He de comenzar diciéndoles que esta serie de reportajes que comienzan a emitirse hoy aquí pretende ser un alegato en defensa de la presencia de la mujer en la Fiesta de los Toros en igualdad de condiciones que el hombre, y que mi acercamiento a este tema comencé a hacerlo primero con incredulidad y con cierta rémora de machismo, y después con entusiasmo y pasión, adentrándome en él con mucha prudencia, objetividad y cierta dosis de curiosidad y morbo. Sé que habrá entre el público personas que piensen que una mujer no puede ser torera, que este es un mundo exclusivo de los hombres... y que el contenido de mi ponencia puede rallar en la demagogia y el oportunismo. Pero les aseguro de entrada, que lo que les voy a contar hoy aquí no tiene nada de “opinión” y sí mucho de razonamiento lógico de la inteligencia y detallada exposición documental de hechos ocurridos y verdaderos.
Esta ponencia que voy a desarrollar pretende, ni más ni menos, que reflejar el sentimiento de la mujer que quiere penetrar en ese especial, difícil, anticuado, romántico, tradicional, espléndido y singular mundo del toro. Se trata pues de hacer un breve repaso de aquellas bravas y valientes mujeres que han logrado adentrarse en este mundo del toro de una u otra forma a pesar de las dificultades que han encontrado en el camino.Si a un hombre le resulta difícil llegar a convertirse en torero, a una mujer le resulta muchísimo más difícil aún. Torear es difícil para todos. Un oficio, este de torear, tal vez de los más difíciles que hay en el mundo, pues no sólo hay que lidiar con los toros en los ruedos, sino también en los despachos, con empresarios, apoderados, compañeros de profesión y finalmente con el público. Hay que partir de la base de que el toro no entiende de sexos y que no le pide el carnet de identidad a quien se pone delante de él.
Las pocas mujeres toreras que han existido en relación con el número de hombres, no obedece a que las mujeres en la Historia de la Tauromaquia no hayan sido capaces de dedicarse a esto, sino a que durante dos siglos y medio, han sido literalmente machacadas, boicoteadas y prohibidas por Leyes de los hombres, en una sociedad profundamente machista. Veremos mujeres que han tenido un inmenso mérito, si bien pocas han llegado a ser figuras del toreo, aunque muchísimas han hecho un más que digno papel en la Historia de la Fiesta. Van ustedes a conocer a esas mujeres pioneras que con gran valor, tesón y bravura lograron abrirse camino en este arduo y sacrificado mundo del toro. Pretendo además que esta intervención mía hoy aquí sirva de reconocimiento, respeto y consideración a todas las mujeres que lo intentaron, lo intentan y lo intentarán.Los motivos que empujan a una mujer a ser torero son exactamente los mismos que influyen en el hombre: la perpetua atracción del ser humano por dominar la fuerza de la bestia a través de la inteligencia y la técnica.
Aman el peligro y buscan el riesgo desde los tiempos más remotos. Veremos además como una mujer puede ser torera sin tener que renunciar a sus papeles femeninos. Vamos que se puede ser torera sin necesidad de ser una “marimacho”. De cada 10.000 muchachos que sueñan con ponerse un traje de luces, tal vez sólo uno o dos llegan a matador de toros de éxito. Hoy no podemos decir ni siquiera que haya habido ni 1.000 mujeres toreras en la historia y de esa pequeña cifra, sólo han salido seis matadoras de toros: Juanita Cruz, Bertha Trujillo “Morenita de Quindío”, Raquel Martínez, Maribel Atienzar, Cristina Sánchez y Mari Paz Vega, y otras tantas que lograron hacerse un hueco en esta difícil profesión como Conchita Cintrón y un largo etcétera... de mujeres que ahora conocerán ustedes.Durante siglos la mujer fue educada exclusivamente para ser ama de casa, esposa y madre. Años en los que a la mujer ni siquiera se le permitía votar en unas elecciones, saber leer y escribir y menos aún, estudiar una carrera.Debemos estar de acuerdo en que “torear” no es una mera cuestión de fuerza física, sino de técnica, habilidad e inteligencia, porque el toreo se lleva en la mente y el corazón, y para enfrentarse a un toro sólo hace falta valor, y el “valor”, nunca ha sido patrimonio exclusivo de los hombres como podemos ver a lo largo de la historia de la humanidad.
Muchos toreros creen que las mujeres toreras quieren rivalizar con ellos, y lo cierto es, que el toro es igual para todos. Las toreras han sido deliberadamente ignoradas en todas las Historias de la Tauromaquia hasta ahora escritas. Incluso en los cuatro primeros tomos del Cossío (en unas 4.125 páginas) sólo se dedica a la mujer torero 11 páginas, ignorándose figuras excepcionales como Juanita Cruz o Conchita Cintrón. A las mujeres toreras, José María de Cossío las encuadró dentro de “Las Mojigangas” y espectáculos cómico-taurinos y este tema lo titula en el tomo I de “Los Toros”: “Al margen de la lidia”. Fíjense ustedes que tremenda injusticia. Hay un aspecto importante que tenemos que tener en cuenta y sobre el que debemos reflexionar a la hora de juzgar el escaso papel que las mujeres han tenido en la Fiesta de los Toros durante estos dos siglos y medio de historia del toreo a pie, y es que la mujer ha sido víctima de una continúa prohibición para torear, prohibición que se ha levantado solamente durante breves períodos de la historia. Sin embargo desde la antigüedad más profunda se ve ya a la mujer relacionándose con el toro.
El binomio “toro – mujer” está presente de manera continua en los mitos y leyendas de las antiguas civilizaciones mediterráneas: como por ejemplo “el Rapto de Europa” o la “Leyenda del Minotauro”. Los frescos del Palacio de Knosos en Creta (en el siglo XIV antes de Cristo) ilustran ritos de carácter religioso donde aparece un toro objeto de culto y varias figuras femeninas. Estas son las primeras toreras de las que se tiene noticia. Son ritos que se celebraban en recintos cerrados, y se ven a mujeres intentando coger al toro por los cuernos, como iniciando un salto. También, bastantes siglos más tarde, en el Claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos, en Burgos (de estilo románico), se puede ver en una de las pinturas del alfarje del claustro a una mujer arrojando un arponcillo a un toro para enrabietarlo. Quien sabe si no fue esta una de las primeras banderilleras.(Continuará mañana)
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