» de cantería y madera de esta noble mansión fueron reutilizados en la construcción del coso. El proyecto se concibió con criterios estrictamente funcionales, sin grandes pretensiones y «con gran pobreza de medios».
Su construcción se inició en el mes de marzo de 1828, bajo la dirección del alarife local Agustín Díez Tejeda, y la plaza fue inaugurada en agosto de ese mismo año. El aparejo empleado en el alzado del coso taurino impidió que éste configure un cilindro perfecto, «a pesar de partir de una planta circular trazada a cordel», subrayó Navarro Talegón.
A pesar de las cautelas del promotor del antiguo coso, pronto los materiales utilizados «y el esqueletaje orgánico», tan sensible al agua, el sol o los cambios bruscos de temperatura, generó preocupación tanto entre los representantes de la propiedad como entre los contratistas de espectáculos taurinos, según evidencian las sucesivas obras de reparación ejecutadas en el recinto y registradas en el libro de acuerdos de la Junta Municipal de Beneficencia, de 1849 a 1861, y que se conserva en el archivo municipal de Toro.
Aforo pequeño
Además de la inseguridad que presentaba el edificio, según explicó el historiador local, otro problema que preocupó a sus gestores fue su reducido aforo y «la menguada rentabilidad». Por estos motivos, en el año 1850 se llegó a plantear la posibilidad de construir una nueva plaza, pero esta idea fue desechada pronto «por motivos de peso», como la decadencia de la ciudad tras perder la capitalidad de provincia, la escasez de recursos económicos del Hospital y «la inseguridad jurídica que para la propiedad del inmueble suponían los criterios desamortizadores de muchos gobernantes», señaló Navarro.
Así, un año más tarde, en 1851, se decidió consolidar la plaza de toros y se encomendaron estos trabajos de restauración a su autor, Agustín Díez Tejeda. Cuatro años más tarde, el inmueble paso a pertenecer al Estado, tras la desamortización de Madoz, aunque la transmisión no se hizo efectiva entonces y el hospital la siguió administrando hasta 1879, año en el que fue adquirida por 8.690 pesetas por Custodio Rodríguez Barba, vecino de Fuentesecas y testaferro de dos toresanos, Mariano Traver y Lozano y Cipriano Camarón García.
El coso taurino pasó entonces a pertenecer a estas familias toresanas hasta el año 1941, cuando fue vendida a otro vecino de Toro, Valeriano Cuadrado, que lo adquirió por 10.000 pesetas, «según consta en la escritura», matizó el historiador. Cuatro años más tarde fallece Valeriano Cuadrado, que deja en herencia la plaza a sus cuatro hijos, que la mantuvieron hasta que fue posible alcanzar un acuerdo con el Ayuntamiento para su venta, después de permanecer durante varios años cerrada para la celebración de festejos taurinos por su inseguridad y grave deterioro.
Según concluyó Navarro Talegón, el antiguo coso taurino de la ciudad, que será reinaugurado el 18 de julio con una corrida de toros, «es un todo un hito excepcional en la historia de la arquitectura taurina por haber desaparecido otros ejemplares parecidos, suplantados por propuestas más recientes o por haber sido alterados».
Además, elogió el trabajo realizado por los arquitectos Pedro Lucas del Teso y Claudio Pedrero, autores del proyecto de restauración del inmueble, que será financiado por la Junta y que ha permitido a la plaza «recuperar dignidad, encanto y fascinación pero manteniendo su mismidad».
MARÍA JESÚS CACHAZO
TORO.

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