Dejó escrito Joaquín Vidal una semblanza, vigente como hay pocas, sobre el isidrerío, esa tribu urbana que solazaba en Las Ventas el día del patrón: “En realidad los isidros aplauden siempre. Un isidro, en los toros, es uno que se pone a aplaudir cuando las cuadrillas hacen el paseíllo y no para hasta que las ve marcharse otra vez, da lo mismo si salen a hombros por la puerta grande o por la chica, andandito y con las orejas gachas. Aplaudir quizá constituya una fórmula idónea para disimular el aburrimiento mortal, para ver visiones, para convertir el desastre en triunfo y dar envidia a las amistades que no tuvieron la ocurrencia de acudir ese día a los toros. Aplaudir es, en definitiva, como el tres-en-uno, que vale para todo...".
Óscar - Un apunte sobre la corrida.
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