Para iniciar una corrida de toros nos debemos remontar en primera instancia al traje de luces que se visten los toreros de a pie, este debe su nombre a los efectos brillantes que sus adornos producen al reflejar la luz. Hasta el siglo XVIII estaban confeccionados en ante, pero desde entonces y hasta hoy, se hacen de seda y se adornan con oro o plata. La influencia de modas extranjeras no traspasó los límites de las plazas, cuyo estilo de vestir quedó al margen del de la calle.
Los colores del vestido de torear o traje de luces tienen un sentido especial para cada torero. Del amarillo al grana, de la superstición al valor, la «coraza del héroe», su segunda piel, es un universo emblemático.
Si el diseño del traje de luces tiene como finalidad resaltar el canon atlético, el color del mismo es un guiño que, incluso, puede acentuar o disminuir su carga dramática. La elección del color suele ser un hecho sumamente importante para el torero. Es conocido que el hombre experimenta efectos psicológicos ante los colores, hasta el punto de que se ha comprobado que el ambiente azul es sedante y el rojo estimulante. Charles Henry afirmó que «los colores despiertan la sensación de placer o de obstáculo». El torero, como ser humano, no es ajeno a ello, y en la elección del color de cada traje incide, en gran medida, hasta su estado de ánimo.
El Amarillo y las Superticiones
El amarillo, que para Goethe tenía un significado de nobleza, ha representado para otros los celos, el adulterio y la traición, así como la sabiduría.
Los colores del traje de luces, además de resaltar la belleza de éste, han representado desde el valor hasta la superstición. El negro, que habitualmente manifiesta luto, ha sido lucido por muchos matadores simplemente por gusto.
La mayoría de toreros evitan el amarillo siguiendo una tradición que proviene del teatro: Moliere se indispuso y falleció en una representación de su obra El Enfermo Imaginario estando vestido de amarillo. Desde entonces, en el mundo del teatro y, posteriormente, de la tauromaquia, ha sido un color tabú en la indumentaria. El diestro mexicano Alberto Balderas vestía de amarillo canario y plata cuando fue corneado mortal-mente en La México el 29 de diciembre de 1940. En época más reciente lo han utilizado con excelentes resultados los hermanos Luis Francisco y Juan Antonio Espía; y, en la temporada de 1994, también lo vistió Jesús Janeiro «Jesuíta de Ubrique», lo que para algunos de sus compañeros del escalafón de matadores de toros resultaba como una provocación. Luis Miguel Dominguín, en cuanto a la superstición, menciona la siguiente anécdota: «Corrida en Melilla. Traje morado y oro de estreno, cornada en el muslo. Regalé el traje nuevecito a mi hermano Pepe. Cornada para Pepe en Algeciras. Pepe lo regala a un novillero, cornada para el novillero en Zaragoza. Pasa a ser traje de alquiler, anda por plazas, cada vez de menos categoría, por donde va dejando rastros de sangre y olores de tragedia. ¡No, morado, no!, por si acaso. No sé si el morado es "gafe" para mi, ¿pero qué trabajo cuesta prescindir de él?
El color rojo es uno de los que tiene más tonos en la confección de vestidos de torear
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