Está claro que no he logrado los objetivos que me había marcado. He llegado hasta donde he podido». «Me voy a vestir por última vez como torero en la plaza de Burgos. Es la tarde del adiós y espero que sea inolvidable
DIARIO DIGITGAL DE BURGOS
B. Delgado/R. Travesi/Burgos
Comenzó a torear siendo un niño con un becerro en Caborredondo pero cree que tras 20 años en los ruedos ha llegado el momento de colgar los trastos. Superada la barrera de los 40, Ramos asegura que se va en su mejor momento profesional. La razón del adiós es que quiere irse «con grandeza y con la cara muy alta» tras haberlo dado todo en el albero. Tras casi dos décadas en activo este año se despide de los ruedos, ¿qué le ha empujado a este paso?
Es una decisión muy meditada que me ha costado mucho tomarla porque es toda una vida dedicada en cuerpo y alma a una profesión con muchos sacrificios. Pero uno tiene que saber cuándo irse. Creo que es un momento idóneo y quiero dejar claro que no me voy porque me echen ni porque atraviese por un mal momento profesional.
¿Es un adiós definitivo o tiene en mente volver en un futuro? Ya sabe que algunos maestros no han soportado la retirada y han vuelto a vestirse de luces.
Es un adiós definitivo; mi idea es no volver. Es cierto que cuando uno deja de torear se echan muchas cosas de menos. No solo ponerse delante del toro, que se puede hacer en el campo o en algún festival, pero el calor del público es algo único.
¿Cómo recuerda sus inicios en el mundo del toro?
Mis inicios, como el de todos, fueron duros porque abrirse paso en esta profesión es muy complicado. Desde los 11 años he pasado muchos calvarios. Y después ha sido necesario compaginar el toreo con la profesión para ganarse la vida. Además, con 22 años tuve a mi hija y había que sacar adelante la familia.
Cuando echa la vista atrás, ¿cuántas etapas ve en su vida como torero?
El comienzo fue duro porque nadie me conocía en este mundo ya que mi etapa como novillero fue muy corta. Tuve la suerte de tener a mi lado a Serranillo como apoderado durante mi etapa de becerrista y novillero y parte de la de torero, que creyó en mí y que éramos como un padre y un hijo.
En 1997 fui a Madrid a confirmar la alternativa en la que corté una oreja y allí mi carrera dio un salto importante. Después, en el 98 tuve un éxito importante en Arles que me sirvió para abrir las puertas en Francia. Tal vez fue el punto de inflexión para comenzar a tener más oportunidades, con más de 25 toros por temporada. Profesionalmente, fue una época centrada en el poderío y en el pundonor. A partir de entonces, me sentí más torero que nunca, tanto en la plaza como fuera. He tratado de disfrutar con lo que hacía. Todo ello fue gracias, en parte, a mi apoderado Mariano Jiménez, que me aportó estabilidad gracias a sus consejos porque él había sido torero y es como un hermano.
¿Se va decepcionado, desmotivado o en cambio el toro le ha dado todo lo que esperaba?
Está claro que no he conseguido los objetivos que me había marcado. He llegado hasta donde he podido y por mí no ha sido porque me he sacrificado por este mundo. He vivido por y para el toreo.
¿Y eso le ha compensado?
Por supuesto. Me marcho feliz y orgulloso de lo que he sido, independientemente de lo conseguido. Me voy, con algo muy importante, como es el respeto de la profesión, de los aficionados y de la gente.
¿Qué le ha quitado esta profesión?
Nada. El toro me ha dado todo lo que tengo. Así que no me puedo ir renegado.
¿Ha sentido miedo frente al toro? ¿O ha sido respeto?
En la vida general, hay muchas cosas que provocan miedo y cómo no va a haberlo frente a un toro. Hay animales que no te lo ponen fácil y pese a saber que no te dan posibilidades de hacer una buena faena, hay que aguantarse y superar el miedo. Lo que más teme uno es el miedo a fracasar. Yo he sido un torero responsable y siempre hay temor de no estar a la altura. Y más en mi caso en que cada tarde era un examen.
