sábado, 22 de diciembre de 2012

Juan Belmonte con un Santa Coloma en Sevilla





-          - ¿Cuál ha sido su apuro mayor?
-          - El de Tablada. Escuche usté. Por entonses yo no había toreao más que en los tentaderos y en los   puebleciyos, y pa aprender iba de  noche a Tablada con otros muchachos, encendía unas luses de acetileno que yebábamos de Seviya y me ensayaba con las reses del corralón. Un amigo íntimo de mi padre, Carderón, el banderiyero, que, como por aquella época no toreaba, iba  hasia Nimes pa vender porvorones y mantecaos –y por sierto que se comió las muestras en el camino–, me escribió desde Valensia ofresiéndome una corrida y dos noches antes de emprender el viaje, al salir yo del teatro con mi terno nuevo –que tenía tres temporás–, me encontré a Riverito, a Toboso y a otros amigotes y nos fuimos a Tablada. Tuvimos la suerte de que uno de los bichos embistiera con bravura, y ya habíamos resuelto chaquetearlo hasta que se cansara, cuando se levantó un airaso que apagó las luses, y mis amigos, prudentemente, se fueron. Yo, que, enfrascao toreando, me quedé, le di algunos lanses al bulto –porque no veía más que un bulto– y de pronto sentí un choque, subí como una flecha, caí como un peñón, oí unos resoplíos y aguanté unos trastasos.. y al levantarme comprendí que más desentemente entraría en Valensia en carsonsiyos que con la aljofifa que había dejado el toro sobre el cuerpo. (…)

-          - Y a usted, ¿no le da por la literatura? Hay quien afirma que acabará usted por escribir.
-          - Otra listesa, y todo porque me gusta leer. ¿Es que los toreros, en ves de leer, deben rebusnar? Yo creo que no, y leo. (…)

-           - Hable un poco de su toreo, Juan.
 - Si no sé… ¡Palabra! Yo no sé las reglas, ni tengo reglas, ni creo en las reglas. Yo “siento” el toreo, y , sin fijarme en reglas, lo ejecuto a mi modo. Eso de los terrenos, el del bicho, el del hombre, me parece una papa. Si el matador domina al toro, to el terreno es del matador. Y si el toro domina al matador, to el terreno es del toro. Esa es la fija. Y lo de templar, mandar, parar y recoger depende de los nervios del tocaor y de la madera de la guitarra ¿Me comprende? Y de cuando en cuando, el toque no le disgusta a uno y no entusiasma al público. Por ejemplo: yo, que no me engrío nunca con lo que hago, el año 15 toreé y maté a mi gusto, en Seviya, un toro de Santa Coloma, y la gente me aplaudió menos que otras tardes que había toreao y matao peor. Pues ¿y los oles y los aplausos que saca uno si se arrodiya?... Y como casi siempre se arrodiya uno porque la guitarra no le deja tocar bien...
- ¿Y se adivina la clase de la "guitarra" en cuanto se presenta en el redondel? Vamos, ¿se conoce a condición de los toros?
- Si son claros... Algunos, al salir, parese que le disen a uno :"Anda, atrévete a barbarisar, que soy un lila perdío". Y a esos se los lía uno a la sintura en las medias verónicas, y les coge los cuernos, arrodiyao, al torear de muleta. Pero otros traen intensiones de incógnito y le hasen a uno aviadó en cuantito se descuida. Como el asesino cornudo -de la ganadería de Anastasio- que me tocó en Salamanca. Paresía una piedra de lo quedao, y se arrancaba como un siclón. Mugía con la infelisidá de un tontaina y le pegaba sincuenta pitonasos a un mosquito.
- ¿Y cómo lo mató usted?
- No lo maté. Se murió, que no es iguá. Dios quiera que no me toque nunca en Madrí un flamenco de su categoría, porque en Madrí hay que entregarla.
- Pero, ¿sigue usted dispuesto "a entregarla"?
- ¡Cómo que si sigo! ¿Es que yo no soy ya Juan Belmonte?


Entrevista a Juan Belmonte por J.Lòpez Pinillos, Parmeno, publicada en el libro "Lo que confiesan los toreros", libro prologado por Joaquín Vidal (para leer un extracto del mismo pinchar aquí o aquí).



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