Res publica benaventana
En todas las primaveras, desde donde se pierde el hilo de mis recuerdos hasta este renacer benaventano que experimento ahora, siempre, a medida que las florestas se cuajaban del natural colorido e iban apareciendo en la prensa escrita, siguiendo el ritmo del tiempo, los carteles de las ferias más famosas, con sus toros, majas y toreros pintados que incitaban a asistir a los espectáculos taurinos, he sentido un hormigueo indescriptible en mi ánimo; los toros han formado parte importante de mi ser, de mi entender la vida como persona. Puedo decir, desde lo más hondo de mi corazón, que los toros, el animal totémico e inaprensible, despiertan en mi lo arcano y primitivo desde un miedo teñido de respeto y admiración singular a la fiera.
Lo cierto es que desde el bisonte de Altamira a José Tomás, hay una línea seguida que comienza en la hambruna del hombre cavernario y llega a la singularidad de un natural desmayado, ciñendo el toro al cuerpo del torero, en un cambio de dirección de la embestida del morlaco, en ejercicio de valor y dominio templado de la fiera, dándole ritmo al tiempo como en un poema o una sinfonía. Dice el torero gitano, Rafael de Paula, que «se torea a compás, como se baila y se canta, a compás». Y eso es arte, porque el arte, es una emoción profunda transplantada del actor al espectador a través de la impresión que suscita la belleza en todas sus formas. Valle-Inclán, decía: «Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros, sería magnífico. Si hubiese sabido transportar esa violencia estética, sería un teatro heroico como "La Iliada"... Una corrida de toros es algo muy hermoso». Y García Lorca, subraya, «los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo».
No entiendo a esos personajes que desprecian tradición e historia, esos enardecidos en una acción desconsiderada que exponen sus personales teorías donde no los llaman ni los quieren oír, esos que en nombre de la libertad de expresión van buscando la disputa en la inoportunidad del momento; esos grupúsculos de reacciones irrespetuosas con los que sentimos los toros, esas personas que pretenden imponer su visión y sus prejuicios sobre una mayoría abrumadora que callando les da una muestra de educación y civismo, aunque se sientan agredidos en lo más íntimo; esos que lloran la muerte de un animal y no gritan ante el vil asesinato de miles y miles criaturas arrancadas del claustro materno. A esos, les digo que ante su presencia invoco al poeta sevillano Fernando Villalón, para que desde el cielo, entre sus toros de ojos verdes, nos proteja de sus delirantes entrometimientos.
Hoy, cuando Benavente sueña Toro, vuelven a palpitar las viejas sensaciones casi olvidadas en la larga y forzosa lejanía; hoy, en ese regreso a esta tierra soñada tantas veces en la distancia, esta tierra de la primera juventud, cuando de niños, jugando al toro, aprendíamos la tradicional tauromaquia benaventana de maroma con una cuerdecilla; hoy, se despiertan las vivencias familiares, los afanes de mi tío Benito, (Viruta), aquel hombre que junto a un grupo de benaventanos se jugaron hasta la posibilidad de la cárcel, en tiempos de la dictadura, por seguir corriendo el Toro del Corpus, saltándose las leyes vigentes, aquel toro que pagaba el pueblo y los comisionados iban pidiendo casa por casa; y los vaivenes de mi padre, Víctor Pajares Fidalgo, con las distintas comisiones por los campos salmantinos. Tengo unas viejas fotos de mi padre con Julián Juárez, los jovencísimos Manolo Lozano y Gildo, y alguno más que no conozco, como delegados para la compra del toro en fincas salmantinas; hoy, cuando tiemblo de emociones definidas en torno a tantos recuerdos, no puedo por menos que pensar en aquellos hombres que se fueron y permanecen en el anonimato cuando merecen, por sus esfuerzos, un recuerdo cariñoso; es más, alguno vive, Dios quiera que muchos años, y pregunto: ¿Cuándo se les hará un homenaje de reconocimiento en vida, por los jóvenes que hoy mueven la fiesta con sus estrepitosas peñas y charangas? ¿Alguna vez se volverá a la formalidad de antaño, lejos de manirrotas groserías?
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