Su trayectoria no ha sido fácil, ¿qué ha sido más complicado pelear en los ruedos o en los despachos?
Sin duda, fuera, en los despachos. En muchas ocasiones, el torero no ve recompensado su esfuerzo. He tenido experiencias de que tras haber triunfado en algunas ferias, después me han dejado fuera. Es lo duro de esta profesión porque uno cree que tiene posibilidades de éxito aunque se trunca por las negociaciones en los despachos.
Y ahí entra en juego el apoderado.
Así es. El apoderado es una pieza clave y como no dispongas de uno que vele por tus intereses te pisan. Siempre he creido en mis apoderados y de ahí el tiempo que he pasado a su lado.
De hecho, su caso es curioso porque solo ha tenido dos apoderados, algo que no es habitual en el mundo del toreo.
Ellos me han dado estabilidad y me han ayudado, aunque no hay que olvidar que al final lo que pone al torero en su sitio es uno mismo. Si uno no es capaz de triunfar y lograr éxitos en la plazas las puertas se cierran.
En toda su carrera como torero, ¿cuál ha sido su mejor faena?
No me quedaría con una faena en concreto porque he tenido tardes importantes. Guardo grato recuerdo de una faena que me marcó mucho en Burgos en 2008 con José Tomás y con un toro de Núñez del Cuvillo. Fue una temporada rara porque fue la última vez que toreé en la feria de San Isidro e iba muy ilusionado y con unas expectativas muy grandes. Pero la cosa no salió como esperaba y me afectó moralmente. Tanto que si aquel día de la feria de San Pedro no hubiera triunfado me habría cortado la coleta. En Madrid, hubo también una tarde de mucha lluvia con toros de Monteviejo en el que estuve inmenso. Otra muy importante fue en Saint Vicent de Tyrosse, una plaza pequeña francesa, con una gran actuación antes toros de Palha y que me sirvió para torear en 1998 hasta 7 tardes en Francia.
¿Y algún toro especial?
Uno de Martín Lorca, también en Burgos, al que corté dos orejas. También hubo otros de Yonnet y de Miura en Arles, pero sin olvidar otro de Dolores Aguirre en Bilbao, al que corté una oreja.
¿Cuál ha sido la corrida más dura que ha matado?
La peor que pasé en mi vida fue una de Hernández Pla en Casarrubios del Monte, en la provincia de Toledo, con una ganadería muy astifina, seria y muy mala. La verdad es que nunca he sido un torero con suerte en los sorteos y eso impide triunfar. No hay que olvidar que siempre hay que agarrar las orejas con la mano para que te respeten y te repitan.
Sin embargo ha sido un torero respetado por los toros ya que no ha sufrido cornadas muy graves.
En total, llevo 9 cornadas en el cuerpo. La cogida más grave fue la de Cenicientos hace tres años y también hubo otra que no trascendió, en un festival donde el toro me abrió el muslo. Lo que está claro es que los animales te cogen como a todos aunque hay compañeros que han tenido peor suerte como Ferrera, Padilla o José Tomás.
¿Hay mucha presión en las plazas importantes?
Siempre hay mucha presión cuando vas a a lugares de relevancia como Madrid, Bilbao o Pamplona. En esta última, por ejemplo, en los sanfermines me encontré con una corrida muy grande y áspera de Peñajara donde tenía en el bolsillo una oreja pero se me fue el triunfo por la espada. Lo mismo ha ocurrido en Madrid, donde podía haber cortado 3 ó 4 orejas pero la mala suerte al entrar a matar lo impidió.
Y eso que la espada ha sido su fuerte. ¿Ha sido un don o fruto de horas de entrenamiento?
Estoy convencido de que es un don que me ha dado Dios porque nunca he entrenado con la espada. Lo mio no ha sido una forma de entrar a matar muy ortodoxa pero sí muy espectacular. Me ha dado triunfos pero también me los ha quitado.
