viernes, 20 de abril de 2012

“El toro se lleva en la sangre”


Jazminero, número 108 (Foto: Javier Arroyo)


LIDIA HOY EN SEVILLA

Tataranieto, bisnieto, nieto, hijo y padre de ganaderos de toros de lidia, Victoriano del Río es uno de los criadores de reses de más fuste de la cabaña brava española.

Esmerado, número 94 (Foto: Javier Arroyo)

En plena crisis, puede presumir de obtener rentabilidad en uno de los negocios más tornadizos del tejido productivo español. “Ser ganadero es algo que se lleva en la sangre”, subraya Del Río.
Una ganadería dista mucho de ser una empresa cualquiera: “Es un parte de guerra continuo”, asegura Victoriano del Río. “Se ha matado un toro, ha habido cornadas, una vaca se ha roto una pata...”. Además, “hay que alimentar a las reses, cambiarlas de un cercado a otro, hacer saneamientos, vacunaciones, tentaderos, herraderos...”, añade Pablo, hijo del ganadero que sigue sus pasos.
Así, el modelo de negocio de la cría de toros se asemeja a un complejo puzle: “Nadie controla nada al 100%. Hay una enorme cantidad de factores y cualquiera de ellos te puede trastocar todo”, enfatiza Victoriano. Y no sólo lo piensa él: “Un gran empresario me dijo que él sería incapaz de llevar un negocio como el mío, con 1.200 animales bravos, cuando ya le cuesta manejar a 200 obreros”.
Rentabilidad
Con todo, su ganadería obtuvo una rentabilidad del 7,5% en 2010, algo difícil de conseguir en este sector. “En términos generales, nunca el negocio del toro se puede considerar rentable. Hay muy pocas ganaderías que lo sean. Hay que tener otros medios para sostener el campo”, explica Victoriano.

“La crisis llega a todos lados, pero mucho más al ganado bravo, y presentar entre 70 y 80 toros al año en las plazas [unas 12 corridas] conlleva unos gastos espantosos”, agrega. ¿Cuáles? “Son imprescindibles 7 empleados fijos y muchos esporádicos, 10 caballos, 10 bueyes y 3 tractores”, resume Victoriano. “Y si recortas inversión estás acabado”, aclara Pablo.
El coste de criar un toro ronda los 4.000 euros, de media, y por cada uno que se lidia con uno de los dos hierros de la familia (Victoriano del Río y de Toros de Cortés) “hay a su alrededor 14 animales a los que hay que dar de comer”.
Pese a todo Victoriano del Río no se queja: “Hoy voy a las plazas importantes con unos precios razonables, pero no cobro nada por mi trabajo. Ni mis hijos ni yo tenemos sueldo: ese 7,5% de rentabilidad es el dinero que ganamos”.
Para innovar su ‘producto’ (el toro), Victoriano del Río tiene que adelantarse “entre 8 y 10 años a la tendencia de lo que les va a gustar a los toreros, al público y a las empresas”. “El toro tiene que transmitir al público: riesgo, dramatismo y verdad. En definitiva: bravura. Con eso, el público no se va a aburrir.
El líder y su herencia
Victoriano del Río no toma “todas” las decisiones, pero es el líder de la ganadería. “Todos los días tengo que dar ejemplo de cosas que conozco por mi experiencia. Los colaboradores me siguen, pero en todo lo que puedo, delego”. ¿Y cómo se presenta, en el futuro lejano, la herencia de la ganadería? “Dos hijos [Ricardo, corredor de seguros, y Pablo, arquitecto] vamos a querer continuar la tradición. Tenemos dos hierros, previendo que cada uno tenga un hierro independiente”, asegura Pablo del Río. Pero no será un traspaso normal. Victoriano les pone una condición a sus hijos: que su salud económica no dependa exclusivamente de la ganadería: “Yo siempre digo que ‘para el campo, otro campo’. Si pueden ganar dinero en otros segmentos, podrán llevar la ganadería”. Además, deben haber mamado la fiesta: “Ser ganadero requiere de unos conocimientos mínimos que se aprenden en la juventud”.
ESPANSION.com

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