lunes, 23 de enero de 2012

Se ha muerto el gran aficionado maño, Enrique Asín.

  Enlazo
http://elrincondeordonez.blogspot.com/search?q=Enrique+As%C3%ADn
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http://www.toroszgz.org/index.php?option=com_content&task=view&id=1818&Itemid=2
http://www.eltorodelajota.com/2012/01/fallece-el-aficionado-zaragozano.html

ENRIQUE ASÍN CORMÁN

Se ha muerto Enrique Asín. Se ha muerto un gran aficionado. Otro más. Un aficionado de los imprescindibles. Hacía tiempo, años, que ya no iba a los toros. Él, que había hecho de esta fiesta su pasión dentro y fuera de la plaza, con todo el dolor del mundo, dejó de renovar su abono en el Tendido 1 de “La Misericordia”, una localidad que había heredado de sus antepasados, por aburrimiento. Porque esta fiesta no era la que él quería, por la que él sentía pasión y a la que le dedicaba su tiempo y su dinero. Muchas veces le oí decir que aquí, en esta Fiesta nuestra, en estos tiempos, “lo que hace falta son cornadas”. Y no le faltaba razón al dictar esta metafórica sentencia porque, como cualquier aficionado cabal, no es que asistiera a la plaza para ver coger a los toreros pero, hace falta que en el ruedo haya peligro, miedo, y que eso, el peligro y el miedo, se sienta desde el tendido, que la emoción que ello produce te mantenga en vilo, pendiente en todo momento del juego del toro y del lidiador porque, esta Fiesta, sin peligro, sin poder en los toros para dar cornadas, no es la Fiesta grande que  se ha mantenido en candelero, contra viento y marea, desde hace siglos. El arte, lo bello, lo te te conmueve, te pone los pelos de punta y te hace amar esta Fiesta por encima de todas se da si surge del peligro, de la tempestad del toro bravo y con poder. El toreo es grande y sublime cuando, como decía Domingo Ortega, el torero es capaz de convertir esa tempestad en brisa suave y acariciadora. Pero la Fiesta actual no es la que Enrique soñaba. Por eso se fue. Se refugió en su museo, en sus libros, en sus dibujos, en sus recuerdos, hasta que la vida, primero, le volvió la espalda, y luego se le empezó a marchar como si una cornada en la ingle le hubiera abierto un boquete imposible de cerrar.

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