viernes, 15 de octubre de 2010

Los Toros en el Cine

Escrito por Xavier González Fisher on abr 4th, 2007 y archivado en Taurino

Hace algunos años, en una sesión del Centro Taurino México España, alguno de los asistentes a la tertulia afirmó que el llamado Séptimo Arte, era el que más daño le había hecho a la fiesta de los toros, principalmente por no haber sabido representar en su exacta medida los valores intrínsecos de ella y por redundar en lo externo, en lo que solo es apariencia, sin penetrar a la sustancia misma del toreo.

Definitivamente creo que nuestro contertulio se refería a la faceta argumental del cine taurino, porque existe otro aspecto, de indudable valor, en el que el cine sirve de medio de difusión y engrandecimiento de la fiesta y este aspecto es el que se refiere al cine documental, que sin pretensión de construir una historia, nos presenta acontecimientos en la forma en la que sucedieron, perpetuándolos para el conocimiento de las generaciones futuras y para gloria o vejamen de sus protagonistas. Prueba de ello lo son las conocidas filmotecas de José Gan y Fernando Achucarro en España y la del Licenciado Julio Téllez y la de los sucesores del siempre buen amigo Ramón Avila Salceda en México.
El cine taurino argumental difícilmente ha rebasado las fronteras del melodrama de folletín, en el cual el muchacho pobre que aspira a ser amado por la hija de potentados, a través de derrochar valor y gallardía delante de las astas de los toros tarde a tarde, consigue la gloria y el dinero y como consecuencia de ello, la posición social necesaria para culminar sus aspiraciones sentimentales.
Existen varios ejemplos de esa clase de culebrones, partiendo todos de Currito de la Cruz, la obra de Alejandro Pérez Lugín el célebre Don Pío, llevado al celuloide en varias oportunidades. Sangre y Arena, de Vicente Blasco Ibáñez (1922), en su primera versión fue protagonizada por Rodolfo Valentino y que en su remake de 1941 fuera estelarizada por Tyrone Power y en su día parodiada por Cantinflas, el mejor torero bufo de la historia, en Ni Sangre, ni arena. La Hora de la Verdad, con Ricardo Montalbán (1944); Un Domingo en la Tarde (1938) y Toros, Amor y Gloria (1943), estelarizadas por el Califa regiomontano Lorenzo Garza, que además fue acreditado como el autor del guión de esta última y Mi Reino por un Torero (1943) con Carlos Arruza, son otras muestras de esta manifestación de cine taurino.Como se aprecia de los anteriores ejemplos, todas esas películas se refieren principalmente a enredos sentimentales entre toreros y bellas damas, pero al aficionado le resulta evidente que ni se penetra al fondo de las cosas de la fiesta, ni se intenta siquiera desentrañar su verdadero sentido.
Algunos realizadores se ha preocupado por otros aspectos del torero como protagonista de la fiesta. Francesco Rossi realiza en 1964 Il Momento de la Veritá (El Momento de la Verdad), teniendo como protagonista a Miguel Mateo Miguelín y en la trama intenta desarrollar el aspecto sociológico de la fiesta, al presentar el caso de un joven andaluz que sale de su medio rural hacia la ciudad, con el objeto de ser alguien. Al fracasar en varios intentos, el protagonista decide hacerse torero, pero dejemos que Tomás Pérez Turrent nos explique esto:
estamos muy lejos del elegido. Es un desesperado que encuentra una vía única para escapar a su destino. El torero a base de valor triunfa y finalmente es matado por un toro . . . Como lo había hecho en Salvatore Giuliano anteriormente, Rossi analiza un mito . . . El torero no es el elegido que obedece a una vocación de sangre y muerte, es un trabajador que busca sacar la mayor cantidad de dinero de su corta carrera para integrarse a la clase de poseedores. Pero no es nada mas esto, si así fuera, el personaje podría ser un boxeador o un futbolista. El propósito de El Momento de la Verdad es describir la carrera del torero en paralelo con la sociedad en que se da. (Revista de Revistas, número 3912, 18 de enero de 1985, Pág. 44).
