jueves, 15 de septiembre de 2011

Apuntes sobre la Tauromaquia y la Flamencología


No hay ninguna duda de que la relación entre el mundo del toro y del flamenco es histórica y de que han recorrido en muchos momentos caminos paralelos. El flamenco tiene mucho que ver con el toro, no solamente en las relaciones personales entre toreros y cantaores, sino también en que son expresiones culturales nacidas desde el mismo concepto de la inventiva de lo popular. Ya en otro tiempo, por ejemplo, el matadero de Sevilla era un vivero del que salieron muchos toreros y la afición al cante se compartía en los bares a los que iban los matarifes.

Muchos son los estudiosos que han reflexionado y ahondado acerca del paralelismo de la tauromaquia y la flamencología. A finales del siglo XVIII, el torero José Díaz Jorge 'Agualimpia' se casaba en Cádiz con la cantaora María Cantoral 'La Cantorala', en la que podría ser la primera boda entre un torero y una cantaora. Y algunos ejemplos hay en la saga de los Gallo, pues Rafael Ortega 'El Gallo' contrajo matrimonio con la bailaora Pastora Imperio como José Gómez 'Joselito' lo hizo con la también bailaora Gabriela Ortega. Y así hasta llegar a nuestros días, en el que el torero Javier Conde lo hizo con la cantaora Estrella Morente.

Entre los estudiosos, ya Blas Vega y Fernando Quiñones afirmaban que «la similitud de ambientes, climas, personajes y hechos tauroflamencos nos llegan por los caminos más imprevistos». El cantaor Joaquín Tabaco, de Álora, fue jaleado taurinamente y sacado a hombros de un café de Sevilla. Y se cuenta que un solo arranque anónimo «por soleares» en La Maestranza sevillana engrandeció en cierta ocasión una majestuosa faena de Cagancho. También Manolo Caracol dijo en su día que «mi ideal sería que, al ver torear por derecho, se sustituyera la música de viento por unas buenas seguiriyas mías». Y el cantaor Aurelio Sellés 'Aurelio de Cádiz' decía que «en el siglo pasado se cantaban en Cádiz unas alegrías especiales para la noche de los encierros cuando venían los toros andando, las cantábamos entre siete muchachos».

El hispanoargentino González Climent observaba que podía contemplar dos maneras, dos estilos que coexisten en los toros y el flamenco. La escuela cordobesa, de estilos sobrios, basada en el clasicismo y la estática. Y otra, la escuela sevillana, de maneras más floridas y dinámicas. Representantes de la primera escuela podrían ser, entre otros, Joselito, Belmonte, Domingo Ortega y Manolete; con epígonos flamencos en el Fillo, Chacón o Antonio Mairena. En tanto que los 'duendes' e inspiraciones sevillanistas de Cagancho, Rafael 'el Gallo' o Pepe Luís Vázquez serían equiparables, en el cante, a los de Manuel Torre, La Niña de los Peines o Pastora Imperio.

En esas suertes de la lidia, en relación con los cantes, que también ha estudiado Alfredo Arrebola, el toreo al natural podría equivaler a la soleá y a la seguiriya. Así, el estilo de los toreros levantinos trasuntaría en cierto modo los duros cantes de su región, mientras que en el hacer de Pepe Luís Vázquez, Antonio Bienvenida o Pepín Martín Vázquez podrían intuirse las bulerías. En la historia tauroflamenca se dice que Curro Puya toreaba por seguiriyas; mientras que Cagancho, por soleares.

La relación entre el planeta de los toros y el mundo del cante se puede apreciar en los términos comunes que utilizan ambas artes, como son el temple, los tercios en lo que respecta a alargarlos o recortalos, y el sentido de remate y, cómo no, el del desplante que tan característico es del baile.

Hace algunos años, el gran maestro Pepe de la Matrona afirmo que «a la seguiriya le doy el título de toro de casta pastueño, porque deja al torero colocarse como quiera, por su rítmica -que tiene más espacio-; y a la soleá la llamo el toro bravo de casta, que es muy difícil de saberlo torear para hacer y deshacer dentro de su ritmo, porque es con más precisión, que le da menos sitio al que canta. Los dos cantes son de casta, pero uno deja torear y el otro no». Ahí queda eso.

Y aquí queda el cante de otro grande, don Enrique Morente, por tangos, en su último disco: «La tarde que mataron al Espartero, / Belmonte, que era niño se quedó quieto / Tan quieto que el torero/ que en él había/ cuando veía un toro/ no se movía».
 
PATRICIO PEÑALVER



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