¿Qué nota le pondría a su carrera?
(Se pone serio y tarda unos instantes en responder). Me voy con un aprobado porque creo que podía haber dado mucho más de sí.
¿Esa nota es por no haber tenido suficientes oportunidades para demostrar su valía?
He tenido mis oportunidades y he estado en todas las ferias del norte de España. Tuve escasa presencia en las plazas del sur y de Andalucía, tal vez porque mi toreo no encaja en esos lugares.
En un mundo como el toreo, el éxito y el fracaso está separado por una línea muy pequeña.
Cierto. La grandeza de esta profesión es que hoy puede ser un dios y mañana un diablo. Se pasa de no ser nadie a estar encumbrado, caso por ejemplo de Juan Mora. De ahí que la profesión tenga mucho componente de suerte, sobre todo para triunfar en plazas grandes. Además, hay algo clave como que tienen que embestir los toros porque si no es muy difícil.
Entre sus compañeros de profesión de estos años, componga el cartel ideal, ganadería incluida.
A todos nos gusta torear con las figuras y matar las corridas importantes. Mis compañeros de cartel no han sido, habitualmente, los grandes. Hay un torero que me encanta que es Morante de la Puebla y he hecho dos paseíllos con él en Burgos. José Tomás es un Dios y un ejemplo a seguir. En cuanto a una ganadería, me quedo con Nuñez del Cuvillo que me dio en Burgos un triunfo importante. Siempre da garantías, al igual que la de Antonio Bañuelos.
¿Cuando no torea también disfruta de los toros desde la barrera?
Además de torero soy buen aficionado. Me gusta ver a todos, desde el último hasta el primero. Creo que se puede aprender de cada uno. El buen aficionado es aquel que tiene más de un torero en la cabeza.
Ha dicho en alguna ocasión que le gustaría despedirse de la afición del Plantío con los toros de La Cabañuela. ¿Ha hablado ya con la empresa?
No ha habido todavía conversaciones. Lo he dicho públicamente porque Antonio Bañuelos es amigo y paisano y siempre que he toreado sus toros he conseguido triunfos. Sería bonito para los dos y para mi despedida.
¿En qué plaza de la provincia se ha sentido más querido?
Exceptuando a Burgos, la plaza de Lerma, donde debuté con caballos, la tengo en el corazón. En Roa también me han respetado siempre; Salas, donde fui desde chavalito. Son lugares donde he toreado muchas veces, con numerosos triunfos que a la postre se ha traducido en cariño de la gente. Briviesca es otro lugar que llevo dentro; en cualquiera de ellas me he sentido afortunado por poder llevar mi toreo.
¿Qué ha sentido cuando le estaban haciendo las fotos en la plaza de toros del Plantío?
Nostalgia, felicidad e ilusión porque, si Dios quiere, me voy a vestir por última vez en ese lugar. Es la tarde del adiós definitivo y por eso es tan importante ese día. Va a ser de los momentos con más sentimientos y más importantes de mi vida. Sin duda alguna, dejará huella en mi porque será mi último paseíllo, será en mi tierra y en la plaza más emblemática de mi profesión. No hay que olvidar que Burgos me ha dado muchísimas cosas, no solo sentirme torero sino que la afición me ha apoyado al máximo. De ahí, que quiera que sea aquí mi despedida. Pudiera haber hecho una temporada completa pero he decidido despedirme en Burgos como única plaza y espero que sea una tarde inolvidable.
¿Y ese día habrá un traje o un capote especial ?
El vestido de torear que use esa tarde lo dejaré guardado en mi casa como tengo en un lugar especial el de la alternativa y de la confirmación. Todos ellos son compañeros míos de viaje para toda mi vida.
¿Pero ha decidido ya cuál va a llevar esa tarde?
Sí. Tengo un vestido que solo me lo he puesto una vez, y que fue en Burgos. Ese vestido me lo hice para San Isidro pero me dejaron fuera de la feria y lo tengo reservado para momentos especiales como va a ser éste. Es un traje de color burdeos.