Como podemos deducir de la crítica de Pérez Turrent, la fiesta de toros no es mas que un escenario para esa cinta en particular, sin que se intente penetrar en el ambiente taurino mas allá de lo estrictamente necesario y por ello, la película tampoco entra al fondo de las cosas, quizá por la visión parcial que de la misma se nos ofrece en ella.
Hay dos películas realizadas en torno a la fiesta de toros en las que a mi juicio sí se trata de revelar en algunaforma los valores intrínsecos de esta manifestación cultural de nuestros pueblos. La primera de ellas es Torero (1956), producida por Manuel Barbachano Ponce y dirigida por Carlos Velo. En Torero, se trata de mostrar de alguna forma la psicología del que se viste de luces. Jorge Ayala Blanco atinadamente comenta que Carlos Velo intenta descubrir en este filme la densidad propia de torero como ser humano y el resultado es que en gran medida el personaje fílmico y la persona real logran una real identificación. Sobre esto afirma Ayala Blanco:
No estamos aquí frente a la fiesta brava llena de colorido y enormes atributos folclóricos. (La Aventura del Cine Mexicano.- Edit. Posada, 2ª Edición, México 1979, Pág. 285).
Es decir, la realización de Velo (co – argumentista junto con Hugo Butler), penetra mas bien en la realidad humana del torero, dejando de lado el oropel que en ocasiones envuelve a la fiesta y a su ambiente.
La otra película a la que me he referido, es un documental realizado por Budd Boetticher titulado Arruza, mismo en el que se ilustra en buena forma lo que fue la vida de Carlos Arruza, haciendo énfasis en los últimos cinco años de su vida. Cabe señalar que este documental quedó trunco debido a la muerte del torero en un accidente automovilístico. Debo agregar aquí que Arruza reivindica cinematográficamente al torero, después del patético resultado obtenido en Mi Reino por un Torero.
En Arruza se toma una visión más global de la vida del torero, enfrentando no nada mas su propia angustia como protagonista de la fiesta, sino también las de aquellos que lo rodean. Recuerdo un pasaje en el cual el Ciclón Mexicano, ya retirado de los ruedos, recorre a caballo y vestido de charro, los cerrados de su finca de Pastejé, acompañado por su esposa. Un utrero se corta de la piara y para evitar un desaguisado, Arruza lo encela con el caballo para reunirlo con sus hermanos. Al observar esto, su mujer comenta angustiada su presentimiento de que la paz hogareña iba a estar en peligro. Eso que hizo Arruza, lo vivió de niña en Andalucía y se llama toreo a caballo, el que practican los rejoneadores. El tiempo le daría la razón a la esposa del torero, pues este inició una brillante carrera como representante del Arte de Marialva. Por otra parte, Arruza es un excelente documental ilustrativo de la técnica del torero que la protagoniza y es indudable su valor didáctico para los aspirantes a conocer la fiesta.
Concluyo afirmando que quizá el cine argumental ha podido dañar a la fiesta de toros al presentarlo exclusivamente como un espectáculo propio del folklore de una serie de pueblos, pero igualmente ha contribuido a engrandecerla, ya que los documentos fílmicos relativos a su historia y a la de sus protagonistas, son la mejor herencia que los aficionados hemos podido recibir, pues ellos nos permiten conocer mas a fondo el arte de todas las artes que es la fiesta de los toros. Suerte y hasta una nueva oportunidad.

1 comentario:

Xavier González Fisher dijo...

Blanca: Gracias por traer al recuerdo esto. Ya tiene algunos años de haber sido publicado por primera vez en "El Heraldo de Aguascalientes" y después en el sitio del amigo Gustavo Arturo de Alba. Supongo que lo habrás encontrado vigente aún.

Saludos.