viernes, 3 de abril de 2009

"UN AFICIONADO PECULIAR"



Esta es la historia de un aficionado de la Plaza Toros de Felipe II,la también llamada Plaza de "La Fuente del Berro".
Una noche de hacia el año de 1876 o 78 fue cuando un perro callejero,mezcla de mil razas, entró en el café de Fornos y se acercó a la mesa en la que cenaba el marqués de Bogaraya. Le dio este restos de su plato y el perro se quedó agradecido a su lado y le acompañó también cuando el marqués se traslado al cercano "Veloz-Club", en el que el de Bogaraya le permitió la entrada, sin saber que estaba creando un personaje madrileño.

El perro Paco fue un peculiar personaje muy castizo que asistía a las corridas de la plaza de toros que hubo en la avenida de Felipe II,en el ”Palacio de los Deportes” , a las que era muy aficionado.Era un perro callejero de pelo negro y áspero que apareció entre 1876 y 1882 llegando a ser popularísimo. Asistía a los teatros, cenaba en los restaurantes de moda, se colaba en los cafés y dormía en las cocheras de la calle Fuencarral.
Se dice que fue bautizado,en el Café de Fornos. con este nombre con un chorro de champán sobre la cabeza por el marqués de Bogaraya, cuando se acercó a la mesa de éste en el Café Fornos.El establecimiento estaba en las casas recién construidas de Alcalá esquina Peligros,un concurrido local de la época, donde se reunían poetas, literatos y bohemios noctámbulos.
El "perro Paco" siguió apareciendo con asiduidad al café, donde otros nobles y adinerados de la época imitaron a Don Gonzalo invitando al animal a entrar al café alimentándolo y divirtiéndose con el.
Ningún lugar donde se reuniera la sociedad madrileña estaba vedado a Paco y se le podía encontrar hasta en los estrenos del emblemático teatro Apolo, que abría sus puertas en la calle de Alcalá junto a la iglesia de San José, si bien prefería los espacios al aire libre, como la plaza de toros o los Jardines del Buen Retiro.
Pero la gran afición que el perro Paco compartía con los madrileños eran los toros. Los días de corrida se le podía ver, como un aficionado más, subir calle Alcalá arriba hasta el coso de la Fuente del Berro, entre las calles de Goya y Jorge Juan, en un emplazamiento realmente alejado del centro para las costumbres de la época.
Paco no se perdía ni una corrida de toros, además, cuando terminaba la faena, saltaba al ruedo y deleitaba al público con sus carreras y sus gracias. Pero fue en el ruedo donde Paco, como si de una de las grandes figuras del toreo se tratara encontró la muerte y no por un astado.

Se daba el caso de que en la plaza de toros, Paco había tomado por costumbre intervenir cuando el público abroncaba a toros o toreros, hasta el punto de que a veces, cuando los pitos arreciaban, saltaba a la arena y se ponía a ladrar gallardamente junto al hocico del toro. Esto, que provocaba aplausos,risas y carcajadas entre una parte del público, desagradaba a otros entre los que se encontraba el acreditado periodista Mariano de Cavia, que bajo el seudónimo de Sobaquillo escribía la crónica taurina de El Liberal, y mostró en más de una ocasión su total rechazo por la irrupción en el albero del perro estrella.
El 21 de junio de 1882, que Paco acudió, como de costumbre, a la plaza de toros, sabedor de que allí se celebraba un espectáculo. Era una novillada ,en la que actuaban matadores aficionados que fueron: Isidoro Grané, Ernesto Jiménez y Enrique Gaire, pero este último no pudo actuar, siendo substituido por José Rodríguez. En el curso de la lidia, el último de los matadores citados, el tal Rodríguez, se mostró más que temeroso y muy remiso en su obligación de estoquear el novillo que le había tocado en suerte. Como de costumbre, el perro Paco, saltó al ruedo, acosó al novillero,comenzó a ladrarle, dándole mordisquillos y el novillero corría indignado de un lado a otro de la plaza mientras recibía el abucheo del público asistente. El improvisado torero, nervioso por todo aquello, seguramente sin darse cuenta o porque el perro le molestara,el novillero enfadado por su mala faena se fue hacia Paco y allí, en la arena ante la presencia del público,le traspasó de una estocada.

Paco herido de muerte cayó a la arena, la plaza se quedó muda hasta que la gente indignada se lanzó al ruedo para vengar la muerte de Paco. Tuvieron que intervenir los guardias para que el novillero no fuese víctima de la ira del público que, atónitos veían como Paco se retorcía de dolor, herido de muerte en la plaza.
Sacaron a Paco de la plaza todavía con vida, Paco fue atendido por dos veterinarios en la enfermería de la plaza.Se dieron partes cotidianos para mantener informado al público que se interesaba por el estado de Paco. Ese chucho bohemio y libre que se había ganado el cariño de los madrileños moría en la arena, como una más de las leyendas del toreo.

Paco fue disecado y por un tiempo expuesto en una taberna con un pequeño museo taurino, propiedad de Juan Chillada, el establecimiento estaba en la calle Alcalá esquina a la de la Fuente del Berro, hasta que se cerró en 1889. El dueño del museo decidió entonces enterrarlo en el Retiro. En 1920 alguien propuso levantarle un monumento. Cuando se consiguió recaudar a los pocos días un total de 2.900 pesetas. -que eran muchas para aquella época- el que propuso la idea desapareció con el dinero y nunca más se supo de él.

1 comentario:

Gómez de Lesaca dijo...

Es un interesante artículo el suyo. La vida del Perro Paco parece sacada de un relato vanguardista más que de la época de la Restauración.

Saludos.

Gómez de Lesaca.