Foto: Juan Pelegrín
Más allá de las dudas razonables, algunas de ellas
irresolubles, en torno a las ausencias de algunos y a la recalcitrante
repetición de otros en estos carteles de la primera Feria de la primera plaza
del Mundo, uno se desploma sobre el sillón y la música de fondo, como grillos
en Primavera, desazona y rebulle en la
conciencia de cualquier aficionado, ya no sólo del intransigente .
Haría falta más de un Julio Verne para desentrañar las más
de 20.000 leguas de viaje subtaurino que separan, como océano inabarcable, la arbitraria
distancia que existe entre aficionados y profesionales. Unos, esos chalaos que beatificamos, mochila en ristre, de plaza
en plaza, como feriantes de carreta, un encuentro sincero, genuino entre
animales sin manipulación y señores que no deciden -ni confeccionan- ni su ventura ni sus duelos. Otros, integración horizontal en la que empresario-apoderado-ganadero
son 3 en 1, el gatopardismo de
Lampedusa, donde todo cambia para seguir igual.
A nosotros se nos pide consideración y solidaridad. A ellos
profesionalidad y una uña de afición. Pero al final el taurinismo de baja
intensidad sólo hace mella en los aficionados (que casi deben ser profesionales
de esto) y a los que viven de los toros (que de buen aficionado tienen un
déficit galopante).
En Sevilla la rebaja de abonos no ha sido la que prometieron , en Valencia suben los abonos sin decir nada,y en Madrid, grosso modo, otro 5% al alza. Y no hay valor añadido que justifique estas subidas. Las
ganaderías que limpian sus corrales y montan bailes en los de la plaza, los
toreros que se ponen azules y se enfadan y en lugar de dar un golpe encima de
la mesa dictando el “aquí estoy yo” se asocian en cárteles y oligopolios
–incapaces de ayudarse unos a otros, como ha quedado julianamente demostrado- que privatizan las ganancias y las
lisonjas entre diez, y socializan las pérdidas y el sacrificio entre el resto.
Y así el aficionado de carnet se aventa como puede, haciendo
el “Cuadri & Castaño On Tour “ por toda la geografía donde todavía se puede, y se
pregunta machaconamente por qué todos vamos al mismo saco, por qué salvaguardar
una causa ancestral verdadera se intenta mancillar de rancio taurinismo anti-contemporáneo?
Qué pasa, que si no me gusta el atracón taurino en los portales oficiales, o
que no reflejen fielmente que el desafío ganadero de Castellón sobrepasó los trescuartos de
entrada y no medio aforo como ellos plasmaron, ya quedo postergado a las migas de
los blogs de aficionados independientes? Qué pasa si antepongo el toro feo y listo que va 5 veces al caballo al toro guapo y tonto que nunca pasa el reconocimiento?
Dónde va todo esto? Qué senda sin retorno estamos abocados
a seguir? De verdad este es un viaje a ninguna parte donde los aficionados,
como caballo de piquero, seguiremos el trazo que sus riendas dictan?
Que la arboladura de los carteles de San Isidro no nos impida ver el ralo bosque taurino, camino hace años de convertirse en páramo agreste. El problema ha hollado más de lo que pensamos.
P:D.- Tétrico el abono isidril, no por el susto como primer síntoma,
sino también por lo que tiene de Tetris,
como si de ir encajando piezas según van cayendo se tratase.
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