martes, 5 de julio de 2011

Lugares comunes


Volviendo la vista atrás, con el resuello del paso del ecuador de la temporada, los lugares comunes (¿por qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿quién?) percuten cual martillo pilón en nuestro imaginario colectivo. Son esas mismas preguntas, huérfanas de respuesta, que nos hacen rascarnos la sesera, pero no consiguen ser resueltas.
El ADN de esta fiesta, popular en el escaparate pero complejo, profundo y solemne en su esencia, hace imposible disociar esa parte folclórica y pinturera que tanto cala entre la gente y ese otro escueto reducto de artesanía ancestral que se ha ido macerando durante más de doscientos años y unos pocos dementes defendemos como si de nuestra propia vida se tratase.
Atrincherados tras esa pátina de estilismo (que no de arte, porque eso se define per , no porque lo digan ellos) y pomposidad, unido al principio taurino-empresarial de la "ley de la demanda y la demanda, y más demandas" (las crisis son cíclicas y no sólo las sufren ellos, no hace falta ser keynesiano para saber que el estado del bienestar es otra cosa: lo que es bueno para mí también puede serlo para los demás), toreros y empresarios están consiguiendo sin esfuerzo aparente lo que factores exógenos, antitaurinos para más señas, no son capaces ni de elucubrar. Los opuestos se atraen, y el gediez no está tan lejos de los animalistas.
Esos pocos bipolares, que tarde tras tarde peregrinamos hacia el lugar del que perjuramos no volveríamos a arrimarnos, vemos cómo paulatinamente lo que era respeto y tradición se está convirtiendo en carpa de circo ambulante, de pueblo en pueblo, donde los feriantes son los mismos y el público se renueva en cada verbena.
Carpa donde crecen los enanos de una manera directamente proporcional a la ristra de ceros de sus cuentas corrientes, donde sus chanzas son aplaudidas sabiendo que no volverán hasta el año próximo, eso si vuelven, magnificando ese momento, el momento, para así poder disfrutarlo durante el mayor tiempo posible, donde la mosca cojonera somos cuatro chalaos que hemos aprendido a ver cómo las cosas sí que pueden ser sinceras, por mucho que nos quieran vender lo contrario.
Hoy se inicia la Feria del Toro en Pamplona, ésa donde no valen retruécanos ni excusas. Ni están todos los que son, ni son todos los que están. A lo peor, quién sabe, algunos pensaron que ya había demasiado circo, tanto como para eclipsar su número de domadores de fieras.

Seguimos esperando.

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