jueves, 20 de octubre de 2011

CÁTEDRA IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS

Albert Boadella: “Debemos aprender a defender las corridas de toros”

TOROS. Las jornadas organizadas por la Cátedra Sánchez Mejías han profundizado sobre la influencia de las fiestas de los toros en la historia de España y cómo las artes han captado el rito de la vida y la muerte.
Fátima Halcón disertó sobre cómo han ido evolucionado las plazas de toros, que dejaron de ser cuadrilongas, es decir, espacios organizados para la caballería, y se convirtieron en redondas para evitar los ángulos muertos y favorecer así la lidia.
Luque Teruel defendió desde un punto de vista teórico por qué la Tauromaquia podía convertirse en una de las bellas artes. Por su disposición y forma, por su ritmo y su estructura y por su discurso artístico. Con esos argumentos concluyó que el toreo entra plenamente dentro del discurso de las bellas artes.
El periodista Paco Aguado disertó con ingenio y sapiencia sobre las íntimas y próximas vinculaciones del toreo, entendido primero como fiesta ritual y luego como expresión artística, con las distintas etapas de la historia de España. Se centró principalmente en el siglo XX y expuso cómo la fiesta ha sabido adaptarse a las exigencias de las demandas populares. Y sobre todo denunció con vehemencia el uso propagandístico que la dictadura hizo de los toros.



Albert Boadella expuso su decálogo de la afición taurina y por qué hoy es casi herético ser taurino. Ser distinto, ser amante del individualismo creativo, amar el esfuerzo y el éxito, disfrutar de la pasión colectiva y reflexionar sobre la condición del hombre y del animal en la actualidad fueron algunas de las aseveraciones que utilizó el dramaturgo catalán para defender y justificar su pasión por los toros.

Cerró la sesión Carlos Marzal. El poeta y ensayista valenciano relató cómo ver una corrida de toros y contarla supone una experiencia verbal fundamental. Ver una corrida de toros es una experiencia artística, porque todos los buenos aficionados, tras asistir al festejo, sienten la necesidad de narrar, de describir, de contar y hasta de fabular sobre lo que han visto.

Sin duda, en este acto se ofrece un sentimiento personal, una visión particular que nos hace ver la fiesta y su evolución con unos ojos prestados, que es, en definitiva, lo que hacen los narradores.

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