¿El público de Madrid ha sido el más exigente al que se ha enfrentado?
Madrid ha sido una de las plazas en la que entré desde el primer momento. La verdad es que me he sentido respetado, creo que he sido un torero de Madrid. Eso sí, a medida que pasan los años el aficionado te exige más y lo vas notando. No perdonan. Cuando vas por primera vez hay ciertas cosas que te pueden perdonar pero después te miran con lupa y cualquier fallo te pesa como una losa.
Digo una cosa pero también otra como que es un público que cuando se emociona y se rompe es inigualable. Los olés más fuertes que he podido sentir han sido en Madrid.
Es un público exigente pero ¿es un público conocedor del mundo del toro?
Hay veces que te sorprende. En San Isidro, por ejemplo, es un público muy exigente pero si es verdad que si te juegas la vida y te entregas, la plaza de Las Ventas se viene abajo. No es como el público de Sevilla que quizá sea más torerista. El aficionado de Madrid es muy observador para ver las cosas bien hechas, en que seas un profesional de los pies a la cabeza. Me explico, no solo miran que pegues 20 muletazos perfectos sino que te comportes como un profesional, como por ejemplo a la hora de llevar el toro al caballo con el capote.
Antes hablaba de la falta de suerte en los sorteos; en un mundo con tanta superstición ¿es de los que sigue algún ritual antes de entrar en el ruedo?
Cuando empecé a torear no tenía ningún tipo de manías ni de supersticiones, pero el toro te las va dando porque necesitas agarrarte a un clavo ardiendo para que salgan las cosas bien. Es tanto lo que te juegas en una tarde que cualquier tontería que te pasa luego te marca. Hay cosas que son de toda la vida como no dejar la montera encima de la cama, algo que he cumplido siempre. Mi hermano, por ejemplo, se vestía conmigo habitualmente y es totalmente despreocupado en ese aspecto, no tiene ningún tipo de manías y siempre tiraba la montera sobre la cama. Como acabábamos riñendo, al final nos vestíamos en habitaciones diferentes. Aunque en el fondo, el diestro sabe que lo único que vale en la plaza es dar la cara delante del toro.
¿Cómo le han afectado las cornadas desde el punto de vista mental o anímico?
A mí no me han afectado. Quizá cuando uno reaparece después de una cornada fuerte hasta que estás delante del toro estás con cierta preocupación. Tras la cornada de Cenicientos, que fue fuerte, cuando reaparecí todavía tenía los puntos porque solo habían pasado 19 días y deseaba ponerme delante del toro pero con incertidumbre porque desconoces si vas a ser el mismo. Afortunadamente, siempre que he sufrido una cornada me he rehecho bien y delante del toro no lo he notado. La cabeza, que es lo que manda, siempre estuvo bien. Recuerdo que la primera cornada que tuve, que era aún novillero sin caballos, fue en un festival en Sopuerta, Vizcaya, y el novillo me atravesó el gemelo y me hizo bastante destrozo. Yo entonces estaba deseando que me pegaran una cornada para ver si luego era capaz o no de poder seguir toreando. Pero es algo generalizado en la profesión.
Otra cosa es cuando sufres una cornada de relevancia, como por ejemplo la que sufrió recientemente José Tomás cuando le afectó la femoral y de la que quedará mermado. Son cogidas que han hundido a muchos toreros.
¿En el mundo del toro, hay más sentimiento o dinero?
Se están perdiendo los sentimientos porque esta profesión ha sido, siempre, mucho de vivirla con intensidad. Quizá hemos dejado entrar mucho intruso en la Fiesta, que no debería haber pisado este mundo.
¿Intrusos de qué tipo?
Pues, empezando por los empresarios que son los que han promovido un poco que el mundo del toreo esté como está. Uno siempre busca que no se pierda todo lo que tiene esta profesión de magia y de sentimiento. Pero, la realidad es otra y es una pena.
