miércoles, 29 de marzo de 2017

NUEVO OPUS DE TIERRAS TAURINAS "HAMBRE Y TOROS"


Hambre y TOROS
En España, el debate taurino se limita por el momento al nivel político y se traduce en polémicas locales sobre la atribución o no de subvenciones a las corridas, lo que resulta desagradable, pero no forzosamente peligroso, ya que la argumentación para acabar con este tipo de ayudas es de una notoria pobreza intelectual.

En Francia, en cambio, el debate se mueve en un fondo más complicado, ya que la corrida representa una diana a derribar dentro de una lucha global liderada por el mundo animalista y vegano. Los ecologistas franceses piden la instauración de la Seguridad Social y la jubilación para los animales, algunos insensatos relacionan el consumo de carne animal con la antropofagia, y todos aseguran que el abandono de la alimentación con carne bastaría para salvar
el planeta cortando el calentamiento global.

Sin embargo, el «World Food Report» de la FAO indica que «la agricultura mundial, en la actual etapa de su desarrollo, podría alimentar a 12 mil millones de seres humanos, casi el doble de la población actual».

En este contexto turbio, los ganaderos de bravo siguen creyendo que la Fiesta taurina tiene futuro. Y sus esfuerzos diarios se merecen nuestra admiración. r.

Canibalismo, hambre y toros
En el actual debate sobre el lugar que deben ocupar los animales en la sociedad, no transcurre una semana en Francia sin que los principales medios de comunicación dediquen una crónica, un artículo o una tribuna a este asunto, nutriéndose de las ideas de un progresismo reivindicativo: tras la abolición de la esclavitud en el siglo XIX y la liberación de las clases oprimidas en el XX, la “liberación de los animales” se ha convertido en la nueva gran causa de la Humanidad, incluso su única vía de supervivencia. Sin embargo, la esclavitud aún existe en varios continentes, numerosos pueblos viven todavía oprimidos, y las diversas clases sociales, lejos de haber sido liberadas, sufren un avasallamiento financiero cada día más insoportable, lo que ha dado origen al movimiento de los “indignados”, que en España se tradujo por el nacimiento de Podemos y en Francia por la subida de un hartazgo general en contra del personal político, de los medios y de la «pijocracia». Una triste realidad que permite comprender que la liberación teórica reivindicada por estos movimientos de protesta sólo existe en la propaganda que ellos mismos alimentan, y que todavía les queda mucho trabajo a aquellos que reivindican su universalidad antes de lanzarse en una nueva cruzada por liberar a los animales. 

En España, el debate se limita por el momento al nivel político y se traduce en polémicas locales sobre la atribución o no de subvenciones a las corridas, lo que resulta desagradable, pero no forzosamente peligroso, ya que la argumentación para acabar con este tipo de ayudas es de una notoria pobreza intelectual. En Francia, en cambio, el debate se mueve en un fondo más complicado, ya que la corrida representa una diana a derribar dentro de una lucha global liderada por el mundo animalista y vegano.

Si bien resulta fácil rebatir los argumentos de esta ideología anti-humanista y marxista, es mucho más complicado dejarlos de oír en los medios de comunicación, donde disponen de espacio y tiempo a voluntad, y donde todo derecho a respuesta es negado a priori. Respecto a este debate manipulado donde toda contradicción resulta imposible, los chivos expiatorios elegidos (los ganaderos, la industria alimentaria, los cazadores, los aficionados, etc.) sólo pueden lamentar que el mundo político no ejerza su papel de contrapeso. Al contrario, cediendo al poder animalista, las propuestas más burdas son incluidas en los diversos programas de los candidatos, llevándose la palma los ecologistas franceses que, entre otras medidas liberticidas, piden la instauración de la Seguridad Social y la jubilación para los animales, la limitación de la caza, y la prohibición del cebado y de las corridas.

Más allá de estas medidas simbólicas que subsisten en la ideología animalista, lo que se intenta imponer es un cambio radical de paradigma: el hombre se habría colocado sin razón en el centro del mundo en vez de ser una especie más, por lo que conviene destronarlo para que deje de gozar de este estatuto privilegiado del que ha disfrutado de manera abusiva. En el nuevo mundo, el hombre y las lombrices tienen los mismos derechos. Teólogos, filósofos, psicólogos y otros pensadores son solicitados para apoyar este biocentrismo animalista llamado a suplantar el antropocentrismo sobre el cual se construyeron las religiones y civilizaciones, a excepción de la budista, donde creen que acabarán reencarnados en ardillas, leones, saltamontes o caracoles. Así sea. A pesar de todos los progresos realizados por los etólogos, no han podido demostrar que exista otra especie, aparte del hombre, con el privilegio de la consciencia.

