domingo, 15 de abril de 2012

La imagen en los albores del toreo

UIS NIETO

Dentro del mandato del anterior teniente hermano mayor de la Real Maestranza, Alfonso Guajardo-Fajardo, la citada institución puso en marcha un proyecto que culminó en la obra La estampa taurina en la colección de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y que incluso trata otras muchas reproducciones artísticas más allá de los tesoros que en este sentido alberga el Museo Taurino maestrante. 
La litografía 'Paseíllo en la Plaza de Toros de Sevilla, obra de William Lake Price, publicada en 1852.

Para la realización del libro se clasificaron y ficharon más de 600 estampas; unas, actualmente expuestas en el citado museo; otras, en sus Salas de Estampas de la plaza de toros y otras que se custodian en el archivo de la citada casa. El resultado, con una edición muy cuidada y estudios de varios investigadores especializados, es espléndido. Incluso, a través de estas imágenes, el lector puede sobrevolar por los albores de la historia del toreo. 



A lo largo de 153 páginas, cronológicamente y a vista de pájaro, uno se encuentra no sólo con la propia evolución de la estampa taurina a lo largo de tres siglos, sino también con multitud de aspectos relacionados con la historia de la tauromaquia. Además de las decenas de dibujos, grabados y otras reproducciones que acompañan al texto, nada menos que en otras 226 se recogen escenas entre los siglos XVII y XIX. 



Así, Alberto González Troyano ya explica en el artículo El papel de las fuentes literarias en los inicios de la estampa taurina que "poco a poco, a medida que la técnica tipográfica lo permitía, aquellos primeros y austeros impresos se fueron completando con adornos, ilustraciones, viñetas y aleluyas, dándose paso a las primeras imágenes seriadas de la tauromaquia", con un referente importante, la suerte de varas plasmada por Enmanuel de Witz en 1750. 



Pedro Romero de Solís, encargado de la introducción, señala al Barón de Sandoz-Rollin como un precursor genial de la estampa que recoge escenas de la lidia, tanto con su Combat du taureau en Espagne como "Este fue el quinto caballo, que el toro derribó y mató", ambas estampas de 1785 y de la colección de la Maestranza. 



Carlos Martínez Shaw realiza un profundo estudio de la Colección de las principales suertes de una corrida de toros (1787 a 1790), que en doce estampas plasma desde la salida del toro hasta el arrastre del mismo y que supuso una fuente de inspiración para otros muchos artistas. El tratadista señala que "fueron reproducidas en los más diversos soportes, como vajillas, cristalerías, vidrieras, papeles para vasares e incluso figuritas de plomo". 



Álvaro Martínez-Novillo abre su análisis sobre Goya señalando que "sin exageración alguna se puede afirmar que la Tauromaquia de Goya (1815) ha sido decisiva para la pervivencia de la fiesta de los toros en el mundo moderno" y se sorprende ante las críticas que recibió en su tiempo, cuando se llegó a escribir: "No hay en la mayor parte de estas láminas ni dibujo, ni entonación, ni perspectiva; no se ve más que carácter, movimiento y vida". Ejemplo inmejorable -concluye Martínez-Novillo- de la estrecha línea que separa la descalificación total del elogio sublime. Una colección compuesta por 33 grabados, más 11 estampas, que reflejan desde hechos históricos hasta momentos trágicos sucedidos en el ruedo. 



En la obra publicada por la Maestranza, Pedro Romero de Solís se adentra en las series románticas españolas, haciendo hincapié en la primera, La colección de 12 suertes de toros compuestas y litografiadas por Luis Ferrant (1840) y que constituyó un gran éxito del artista barcelonés, con multitud de reproducciones populares; así como en otros de reconocido prestigio, como los pintores sevillanos José María Chaves Ortiz y Luis Mariani. 



Por supuesto, este amplio estudio sobre la estampa taurina recoge el tratamiento de la tauromaquia en el romanticismo francés, con un estudio de Vicente Lleó Cañal sobre las obras de Gustavo Doré, Víctor Adam o Pharamond Blanchard. Por su parte, Fernando Olmedo Granados repasa las series taurinas anglosajonas desde el siglo XVI al XX, quien en su famosa obraPaseíllo en la plaza de toros de Sevilla, donde plasma el desfile de toreros en una Real Maestranza de Caballería de Sevilla con el graderío inacabado, que permite la visión de completa de la Giralda y de la Catedral al fondo. 



Con el sabroso estudio sobre estampas de plazas de toros, a cargo de Fátima Halcón, el aficionado se puede transportar a cosos como los de Sevilla y Madrid, estampas de los siglos XVIII y XIX, con preferencia de aguafuertes y litografías. 



El recorrido culmina con un artículo en el que González Troyano trata la revista La Lidia (1882-1900), donde Daniel Perea, su hermano Alfredo, José Chaves y Ángel Lizcano plasmaron en excelentes cromolitografías la época de Lagartijo y Frascuelo. 



En definitiva, a través de la lectura y de unas imágenes sensacionales, el lector queda atrapado en distintas etapas de los albores del toreo, así como en otros muchos aspectos taurinos significativos como son las plazas de toros, con especial atención y relevancia a la Maestranza sevillana. Imágenes creadas por grandes artistas de distintas sensibilidades y procedencias que han servido de ilustración y como arcano de las tauromaquias publicadas más importantes, comenzando por la archiconocida de Pepe-Hillo. 



La obra La estampa taurina en la colección de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla también desvela el extaordinario potencial de la tauromaquia como fuente de inspiración para multitud de artistas. Un ilustrativo camino, bien trazado en este caso por los investigadores que intervienen en el libro, y que sería desplazado en el siglo XX por la fotografía. Pero eso es ya otra historia.

Diario de Sevilla

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