jueves, 16 de febrero de 2012

La religión de los toros

El mundo de los toros es una religión que oficia como tal, esto es, que se crece con las dificultades: cuantos más palos ponen los «contras» en la rueda, a más velocidad avanza el carro (sic). La frase no es mía, se la escuché hace tiempo al maestro Andrés Vázquez y creo que tiene razón, al menos define con gracia lo que pasa en Zamora desde hace unos años. Cada vez hay menos festejos y seguramente quedan menos aficionados, pero los que hay son más activos, profesan con orgullo, defienden lo suyo sin miedo, sacan pecho, como neófitos convencidos de que están en poder de la razón. 
En Villalpando, el sábado, se vivió un nuevo acto de fe. Astauvi, la asociación taurina local, homenajeó al torero local. Andrés Vázquez recibió el primero de los muchos reconocimientos que va a cosechar este año, cuando se cumple el cincuenta aniversario de su alternativa en Madrid. El homenaje hace justicia a quien ha llevado por todo el mundo el nombre de la villa terracampina, otrora cuna de la Castilla imperial y sede del condestable de las Españas y agora municipio que lucha por salir adelante en un mar, ya no de espigas, sí de confusiones. 
«El Nono» recibió el calor de sus vecinos (muy de agradecer en un noche gélida) y de un elenco de toreros, novilleros y empresarios ligados a su historia reciente. La atención, aparte del homenajeado, se la llevó con todo merecimiento Santiago Martín «El Viti», un torero que, con Andrés Vázquez, está en el libro de oro de la tauromaquia del siglo XX y que ha sabido cumplir años con señorío, guardando un tesoro de conocimientos, que deja caer con la parsimonia que da la sapiencia aprendida entre el maremágnum de los bordes de la vida. 
El mundo de los toros, del que en muchas ocasiones se ha dicho que vive apresado por las esposas que usan pillos y «lazarillos» que vivaquean en todos sus intersticios, no está exento de grandeza y tiene, como toda religión, una nómina abundante de santos sin peana. El ejercicio del torero tiene la virtud de cultivar a sus ejercientes. Ahora no tanto, pero antes se daba mucho que quien se iniciaba en el arte de la tauromaquia no estaba sobrado de conocimientos y cultura. No obstante, después de una larga carrera y de pasar por plazas de mil pelajes y vivir un montón de experiencias variadas, los toreros, los sacerdotes del arte de Cúchares, acababan doctorados en conocimiento. Mil ejemplos tenemos de toreros ignorantes en sus inicios que acabaron ejerciendo, y con razón, como intelectuales, al final y después de sus carreras. 
No sé si «El Viti» y Andrés Vázquez tuvieron tiempo de cultivarse antes de perderse como maletillas anónimos entre capeas y tentaderos, pero de lo que sí doy fe es de que ahora son dos hombres con un poso cultural de muchas arrobas, capaces de dar una tras otra y durante muchas horas pinceladas de sentido común preñadas de sapiencia, la que da la vida y la experiencia del trato provechoso con el ser humano. 
La noche del pasado sábado en Villalpando volvió a demostrarse. «El Viti» sorprendió a quien no lo conocía por sus sentencias y su clarividencia sobre el presente de la fiesta nacional. Ahí va una perla que repitió varias veces: siempre que el pueblo quiera que los festejos taurinos continúen, así será. Ni el poder de la iglesia católica, ni el de reyes y gobiernos de todo pelaje podrán con el mundo de los toros si el pueblo sigue respaldándolo. Ha habido muchos intentos en la historia de minar esta tradición en España y todos han fracasado porque, al final, los ciudadanos han seguido alimentándola. De ahí la importancia de la iniciativa popular que está en la calle para llevar al Congreso la petición de que declare los toros fiesta cultural, lo que blindaría esta tradición y, seguramente, desarmaría la posición del Parlamento catalán. 
«El Viti», durante el debate, recordó una anécdota antigua, que aplicó por derecho a las ansias de Andrés Vázquez de torear un utrero de Victorino Martín el día de Santiago para celebrar su ochenta cumpleaños. «Mira, Andrés -le dijo- los toreros cumplimos años, cada año tenemos uno más, sin embargo, los toros siempre tienen los mismos (años)». No se puede decir más con una sola frase. El de Villalpando, respondió también con ingenio: «Vaya un apoderado que tengo, que no quiere firmar contratos; el día 25 de julio tienes que estar conmigo en la plaza de toros de Zamora y verás como el tiempo no pasa para todos igual». 
El pasado sábado, en los históricos muros del consistorio villalpandino, el salmantino y el zamorano estuvieron en torero, como sacerdotes en su mejor momento. El que quiera escuchar que escuche.
LaOpinióndeZamora

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