Gracias a esta facultad, que debe a la capacidad de haber sabido evolucionar a partir de las mismas células primitivas que otros animales - compartidas también con la col, el tofu y la quinoa-, el hombre se convirtió, al cabo de millones de años, en el último depredador de las demás especies, así como en el jardinero y arquitecto del planeta. Habría que ser muy insensato para defender que todas sus obras hayan sido perfectas o que siempre haya elegido la mejor opción, pero pasar de dos habitantes bíblicos en el Edén a más de siete mil millones de personas en el mundo actual, denota una cierta habilidad para explotar los recursos puestos a su alcance. Pero hay que ser aún más insensato para relacionar el consumo de carne animal con la antropofagia, tal y como ha hecho un colectivo de “pensadores” en el periódico Libération (animalista, por supuesto). Porque si se pretende desplazar el límite que separa a las especies para distinguir lo prohibido de lo autorizado con la intención de debilitar al hombre, habrá que inscribir en la lista de alimentos prohibidos por la nueva moral no sólo la carne animal, sino todos los vegetales, que tienen en común con el hombre hasta el 45% de su herencia genética. También el tofu y la quinoa. Porque, ¿en nombre de qué moral decidiríamos que esta otra rama viva, nacida de las mismas células primitivas que el resto, pueda ser sacrificada en el altar de la nueva orden que se pretende imponer? En ese caso, la especie humana tendría que reanudar la antropofagia para no infringir esta nueva ley. Hablando en serio, la gran creencia de la liberación animal, como ya se ha contado aquí, consiste en pretender que el abandono de la alimentación con carne bastaría para salvar el planeta cortando el calentamiento global, gracias a la interrupción de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por los bovinos, lo que permitiría reservar la producción de cereal al hombre, detener la destrucción de los bosques y asegurar la nutrición de la Humanidad. Esta teoría, sin embargo, omite un factor fundamental: ningún tipo de alimentación, omnívora o vegana, permitirá al planeta subsistir indefinidamente ante las necesidades de una humanidad lanzada en un crecimiento exponencial, hasta que los mecanismos de regulación naturales de la Historia operen: hambres, pandemia y guerras. Desde 2009, la ONU afirma que sólo la reducción en bloque de la población mundial reduciría el calentamiento climático. Pretender lo contrario para imponer a esta misma población un modo de vida que rompe con su pasado, despreciando las libertades garantizadas con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es un factor de caos suplementario.

En oposición a la “liberación animal”, la supervivencia de la Humanidad depende de su capacidad de autorregularse de manera equitativa para escapar de este cataclismo anunciado, y es sobre este punto que deben trabajar los políticos responsables, más que en disimular su impotencia tras las lucubraciones animalistas. Ya se ha propuesto un principio de solución en un estudio de la ONU sobre el derecho a la alimentación, según el cual las hambres son causa de los movimientos especulativos sobre las materias primas. “Cada cinco segundos, un niño de menos de 10 años muere de hambre”. Más de seis millones al año. Por su parte, “World Food Report” de la FAO que también da datos que no son discutidos por nadie, indica que “la agricultura mundial, en la actual etapa de su desarrollo, podría alimentar a 12 mil millones de seres humanos, casi el doble de la población actual". "Un niño que muere de hambre es, propiamente, asesinado”, precisa el informe de la ONU. “No existe fatalidad para esta matanza diaria. El problema no es, como antes, la insuficiencia de producción alimentaria, sino la imposibilidad de acceso a un alimento suficiente para millones de seres humanos. Es una de las características del orden caníbal del mundo: un orden económico mundial que “devora” a los pobres y que mata sin necesidad”. Pero ésta no es la forma de canibalismo especulativo que los “pensadores” animalistas han decidido combatir.

A la espera de una toma de conciencia o un aumento de valor por parte de los dirigentes, los aficionados tienen que aguantar que los medios de comunicación en Francia y las políticas populistas en España se centren en los verdaderos problemas de la Humanidad. El resultado de las próximas elecciones presidenciales francesas resultará determinante: que una mayoría demagógica y populista sea elegida en las urnas hará peligrar numerosas actividades, entre ellas, la corrida. Al contrario, con un gobierno respetuoso con los derechos de los ciudadanos, de su cultura y de su historia, es probable que la sobreexposición mediática del «caso animalista» decaiga, puesto que resulta evidente que un mismo viento alimenta a estas dos tempestades: la que que pretende abatir las instituciones de la V República francesa para defender las ideas de un mundialismo liberal excesivamente idealizado, y la que quiere privar a los ciudadanos aficionados de su libertad.

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