viernes, 2 de diciembre de 2011

¿Por qué Felipe II no prohibió los toros?


Desde Grecia, nuestra cultura está, sigue estando, religada a lo taurino... No es cuestión menor: en pleno siglo XXI se intentan reunir las 500.000 firmas necesarias para proclamarla de interés cultural, al tiempo que se prohíbe en Cataluña y el mismo Ministerio de Cultura, que miró a otro lado en plena tropelía, crea un premio Nacional de Tauromaquia... Pero la batalla comenzó hace siglos. Ahora, y gracias a Gonzalo Santonja, El Cultural descubre en el Archivo de Simancas las razones por las que Felipe II ignoró una bula papal de Pío V que pretendía prohibir la Fiesta.
Los archivos atesoran documentos que modifican, matizan o corroboran los planteamientos tradicio- nales. Así sucede a propósito de las circunstancias que rodearon a la bula De salutis gregis dominici, fechada en Roma el 1 de noviembre de 1567, con la que Pío V pretendió prohibir “estos espectáculos donde toros y fieras en plazas se corren”, bula que jamás entró en vigor y nunca pasó de tentativa, paralizada su promulgación por Felipe II.

¿A qué respondió la actitud del monarca? Guiado por la prudencia, se ha dado por supuesto que no quiso contrariar los gustos de los españoles, sumamente aficionados a los toros y movilizados en su defensa. Pues bien, ahora contamos con un memorial acreditativo de ese fervor popular, conservado incompleto en el Archivo General de Simancas y colgado en el Portal de Archivos Españoles (PARES). Está dirigido al doctor Velasco, consejero de Felipe II, atribuye el intento de prohibición al “desconocimiento que el pontífice tenía de la costumbre y fundamento de la fiesta, sobre todo en Castilla” y pide al rey que asuma la defensa de las corridas de toros.
Fechado a mi juicio en 1570 ( se refiere al “fallecimiento del príncipe y reyna”, sin duda el príncipe Carlos de Austria y la reina Isabel de Valois, que murieron en 1568, y al “casamiento de Su Magestad”, a todas luces con Ana de Austria, en 1570), sus anónimos autores sabían muy bien lo que hacían al ponerlo en manos del doctor Juan López de Velasco (Vinuesa, hacia 1530/1540), intelectual de quehaceres múltiples, gramático, geógrafo e historiador, amén de otras muchos intereses. Empleado primero por el Consejo de Indias en recopilación, y traslado de leyes americanas, pronto se ganó la confianza del gran legislador Juan de Ovando y Godoy, al servicio de cuya gran aspiración (“conocer las cosas de las Indias”) fue nombrado Cosmógrafo Oficial y Cronista del Consejo de Indias, viéndose abocado a una tarea abrumadora, porque en su mesa desembocaban las anotaciones de cosmógrafos y pilotos mayores de todas las expediciones oficiales, material considerado alto secreto de Estado.

La rica personalidad intelectual de Juan López de Velasco, que falleció en Madrid el 3 de mayo de 1598, siete meses antes que Felipe II, cristalizó en una admirable diversidad de campos: cronista, geógrafo, cosmógrafo, codificador de leyes y lingüista, aunque a la postre sea recordado por un trabajo en apariencia menor: las versiones castigadas de Bartolomé Torres Naharro, Cristóbal de Castillejo y en particular del Lazarillo de Tormes, censura que llevó a cabo por mandato de la Inquisición.

Funcionario abnegado, leal y de la plena confianza del rey, Velasco era uno de los canales idóneos para influir en su ánimo. Los autores del Memorial eligieron bien, y Felipe II actuó en consecuencia Lo que sigue es la transcripción fiel de un documento, reflejo de la opinión popular, que empieza por acusar el golpe de la bula, combate luego la falsa información que habría confundido al Papa, abona después la antigüedad de los festejos taurinos (“más de quinientos años”, indicación que no rueda a humo de paja, porque los primeros festejos taurinos acreditados datan de 1067), pondera a continuación su popularidad y sostiene por últmo el orden que los preside, subrayando la presencia de unos hombres “a pie […] diestros y animosos” que lidian “con tanta destreza y están con tanta seguridad”. Valioso por lo mucho que dice y por lo mucho que apunta, este documento nos transmite la pasión taurina de los españoles del Siglo de Oro.

Gonzalo Santonja, en El Cultural de ABC

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