miércoles, 2 de marzo de 2011

La primera plaza de toros de Pamplona, 1844-1922

MARIANO SINUÉS DEL VAL
La primera plaza de toros en Pamplona, distinta y distante de la actual, fue decisiva para el Encierro y para el mundo taurino. Con un final muy peculiar.

Pocos de los que pasean por la pamplonesa Avenida de Carlos III conocen que en su inicio (muy cerca de la Plaza del Castillo) están pisando los terrenos de lo que en su día fue la primera plaza de toros de la ciudad. Duró ochenta años, y tuvo un final cuando menos curioso, a conocer.

Pamplona, una ciudad taurina desde la Edad Media.

La tradición taurina pamplonesa se remonta, al menos, al s. XIV. Se sabe que en 1385, el rey Carlos II de Navarra contrató dos “matatoros” para actuar en Pamplona.
Los festejos taurinos tenían lugar en un espacio vacío entre los burgos o barrios amurallados de la ciudad, que con el tiempo se convertirá en la actual Plaza del Castillo.

La tradición pervivió en esa zona hasta el s. XIX.

La Casa de Toriles

Los festejos se celebraban en una zona concreta de la plaza, ubicada entre el acceso a la calle San Nicolás, y el inicio de la calle Chapitela. En 1616, el regimiento o municipio adquiere una casa en esta Plaza del Castillo para contar con corrales y balcones para las autoridades.
Es la que se denominará Casa de Toriles. Presidirá el espacio dedicado durante las festividades a los festejos taurinos, delimitado por estructuras provisionales de madera. Así se celebraron hasta 1844.

La primera plaza de toros de Pamplona, 1844-1851

El primer intento una plaza de toros fija, fallido, se remonta a 1777, con la idea de instalarla en la Taconera. Tres años después se desestima la opción de reformar para ello la Plaza del Castillo

La idea de una plaza cobra fuerza en 1830, pero circunstancias y la inestabilidad política lo demoran hasta 1843, año en que se aprueban las obras. El proyecto, ya presentado en 1830, era del arquitecto José de Nagusía.
El solar elegido fue el del las huertas del antiguo convento de Carmelitas Descalzas, (que coincidía en parte con el del desaparecido Castillo de Fernando el Católico.
Tenía una capacidad para ocho mil personas, con tendido descubierto y dos pisos de gradas cubiertas.
Se aprovecharon materiales del derribo de varios conventos para la estructura, y arena de las orillas del río Arga para el coso.
La obra fue supervisada por el arquitecto Simón Martínez Abad, quien ya previno - sin que se le hiciera mucho caso - de defectos estructurales que desgraciadamente irían a más.
Fue inaugurada el 6 de julio de 1844, tras correr los aficionados cuatro novillos. La plaza sólo duró en pie hasta mediados de siglo

La segunda plaza de toros, 1851-1922

Llegó un momento en el que los problemas eran tan evidentes y generales, que en 1851 fue derribada la plaza hasta sus cimientos.
Sobre esos cimientos, con las mismas proporciones, se construirá una nueva siguiendo planos de Mariano José de Lascurain. Fue inaugurada en agosto de 1852, aunque la estructura inacabada ya había sido usada para los sanfermines de ese año.

Repercusión de la plaza fija en el Encierro

La repercusión en el Encierro fue grande. Desaparecía el tramo final de la carrera, el que remontaba la empinada calle de Chapitela. Y entraba en el recorrido del Encierro la calle Estafeta.
Incuso, durante dos periodos, 1844-1855 y1861-1867, las autoridades aprovecharon la cercanía del Portal de San Ignacio (en la muralla) a la nueva plaza de toros, para hacer entrar a los toros por el otro lado de la ciudad, más cercano a los sotos en los que pastaban. Esto casi anulaba el encierro.
Las protestas hicieron que este nuevo recorrido se desestimara, y quedara ya como definitivo el recorrido actual de la carrera.
Con la lógica salvedad de que, al final de la Estafeta, mozos y bureles giraban a la derecha, por la calle Espoz y Mina (hoy Duque de Ahumada) hacia la plaza.

Un final sospechosamente oportuno

Ya en 1916 se propone hacer una nueva plaza, a las afueras de la ciudad, y enlazable con el recorrido del Encierro. Se alegaba su pequeño aforo, desbordado por la afluencia de espectadores.
Pero había otras razones menos festivas. Después de las dificultades que durante siglos supusieron las murallas y las ordenanzas para la construcción, la fiebre constructiva, apenas apaciguada con el pequeño primer ensanche pamplonés, se había fijado en la zona ubicada tras la Plaza del Castillo.
Se buscaba abrir esa plaza, demoler uno de sus lados y abrir una avenida hacia el E. Este Segundo Ensanche, diseñado por el arquitecto municipal Serapio Esparza, y aprobado en 1920, tropezaba con dos grandes obstáculos: el Teatro Principal (más tarde bautizado como Teatro Gayarre), y la plaza de toros.
La nueva plaza, para la que se deseaba una gestión externa (en este caso, de la Casa de Misericordia) se venía gestando desde 1920, y se comienza a construir en la primavera de1921. Se terminará para sanfermines de1922.
Y justo en 1921, el 10 de agosto, ardió la plaza. Tan oportunamente, que ha quedado en el sentir general (aunque sin pruebas) que la culpabilidad no andaba lejos de los vinculados al urbanismo. Inclusos se llegaron a sugerir nombres para la autoría.
En todo caso, en el haber de esta primera plaza ha quedado el valor casi universal que dio a la hasta entonces casi anónima Estafeta, el impulso al modelo de Encierros que hoy conocemos, y su papel como sede fija en tiempos en los que la tauromaquia acaba definiendo su esencia actual.
No estaría mal, en una época de rutas culturales, que el Ayuntamiento señalizara para los visitantes el lugar en el que estuvo, y un poco de su historia

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