miércoles, 11 de enero de 2012

La Edad de Plástico del Toreo




(...) Pues entonces (en la época de Joselito y Belmonte) los toreros eran personajes de primer orden en la vida española. Cuánto han cambiado los tiempos, ¿verdad? Ahora los toreros, salvo alguno que se las ingenia para que se le saquen en televisión, por la calle son mindundis. Nadie los conoce.
(...)Los tiempos cambian, sí, pero disiento de que esta lamentable falta de popularidad de los toreros actuales se deba a los nuevos usos y costumbres de nuestros conciudadanos. Antes al contrario, en esta época electrónica, pragmática y mediocre que vivimos, quien se juega la vida gallardamente vestido de fulgurantes alamares debería ser un valor esencial e indiscutido, con proyección galáctica, aunque sólo fuera por su rareza. No. La decadencia en la que ha caído la personalidad del torero es culpa del propio torero, que ignora la grandeza de su oficio; y y ya viene de lejos.
(...) La mayoría de los diestros actuales, menos mal, acuden a los cortijos y a las dehesas, con el fin de entrenarse, y mantienen en el tono debido la costumbre de estar ante la cara del toro. Pero cuando regresan a la ciudad (o allí mismo, fuera de la placita de tientas) vuelven a ser mancebos de botica en versión moderna. En tales condiciones, qué se va a esperar de ellos cuando salen a la plaza. Que te muelan a derechazos, y aún gracias. El erial en que los toreros de esta hora han convertido el riquísimo repertorio de suertes que alumbró la tauromaquia no obedece a su falta de capacidad física o intelectual. La materia prima de que está hecho un torero de hoy es similar a la de los grandes diestros de la edad clásica del toreo, con la única diferencia de que está mejor provista de calorías y vitaminas. El erial en que los toreros de esta hora han convertido el riquísimo repertorio de la tauromaquia es consecuencia de su total ausencia de torería.
(...) La admiración por el torero empezaba en la plaza. Si la habilidad histórica de los toreros consistiera en pegar derechazos, la fiesta no habría remontado sus balbuceos. Ocurrió que nació por virtud del toro y del hombre que le jugaba temeridades, y uno y otro fueron depurando, aquél su casta, éste su alarde, hasta constituirse en espectáculo reglado donde se amalgamaban, en perfecta armonía ceremonial y técnica, júbilo y tragedia. El toro evolucionó su fiereza a bravura; el torero, su habilidad a arte. En el ejercicio ritual de la corrida, un espectáculo autóctono sin parigual, prevalecieron las suertes de mayor exposición y belleza, y la cimera de todas la estocada. Es muy significativo que sea ésta, precisamente, la que ha caído en mayor desuso. Ahora no se matan los toros en la suerte de recibir o a volapié: se asesinan.
A los gustos del público que no los culpen de nada: los gustos del público, desde la edad de oro del toreo a la de plástico, se han ido acomodando a lo que había, y lo que había era lo que los toreros querían que hubiese. Obviamente, dependía de lo que hubiese para que lo aceptara el público o decidiese abandonar los cosos. La edad de oro del toreo concluyó cuando los toreros perdieron la conciencia de la grandeza de su oficio.
Incurriendo en peligroso divorcio con lo que se suele llamar "los intereses de la afición", empezaron a ir a su aire, y ese aire solía ser una continua y jamás satisfecha búsqueda de la comodidad y distanciamiento del peligro. ¿Que la suerte de matar es la más arriesgada y difícil? Pues se degenera, y de la suprema, que consistía en recibir, se pasa a la inferior del volapié; de la estocada en las péndolas, al bajonazo. ¿Que el tercio de quites es un compromiso donde miden los toreros su valía en severa competencia con los compañeros de la terna? Pues se ponen todos de acuerdo y suprimen los quites. ¿Que el toreo de capa requiere una técnica complicada? Pues aquí no torea de capa ni Dios.


Texto del prólogo de Joaquín Vidal del libro de J.Lòpez Pinillos, Parmeno, "Lo que confiesan los toreros", que bien podría aplicarse a los derechos y obligaciones de los toreros.


El bodegón del principio es una perfomance de Antonio Díaz, todo un clásico ya en la blogosfera, que muy gentilmente ha cedido sus derechos de imagen sin ningún tipo de contraprestación......

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