¿Qué consejo daría a quienes está empezando?
No es una profesión para dar consejos porque es muy dura. Es la más bonita del mundo pero es muy dura. Si tuviera un hijo que quisiera ser torero no se lo aconsejaría porque lo que he vivido en mis carnes no lo deseo para una persona a la que amas. Al que empieza le diría que lo viva durante las 24 horas del día, que piense solo en esto y que se deje la piel. Aquí no vale estar a medias, o está uno al cien por cien o si no es muy complicado triunfar.
¿Y si un día tuviera un hijo que se empeñara en ser torero, qué haría?
Pues si no hubiera otro remedio, apoyarle al máximo. Tratar de transmitirle las experiencias que uno ha tenido durante tantos años, tanto lo bueno como lo malo.
Tiene un hermano que es banderillero, ¿sufría más por él que por lo que pudiera pasarle a usted?
Sí. Yo he pasado mucho miedo a su lado. Además, a mi hermano le han pegado también los toros, le han dado cornadas y es una experiencia desagradable. Recuerdo un año en Saint Martín de Crau, en Francia, con una corrida de toros de Yonnet muy seria, dura, grande y muy astifina. El animal le cogió fuerte y fue el que me tocó torear. Entonces, ves como se marcha tu hermano para la enfermería, no le puedes acompañar porque te toca quedarte con el toro. El subconsciente te traiciona y piensas qué le habrá pasado y cómo estará. Supongo que, si fuera al revés, le pasaría lo mismo conmigo. Es por eso que digo que tener un hijo torero tiene que ser muy duro.
¿Cómo es su profesión por dentro? ¿Cómo es la relación entre compañeros?
Entre compañeros hay muy buen rollo, en líneas generales. En la plaza, cada uno va a lo suyo y a no dejarse ganar la pelea por nadie, pero fuera del ruedo somos amigos; nos vemos a menudo en el campo, donde disfrutas y lo vives de otra manera. Hay una unión muy bonita.
¿Cómo se ve desde dentro la prohibición de corridas de toros en Cataluña?
Ha sido una falta de respeto total a una libertad. Es un atentado contra las personas. Todo el mundo tiene derecho a decidir lo que le gusta y lo que no le gusta. Creo que no somos ni criminales ni delincuentes aunque parece que estamos perseguidos como ello. En definitiva, una aberración.
¿Esos ataques van a acabar con la Fiesta?
Creo que no. Sí es cierto que hemos perdido la iniciativa ante los antitaurinos, mientras que los políticos se han subido a ese carro. La única manera de arreglar esto es con la unión de todos, y no solo de los profesionales taurinos sino aficionados, peñas y asociaciones taurinas. Nos tenemos que unir porque solo así no podrán con nosotros. Además, tenemos que tener el apoyo del Gobierno porque si nos da la espalda es muy difícil.
¿Qué le diría usted a un antitaurino sobre su profesión?
Le diría que si ellos amaran tanto a los animales como los taurinos al toro lo verían de otra manera. El toro existe gracias al toreo; era un animal salvaje que se hubiera extinguido de no ser por la Fiesta. Nadie quiere más al toro que nosotros, además esa bravura está para acometer.
En su caso, de no haber sido matador...
No he tenido otra cosa en la cabeza, no lo he pensado siquiera.
¿A qué se va a dedicar a partir de ahora?
Empresario taurino. Voy a seguir al lado de Mariano Jiménez; llevamos varios años dando toros como empresarios en varias plazas como Lerma, Roa, Mojados, Cigales, Sotillo de Adrada... Llevamos 14 ó 15 plazas, por lo que ya no es una aventura sino una realidad. Somos una empresa muy seria, no solo porque somos toreros y conocemos los entresijos de todo esto sino porque buscamos un respeto para el toro y para la profesión. Desde esa base, intentaremos hacer las cosas lo mejor posible, respetando siempre a todo el mundo y sobre todo al que se pone delante del toro.
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