sábado, 7 de abril de 2012

Una forma celestial de ir a los toros

Sevilla, con su Domingo de Resurrección, abre la Feria más lujosa 
JOSÉ LUIS BENLLOCH |

Una forma celestial de ir a los toros
Domingo de Resurrección. Sevilla. La procesión del 'Resucitao' cierra oficialmente la Semana Santa, la Maestranza levanta el telón. Es la apertura oficial del abono sevillano. Si se toma en cuenta la historia reciente, el abono de más lujo de la temporada. Incluso sin mirar atrás, en la dura actualidad y a pesar del G10, la única feria que no necesita apellidos, con que digas que vas a la Feria o a 'la prefería' todos saben que vas a Sevilla.
En Sevilla, también conocida por 'Serva la Bari' en caló, se da una manera especial de ver los toros pero también de ir a los toros. Un estilo que levita sobre lo terráqueo para adentrarse en territorios celestiales. Cuenta y mucho, diría que es obligada, la indumentaria. Manda el traje en los caballeros, también se valora el blazer azul, si uno es sevillano deben ser especialmente ajustados, corbata de colores pastel, naturalmente zapatos bien lustrados y quien pueda, abundante gomina en el peinado de recta raya. Ellas, traje sastre o vestido de primavera, naturalmente a la última, sin que se descarte un toque de gitanería.
Claro que se puede rebajar el grado indumentario pero sólo hasta la normalidad, sin renunciar nunca al bien vestir, sin olvidar que una tarde de toros en Sevilla tiene su ceremonial y no se puede desentonar. De la misma forma que chocaría hasta convertirse en riesgo o provocar la sospecha ir a los toros en Pamplona con traje y corbata, en Sevilla sería una excentricidad imperdonable ir en camiseta. Y ni qué decir del comportamiento. Usted en Sevilla hable poco, sisee más bien y no se le ocurra gritar ni cantar que para eso están los 'colmaos'. Y salvo que le guste Manzanares, si se inclina públicamente por un torero que sea sevillano, saldrá mejor librado.
Al acabar no olvide pasar por la Puerta del Príncipe y hacer tertulia. Si no le ven allí es como si no hubiese ido a los toros en Sevilla. Alternará o al menos se rozará en el tumulto, depende del grado de relación social que mantenga, con ganaderos, toreros, famosos y aristócratas, los del cuché y los auténticos; escuchará unas cuantas sentencias sobre lo sucedido en la plaza, alguna ironía sobre los toros si no han sido bravos y son de la competencia o de tierra ajena y hasta es posible que cierre el plan nocturno o sea la cena, la visita a una caseta amiga, un tentadero para el día siguiente o lo que sea menester.
Nada de lo escrito tiene la menor connotación negativa. Fundamentalmente, porque sucede en Sevilla. Eso mismo trasladado a cualquier otra parte sería un baño de cursilería o clasismo inaceptable pero en Sevilla es lo que toca al margen de las ideas de cada cual. Hasta el mismo Guerra, en los tiempos en los que la España oficial todavía vestía la pana y comía lentejas con Mona Jiménez, sucumbió al encanto de una tarde en la Maestranza. Tanto que de las pocas cuestiones que le afearon en el ejercicio de su omnímodo poder fue coger un mistére de Madrid a Sevilla cual si fuese un taxi para llegar con su hijo Pincho a tiempo de ver a Curro.
El cartel de hoy, a diferencia de las ultimas ediciones, rebosa sevillanía por los cuatro costados. Abrirá plaza Morante que es como el corazón artístico de Sevilla, el heredero del gran Curro, torero con rango celestial al que el imaginario popular le adapta toda clase de leyendas y hazañas, de tal manera que llegado tal día como hoy es la prolongación del Cachorro, la Macarena y el Betis. Estará José Mª Manzanares, que aunque es nuestro aseguran que debería ser suyo en razón de no se sabe qué privilegio que permite que los buenos toreros sean considerados merecedores de ser Sevilla o, como en el caso de la familia Manzanares, directamente sevillanos. Estará Luque, que a falta de otras cualidades artísticas más sevillanas esgrime la de haber nacido en Gerena, que en realidad es argumento irrefutable. Los toros lucirán la divisa de Juan Pedro, ganadero y maestrante, seguramente el hierro más sevillano de todos. Sus ejemplares vuelven a lidiarse en el coso del Baratillo después de dos ferias ausentes, castigados por una serie de sonoros fracasos que hicieron olvidar las grandes tardes anteriores que le habían encumbrado. Pero con ser importante el cartel, lo que priva, la figura de mañana, Domingo de Resurrección, es Sevilla, su Maestranza y sobre todo su gente.

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